Archive for: octubre 9th, 2018

La enseña que ondeó cuando Cuba amanecía

 

Tomado del blog

 

La enseña que ondeó cuando Cuba amanecía

Bandera de La Demajagua (Ilustracion de la época).

Por Argelio Santiesteban

Anochece el 9 de octubre de 1868, en el suroriente cubano.

Cambula se inclina, desesperada, sobre aquellos pedazos de tela variopinta, con procedencia múltiple: un pedazo de mosquitero rojo, la tela blanca de uno de sus corpiños, cierto fragmento de su vestido azul.

La muchacha, mestiza de 17 años, está trabajando contra reloj.

Ella —quien después iba a admitir que estaba lejos de ser una experta costurera— se mueve compelida por dos resortes: su pasión por la tierra querida y el amor frenético por Carlos.

Ah, Carlos. El acaudalado bayamés que regía uno de los más modernos ingenios azucareros del país. El brillante abogado. El polígloto. El finísimo poeta. El excelente jinete e infalible tirador. El periodista, que inauguró en su país la crónica ajedrecística. El líder masónico. El siempre arrebatado por los asuntos patrios.

Lo demás… bueno, lo demás es historia archiconocida.

Aquel coloso, en su ingenio azucarero, da la clarinada inaugural. (A la cual nuestros compatriotas le pagarían con ingratitudes mil, hasta propiciar su muerte desamparada, revólver en mano contra las tropas coloniales, en San Lorenzo).

PERO… VOLVAMOS A CAMBULA

Candelaria Acosta Fontaigne, Cambula (Veguitas, 2 de febrero de 1851-23 de mayo de 1932), ha sido la artífice de una bandera —¡qué bandera!— de 126 centímetros de ancho por 130 de largo.

Y quedarían dos vástagos, engendrados en el vientre de aquellos amores de El Padre y Cambula.

En 1871 Carlos Manuel, enviándola hacia Jamaica, pone a resguardo a Cambula. Y también traslada hacia el extranjero a su enseña, previniendo que caiga en manos enemigas.

Candelaria regresaría a Cuba después de la guerra, en 1881, con sus dos hijitos. Aquí ella y los pequeñuelos, hijos de Carlos Manuel, pasarían miserias sin fin.

Estalla la Guerra del 95. Y Cambula, emulando a Mariana, a su hijo varón —quien vivió hasta 1966— le dice: “Parece mentira que tú, siendo hijo de Carlos Manuel de Céspedes, un hombre tan patriota, estés todavía aquí”. Y el muchacho se suma al mambisado.

Yo sospecho que en el momento de su muerte —23 de mayo de 1932— Cambula estuvo recordando cuando, con varios trozos de tela, construía un símbolo imperecedero.

Y también recordando a Carlos Manuel Perfecto del Carmen de Céspedes y López del Castillo, quien alguna vez escribió: “Hoy hace un año que no veo a Cambula ni a mi hijita. En todo este tiempo me he hallado solo…”.

 

Noviazgo «repa» forever

 

Tomado del Blog: Letra Joven

En anterior ocasión,
alguien quizá haya escuchado,
mi romance trasnochado
«En tiempos de reguetón».
Poesía, fascinación,
me encantaba su manera
de ser. Lo que ella dijera
mi mente lo digería.
Lo que más me seducía:
su pinta, tan «repartera».

Después de que aquel romance
llegara a abrupto final,
descubrí que ahora el Chacal
baladas ponía a mi alcance.
Para mí no fue un percance,
dejar de ir tanto al teatro,
porque hasta el anfiteatro
me escapaba a descargar
y con Maluma cantar
siempre: Felices los cuatro.

Ante tanta variedad,
intenté que mi escenario
fuese el universitario;
traté y traté, en realidad.
Busqué novias, y en verdad,
cuando les ofrecí la luna
y mi amor de buena fe,
querían ir al Café,
con Fonsi, Wisin y Ozuna.

A una que me gustaba
le inventé una serenata.
Era una chica sensata
y Derecho ella estudiaba.
Mi guitarra improvisaba:
Ojalá —Silvio—, ya está.
Me devolvió otro Ojalá
—de quien nunca supe el dueño—:
«ojalá que nuestro sueño
se nos haga realidad».

Así creció mi apatía,
no creí que habría un mañana.
La Señorita Dayana,
también Osmany García;
mi «limpio» mundo invadía
esa realidad difusa.
En virtual escaramuza
me llegaba el bisbiseo
de la canción Guachineo,
y de Dayamí, «la musa».

Una década pasó,
entre canciones y gente,
y un día, así, de repente,
la vida nos reencontró.
Esa tarde habló y habló,
le brillaba la mirada.
Su pinta, desenfadada,
y el tosco vocabulario,
trocaron mi calendario;
la sentí hasta enamorada.

Lo volvimos a intentar,
yo, mucho menos permeado,
estaba un poco embullado
y ella intentaba cambiar.
Al jazz me llegó a invitar,
me dedicó una canción,
y dijo con emoción:
«Con tener tu amor me basta,
lo nuestro va a durar ¡hasta
que se seque el malecón!».

También hice concesiones:
dejé la trova un ratico;
del «negrito» y el «coquito»
tuve «a manu» sus canciones.
Palpitante de emociones,
casi soy otra persona.
Bailo con el Ona Ona
y la Charanga Habanera,
me aprendí La Gozadera,
de Marc y Gente de Zona.

Aun tengo mi dignidad:
no escucho a Yomil y el Danny,
tampoco a ese Bad ¿Banny?
que se cree el rey del Trap.
¿Es Trap o Barbaridad?
Cuesta ya diferenciarlos,
entenderlos o escucharlos.
—desde el Cerro, Insurrecto
los supera en intelecto—.
La solución: ignorarlos.

Parece que combinamos,
yo con mi chica morena,
bailamos La Macarena
y a Pitbull no reprochamos.
En realidad, nos amamos,
no importa con que ideario.
Aun parece extraordinario,
que ella siga en mi destino…
¿será mi palón… divino,
o el palito… presidiario?

 

 

 

CARTA ABIERTA DE MANUEL CASTELLS A LOS INTELECTUALES DEL MUNDO

Tomado del Blog El ciervo Herido

Amigos intelectuales comprometidos con la democracia:

Brasil está en peligro. Y con Brasil, el mundo, porque después de la elección de Trump, de la toma del poder por un gobierno neo fascista en Italia y por el ascenso del neonazismo en Europa, Brasil puede elegir como presidente a un fascista, defensor de la dictadura militar, misógino, sexista, racista y xenófobo, que ha obtenido 46% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Poco importa quién sea su oponente. Fernando Haddad, la única alternativa posible, es un académico respetable y moderado, candidato por el PT, un partido hoy día desprestigiado por haber participado en corrupción. En una situación así, ningún intelectual, ningún demócrata, ninguna persona responsable del mundo en que vivimos, podemos quedarnos en una indiferencia generalizada hacia el sistema político brasileño. Pero la cuestión no es el PT, sino la presidencia de un Bolsonaro capaz de decir a una diputada, en público, que “no merece ser violada por él”. O que el problema con la Dictadura no fue la tortura, sino que no matara en lugar de torturar. Yo no represento a nadie más que a mí mismo.

Ni apoyo a ningún partido. Simplemente, creo que es un caso de defensa de la humanidad, porque si Brasil, el país decisivo de América Latina, cae en manos de este deleznable y peligroso personaje, y de los poderes fácticos que los apoyan, los hermanos Koch entre otros, nos habremos precipitado aún más bajo en la desintegración del orden moral y social del planeta, a la que estamos asistiendo. Por eso les escribo a todos ustedes, a los que conozco y a los que me gustaría conocer.

No para que suscriban esta carta como si fuera un manifiesto al dictado de políticos, sino para pedirles que cada uno haga conocer públicamente y en términos personales su petición para una activa participación en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el 28 de octubre, y nuestro apoyo a un voto contra Bolsonaro, argumentándolo según lo que cada uno piense, y difundiendo su carta por sus canales personales, redes sociales, medios de comunicación, contactos políticos y cualquier formato que difunda nuestra protesta contra la elección del fascismo en Brasil.

Muchos de nosotros tenemos contactos en Brasil, o tenemos contactos que tienen contactos. Contactémoslos. Un mensaje de Whatsapp es suficiente, o una llamada telefónica personal. No nos hace falta un # (hashtag). Somos personas, miles, potencialmente hablando a millones, en el mundo y en Brasil, porque a lo largo de nuestra vida hemos adquirido con nuestra lucha e integridad cierta autoridad moral. Utilicémosla en este momento, antes que sea demasiado tarde. Yo lo voy a hacer, lo estoy haciendo. Y simplemente ruego que cada una/uno haga lo que pueda. Manuel Castells