Activismo sin prisa y resultados con pausa ¿o viceversa?

tomado del blog Paquito de Cuba

El estado del activismo a favor de los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI) en Cuba y sus resultados requiere, para su análisis, que tengamos en cuenta la marcha del proceso de transformaciones económicas y sociales que tiene lugar en el país desde hace más de un lustro.

Aunque a la inclusión en la agenda pública del debate sobre el respeto a la libre orientación sexual e identidad de género le precede en tiempo, fue bajo la sombrilla de la llamada actualización del modelo económico y social que inició en 2011— con el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC)— que el tema cobró cuerpo en sus cambios más sustanciales.

En particular resultaron momentos clave la Primera Conferencia Nacional del PCC en 2012 que incluyó entre los objetivos de trabajo de esa organización política el enfrentamiento a la discriminación por orientación sexual, y la aprobación en diciembre de 2013 del Código de Trabajo, la primera ley que de forma explícita incluyó una protección para las personas homosexuales.

Como hito más reciente, está la ampliación de este enfoque también al reconocimiento de la identidad de género dentro de los documentos programáticos del VII Congreso partidista en 2016, pronunciamientos políticos que deberían facilitar la implementación de nuevas políticas públicas y garantías jurídicas para quienes todavía están en desventaja social como consecuencia de la ancestral cultura patriarcal, machista, homofóbica y transfóbica.

De forma paralela, el activismo para debatir y abogar por los derechos de las personas LGBTI aumentó su visibilidad durante este último periodo. Influyó la articulación de redes de personas y profesionales con interés y sensibilidad hacia el asunto, así como el reclamo cada vez más frecuente, por diversas vías y a título individual, de quienes poco a poco conseguían un mayor empoderamiento desde las múltiples identidades sexuales.

Como antecedente ya existían, desde los primeros años del milenio, inquietudes de grupos que recibían determinada atención desde el estatal Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), como parte de programas de atención de salud (en el caso de las personas transexuales) y a partir de un acercamiento por iniciativa propia (como ocurrió con las mujeres lesbianas y bisexuales).

También la lucha contra el VIH/sida y los proyectos comunitarios para la formación de promotores voluntarios de salud, que desde finales de la pasada década del noventa comenzaron su articulación en muchos territorios del país, derivaron de modo tangencial en un punto de partida para hablar sobre la norma no heterosexual y nuclear, una incipiente base de futuros activistas y profesionales que fueran más allá del enfoque salubrista.

No obstante, fueron las Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia organizadas por el Cenesex a partir de mayo de 2008 —un año antes tuvo lugar la primera celebración pública del 17 de mayo como Día Internacional a favor de esa causa—, las que sin dudas ubicaron la cuestión de la diversidad sexual de manera progresiva y creciente en el foco del interés y discusión ciudadana en todo el país.

Fue así como la cuestión de los derechos LGBTI infiltró —de forma subyacente, secundaria, y no sin muchas resistencias homofóbicas y transfóbicas, es cierto—, las discusiones públicas para la elaboración de los Lineamientos para la política económica y social del país que aprobó el Partido en 2011, así como el posterior análisis ideológico de su Primera Conferencia Nacional.

El liderazgo político

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