Category: Cultura

La cultura en el centro de los disparos

Por Yasel Toledo Garnache

Tomado del Blog: Mira joven (Cuba)

Internet es cada vez más una especie de campo de batalla. Hace algún tiempo se solían enmascarar las balas y bombas, se intentaba seducir para socavar cimientos ideológicos. Ahora se privilegia la bulla, las ofensas y hasta las amenazas de muerte como si se tratase de una lucha con fúsiles y espadas. Los memes, las canciones, los shows audiovisuales y los montajes son proyectiles cada vez más empleados, mezclados con odio y groserías.

En ese panorama lamentable, suelen ser blancos los artistas, intelectuales, periodistas, locutores, dirigentes y otros profesionales con posturas a favor de la Revolución en las redes sociales y medios tradicionales de comunicación, personas con gran influencia en la opinión pública.

Lo sucedido recientemente contra el cantante, trompetista, compositor y arreglista Alexander Abreu, director de la popular orquesta Havana D’ Primera, no es un hecho aislado. Pululan los ejemplos durante los últimos meses. A unos intentan confundirlos, a otros desacreditarlos, a varios infundirles miedo.

“He recibido mil sms (servicio de mensajes cortos) en mi teléfono donde me dicen desde Gorila hasta las peores ofensas como si yo fuera un criminal de guerra. Lo único que quiero decir es que a todos los que escriben con tanto odio les tengo un corazón lleno de amor y música”, publicó Abreu en su página de Facebook. Una respuesta digna de las esencias del arte y de Cuba, una nación que también enarbola el coraje y el valor.

La estrategia trazada y financiada desde Estados Unidos pretende lograr que los creadores teman vincular su arte o pronunciamientos públicos con la Revolución y el sistema social aquí, porque se podría desencadenar contra ellos una avalancha de mezquindades. Quienes mueven los hilos desde el exterior saben que debilitar el acompañamiento de la cultura y sus autores a la Revolución significa afectar el alma misma de la nación.

Vivimos en un país, en el que los iniciadores mismos de la lucha por su independencia fueron hombres de literatura y arte. Ahí estarán siempre Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, aficionado al teatro y autor de obras poéticas y musicales; y Perucho Figueredo, creador del Himno Nacional; continuadores como José Martí  y Fidel Castro, intelectual indiscutible.

El propio Fidel siempre tuvo plena conciencia de la importancia de la cultura, a la cual llamó “espada y escudo de la nación”. Los símbolos, las tradiciones, el arte y el orgullo colectivo de ser cubanos deberán ser en todo momento aspectos esenciales para vencer cualquier obstáculo y no dejarse engañar. El líder sabía que la única forma de construir una obra verdaderamente perdurable es favorecer la conformación de una identidad popular cada vez más sólida y defensora de la propia Revolución y sus conquistas, como corazón fuerte de un proyecto que aspira a la superación continua. Y en momentos muy complicados como el Período Especial ratificaba: “la cultura es lo primero que hay que salvar”.

En la clausura del IX Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el Presidente de la Republica Miguel Díaz-Canel expresó: “Somos una Revolución que puede presumir de haber sido contada y cantada, desde sus orígenes, con el talento y la originalidad de sus artistas y creadores, intérpretes genuinos de la sabia popular y también de las insatisfacciones y esperanzas del alma cubana.”

Las acciones de este tipo contra Cuba y lo que representa no son  nuevas. El imperio es, por supuesto, también cultural con la pretensión de imponer modos de vida, creencias…, una forma de conquista a nivel global. La guerra es desde hace mucho también simbólica.

A todo eso se suman otras complejidades como las provocadas por la Covid-19 y el bloqueo impuesto por EE.UU, persecuciones y más patrañas contra el país. Sin embargo, este pueblo y su Gobierno se mantienen con una fuerza tremenda y la capacidad para seguir en el camino de la dignidad, sin renunciar al progreso.

En todo ese contexto es fundamental que seamos cada vez más una familia diversa, con amor y respeto, como hijos de una madre grande, que merece todos nuestros esfuerzos. Es importante también apoyar y defender desde la ética y el valor a esos hermanos nuestros que son blancos de tanta bajeza, porque en definitiva también nos atacan a nosotros.

El escritor chaqueño Mariano Quirós está publicado en Cuba

29 Mundo editorial

Mariano-Argentina

Sugerir cambios Yunier Riquenes García

Tomado del blog: Claustrofobias

El escritor chaqueño Mariano Quirós está publicado en Cuba. Me lo advirtió su editor cubano, Norge Céspedes. En el año 2013 Ediciones Matanzas puso a circular la novela Río Negro. Dice Norge que esta novela lo sorprendió desde la primera lectura y desde entonces sigue a este escritor nacido en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1979. 

Mariano Quirós, es escritor y editor, y entre sus libros aparecen Robles (Premio Bienal Federal), Torrente (Premio Iberoamericano de Nueva Narrativa), Río Negro (Premio Laura Palmer no ha muerto), No llores, hombre duro (Premio Festival Azabache) y Una casa junto al Tragadero (Premio Tusquets de Novela). También se reconoce la calidad de los cuentos de Quirós por los que ha sido reconocido.

Recientemente, Mariano participó en la Feria Internacional Digital del Libro de Ciudad de Resistencia. Y allí lo vi y escuché que leía desde niño, siempre le gustó mucho leer. “La lectura es lo que más me gusta en la vida”, afirmó rotundamente, y dijo que su madre y padre son muy lectores, ambos lectores de historia, y él se confesó lector de ficción.  Como no solo de lecturas está hecho uno, según el mismo Quirós, le gusta también la música, le gusta mucho el rock para ser más preciso. Y entrando a su narrativa dijo que muestra cómo hablan y son los resistencianos. La obra narrativa de Quirós tiene a la ciudad de Resistencia como escenario en casi todos los casos.

Quirós dice que es comunicador social; puede escribir y leer en espacios públicos, escribir donde y como sea; el argumento de que no tiene tiempo para escribir, no le funciona. Escribe situaciones atroces para que no le sucedan a él. Escribe a la inversa, dice, escribe la vida que puede tener después. “Escribo casi todos los días, siempre tengo proyectos de escritura. No tengo problemas de bloqueos”. Y para terminar su participación en la Feria Digital de Ciudad de Resistencia, Quirós lee un fragmento de la novela Una casa junto al Tragadero.

Norge Céspedes, el editor cubano de Mariano Quirós me dice que Río Negro, la novela publicada en Cuba, estaba muy limpia cuando llegó a sus manos. Le hubiera gustado tener más contacto con el escritor y le gustaría volver a editar otra de sus obras en Cuba. Recuerda que es una novela en el que concurren el humor negro, el cinismo, la inocencia, el sexo, las miserias humanas, la violencia más extrema. La suma de todos estos ingredientes da como resultado final una delirante “comedia negra”.

Me pongo en contacto con Quirós y le digo que lo vi en la Feria de Resistencia desde Santiago de Cuba, le digo que su novela ha desaparecido de las librerías. Me escribe que le alegré el domingo y añade:

“La verdad es que la trayectoria de Río Negro me sorprendió y me hizo muy feliz, por varios motivos: si bien la escribí hace casi una década, recuerdo el entusiasmo, la seguridad con que emprendí la escritura, una seguridad y una confianza que pocas veces volví a sentir (más allá de lo que se pueda juzgar del resultado); pero también hubo otras alegrías, la novela recibió un premio muy lindo en Argentina, el “Laura Palmer no ha muerto”, y fue muy bien recibida. Pero la alegría mayor es que siempre me hablaron muy bien de la novela, con cariño. Y publicar en Cuba fue como un premio agregado. La historia cultural y política de Cuba ha marcado profundamente a la Argentina, de manera que te podrás imaginar el entusiasmo, la expectativa que representó para mí la edición cubana de Río Negro”.

“El río Negro se extiende por más de 400 kilómetros dentro de la provincia del Chaco. El hecho de que haya escogido su nombre para el título de la obra, da a entender que su incorporación a la misma va más allá de situarlo como simple telón de fondo. Mariano Quirós ha señalado el simbolismo del río Negro”, me escribe Norge.

Me voy otra vez adentro del libro, y pienso que esa novela de Mariano Quirós, publicada en Cuba, puede ganar más lectores. Subrayo una frase de un personaje que puede parecerse al espíritu del autor: “Mi intención en realidad había sido que Miguel comprendiera que el de escritor no es un oficio cualquiera, que los verdaderos escritores no se amilanan ni siquiera ante el prominente filo de un hacha”. Es así, estamos delante de Mariano Quirós, un verdadero escritor.

Fotografía: Revista Leamos http://www.revistaleemos.com

Roque Dalton: la inexplicable muerte de un poeta

Tomado del blog: Cuba La Isla Infinita

Quizás por la intensa agenda que tenía mientras cubría como corresponsal en las elecciones presidenciales en El Salvador, en 2013, no reparé demasiado en un detalle que ahora martilla mis recuerdos.
En más de una oportunidad coincidí en algún lugar con los presuntos asesinos del bardo y revolucionario salvadoreño Roque Dalton, que este 10 de mayo cumple 45 años de ser asesinado por sus propios compañeros de guerrilla.
Es inexplicable la muerte de un poeta, y mucho más cuando el bardo asesinado tenía la talla humana de Roque Dalton. Mientras, sus verdugos siguen campantes, deambulando las calles de San Salvador o de Londres, con la conciencia manchada por uno de los más execrables crímenes cometidos en la era moderna.
Quedan demasiadas incógnitas por despejar alrededor de la muerte del autor de El turno del ofendido (1962), Taberna y otros lugares (1969) y Las historias prohibidas del pulgarcito (1974), entre una larga lista de títulos que hoy iluminan la literatura salvadoreña y latinoamericana.
Sus hipotéticas discrepancias ideológicas con la comandancia del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) nunca fueron buenas razones para arrancarle la vida, sin siquiera dejar rastro de sus huesos, y por eso se inventaron razones para justificar el crimen.

Acusar a Dalton de ser agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) tenía tanto de risible, como de abominable. El poeta-guerrillero tenía bien definido su compromiso con las causas más justas de Latinoamérica, había conocido y amado la Revolución cubana, y había forjado su conciencia política en el epicentro revolucionario de los sueños de una nueva sociedad más justa y equitativa.

Juan José y Jorge, los hijos del poeta, no han cejado en el empeño de buscar justicia y limpiar la memoria de su padre. Ellos apuntan con su dedo índice, resueltamente, contra los excomandantes guerrilleros del ERP Jorge Meléndez y Joaquín Villalobos, a pesar de los incomprensibles esfuerzos del poder judicial salvadoreño por sobreseer la causa “por considerar que el crimen había prescrito según las leyes locales”.
Apenas faltaban cuatro días para que el autor de “Pobrecito poeta que era yo…”, cumpliera 40 años, cuando sus compañeros de guerrilla le arrancaron la vida impunemente, sin recordar, como decía un poeta cubano que conoció a Roque, que «es bellísima la muerte de un poeta/ porque la muerte es una celada del amor terrestre».

ALTA HORA DE LA NOCHE    Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras. Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre, cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
Roque Dalton (1935-1975)

Historia del cine cubano: una ruta, mil mapas, un Atlas…

Tomado del Blog Cine Cubano La pupila Insomne

Hasta hace poco, contar la Historia del cine mundial técnicamente era similar a la narración que hubiesen podido construir de su experiencia perceptiva algunos de los pasajeros del mítico tren que los hermanos Lumière filmaron mientras arribaba a la Ciotat.

Hablamos de un relato condicionado por el camino de hierro que conducía la locomotora a ese punto predeterminado y situado siempre en un futuro esperado; un camino marcado por lo unidireccional y la homogeneidad selectiva del paisaje que se aprecia desde el cómodo asiento del que viaja y va reteniendo en su retina lo que más le impresiona.

La estudiosa Ana López no lo ha podido decir mejor cuando apunta:

“¿Qué significa “hacer” historia del cine? Hace treinta o cuarenta años, significaba producir una crónica de datos, nombres, invenciones, directores y filmes vinculados –en términos generales- a alguna casualidad social. Por supuesto, no era posible incluir en ningún recuento todos los nombres y filmes, y se presumía que lo incluido era estéticamente valioso, merecía mencionarse o, al menos, sería significativo para algún avance ulterior. Estas historias canónicas del cine fijaban la escena de lo que se valoraba y, por tanto, de lo que se estudiaba y se hablaba. Por omisión, esas crónicas tempranas también eran exclusivistas. No se trataba necesariamente de malicia, sino del simple resultado de estar atado a la perspectiva del historiador individual y su universo (de facto) de conocimientos y expectativas”.

Hoy en día un enfoque historiográfico de ese tipo no podría justificar sus antiguas exclusiones. Plantearse ahora un relato donde otra vez retomemos lo diacrónico como el modo dominante de dar a conocer, por ejemplo, lo que ha sido la producción audiovisual de los cubanos, estaría anunciando desde el principio sus carencias, toda vez que, a diferencia de lo que podía ver y escuchar el historiador que antiguamente organizaba el relato sobre la base de lo que llegaba de un modo sucesivo a sus sentido a través de la ventanilla del tren, hoy sabemos que las superficies del audiovisual cubano son prácticamente inabarcables por un solo individuo, en tanto comprende casi todo el planeta.

Reconocer esto último pondría en crisis la interpretación nacionalista a través de la cual se sigue indagando en el fenómeno audiovisual protagonizado por cubanos. Lo “nacional” (entendido en términos físicos casi como un sinónimo de lo territorial, y de lo estatal en cuanto a lo político) ha sido el imperativo heurístico que todavía moviliza casi siempre a ese conjunto de estrategias investigativas a través de las cuales se recopilan los documentos, testimonios, imágenes, y termina construyéndose el escurridizo concepto de “cine cubano”.

Tal concepto, en su origen, respondió a una época donde era imposible imaginar que pudiese existir una producción cinematográfica más allá de los predios del ICAIC. Si seguimos con la metáfora del historiador que se montó en el tren de los Lumiére, y desde allí apuntaba sus impresiones sobre ese mundo que le quedaba a la vista, es obvio que cualquier intento de establecer conexiones más allá de esos escenarios podía sonar a delirante especulación.

Y si bien hoy la mirada “icaicentrista” ha sido ampliamente superada, lo mismo con el reconocimiento que ha tenido no solo la producción silente y la sonora pre-revolucionaria, que (más recientemente) con todas esas legislaciones en las que ya se habla de un modo natural del “realizador independiente”, todavía estamos lejos de pensar el audiovisual cubano como un fenómeno complejo donde puede adivinarse, desde un principio, el espíritu dinámicamente transnacional que lo ha animado, con todas sus conexiones globales y locales.

Al contrario, en la misma medida en que salen a la luz nuevos actores y escenarios productivos, se consolida la tendencia a insularizar la mirada, y apelando otra vez a esa narrativa lineal donde domina una Historia otra vez marcada por lo teleológico (la historia del ICAIC, la historia del cine joven, la historia del cine independiente, etc), se va balcanizando el análisis de lo que, a la larga, respondería a un mismo espíritu: la producción y consumo de imágenes en movimiento, acompañadas o no de sonidos, y proyectadas sobre superficies de los más variados tipos.

Creo que no debemos desechar lo valioso que hasta ahora se ha logrado desde el punto de vista investigativo, pero es hora de aprovechar la emergencia de tecnologías que permiten conectar a los usuarios a lo largo y ancho del planeta, y empeñarnos en construir una plataforma que deje a un lado lo disyuntivo, para hacer suya la búsqueda de lo conjuntivo, no como una sumatoria de mapas aislados, sino como un atlas dinámico que sea capaz de contener esa infinidad de territorios que se conectan entre sí de las más disímiles maneras.

Las diferencias en los resultados van a ser notables. Si en la historia lineal todo aparecía clausurado a partir de lo que el narrador logró estabilizar con sus descripciones individuales en los libros, en este nuevo relato los contenidos se van enriqueciendo con las contribuciones que los usuarios hacen en la misma medida que leen e interactúan en tiempo real: de allí que sea un tipo de Historia “abierta” y en permanente construcción.

Por supuesto, como llevamos tan en vena los imperativos jerárquicos de la historiografía tradicional, es obvio que la propuesta de un Atlas del audiovisual cubano, donde tengan cabida sin una pretensión subordinante (según criterios de mayor o menor relevancia) “las mejores películas del ICAIC”, los filmes de los Estudios de la Televisión Cubana o de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las producciones de los cine-clubistas o estudiantes de la EICTV o el ISA, las cintas de los que siguieron haciendo cine al marcharse de Cuba por razones políticas o económicas, las de los extranjeros que representaron lo que sentían por la isla en diversos momentos (fuera Edison, Veyre, Errol Flynn, Chris Marker, Agnès Varda, Andy Warhol, o Wim Wenders), resultará chocante para los que invocan todo el tiempo el respeto al orden establecido.

Sin embargo, aquí precisamente estamos hablando de releer el canon dominante, como pedía Said, con el fin de darle lugar a las narraciones alternativas o definitivamente nuevas. Y ya de paso rescatar al cine de ese nicho cinéfilo en el que ha sido recluido durante tanto tiempo, cortándole cualquier tipo de contacto con áreas que parecían absolutamente ajenas a él.

Un Atlas del audiovisual cubano jugaría un papel similar al que asumen los mapas conceptuales, que ya sabemos les revelan a los lectores conexiones insospechadas a partir de la visualización activa que reporta la representación gráfica del conocimiento.

Juan Antonio García Borrero

LA ENORMIDAD DE CUBA

por Abel Prieto

Tomado del Blog El vuelo del Gato

Con este título, “La enormidad de Cuba”, Roberto Fernández Retamar escribió en 1995 un penetrante ensayo sobre el destino de nuestra nación. ¿Cómo es posible referirse así a una diminuta isla del Caribe?, pudiera preguntarse cualquiera, sorprendido. Pero enseguida Roberto nos explica que se inspiró en La enormidad de España de Unamuno y en su tesis de que “enorme es lo que se sale de la norma”.

Desde 1959 Cuba “se salió de la norma”. Ya no aceptó jamás “la normalidad” colonial, capitalista y dependiente que según la geopolítica yanqui le estaba fatalmente reservada. El largo castigo recibido por la Isla rebelde ha incluido, como sabemos, las modalidades más variadas y perversas: invasiones, atentados terroristas, hostigamiento mediático, guerra biológica, un bloqueo más y más despiadado y todo tipo de agresiones.  

Aparte de su portentosa resistencia, señala Roberto, Cuba ha prestado ayuda con sus médicos a los países del Sur y acogido gratuitamente a miles de becarios de esos mismos países:

“Cuba contribuyó además a preservar la independencia de Angola y a obtener la de Namibia, y a la erradicación del apartheid (esto último lo reconoció noblemente Nelson Mandela); ha defendido en muchos campos la soberanía y la dignidad de los pueblos de Nuestra América.”

Esta vocación generosa e internacionalista no es en lo absoluto “normal”, según los patrones imperiales. El MINREX acaba de denunciar las ofensivas declaraciones del Departamento de Estado de EEUU, como parte de “la campaña de descrédito y mentiras contra la cooperación médica internacional que brinda Cuba”. En una circunstancia en la que el mundo requiere con urgencia de un frente unido, integral, ante la pandemia, basado en la cooperación, el Gobierno de Trump sigue convirtiendo a nuestros médicos en blanco de su capacidad ilimitada para embestir contra todo lo que vale la pena.

Una ex funcionaria de Macri, al propio tiempo, llamó “espías” y “comisarios” a los profesionales cubanos que podrían apoyar a las instituciones de salud de la provincia de Buenos Aires en su estrategia para frenar la pandemia del coronavirus. “No voy a polemizar, estamos trabajando”, replicó el gobernador bonaerense Axel Kicillof, según el diario Página 12.

En menos de dos semanas, once brigadas médicas cubanas se han trasladado a Venezuela, Nicaragua, Surinam, Italia, Granada, Jamaica, Belice, Antigua y Barbuda, San Vicente y Las Granadinas, Dominica y Santa Lucía. Próximamente partirá otra hacia Angola.

De Córdoba, Andalucía, nos llega el análisis de Pedro García Jiménez sobre cómo médicos y enfermeros de Cuba han venido colaborando con las naciones del Sur, desde hace al menos cincuenta años, cada vez que ha habido una tragedia, en Pakistán, en Haití, en la lucha contra el ébola en África, en todas partes. Y agrega: “Seguramente jamás habréis visto ni una sola noticia en ningún medio de comunicación europeo sobre esta circunstancia, ¿casualidad? Seguro que no.”

Tiene razón. En la agenda de los medios hegemónicos nunca ha sido una prioridad ofrecer una imagen objetiva de la Cuba revolucionaria. Aparte de eso, la “anormalidad”, la “rareza”, de llevar ayuda solidaria a los desamparados contrasta demasiado con la filosofía neoliberal que concibe como un negocio la industria farmacéutica y los servicios de salud.

“Hoy (afirma García Jiménez) será difícil ocultar para los medios de comunicación occidentales la llegada de la brigada a Italia, era mucho más fácil cuando iban a cualquier país pobre del mundo, pero hoy los médicos y el personal sanitario cubano llega a una de las regiones más ricas del mundo, la Lombardía italiana. (…) Cuba va a compartir lo poco que tiene, en uno de los mayores actos de solidaridad y colaboración de la historia reciente. Lo realmente sorprendente, es que este hecho no es nada nuevo para ellos y ellas, sin embargo, es tan novedoso para nosotros…”

Patricia Zapata, desde México, comenta el significado de la misión cubana en Italia:  

“Con esta acción, el pueblo y el gobierno de Cuba dan una lección al mundo gracias a una conciencia solidaria que sólo un régimen socialista pudo construir. Este tipo de acciones, surgidas desde la izquierda internacionalista y no desde el capitalismo neoliberal, son las que pueden enfrentar de mejor manera esta pandemia.”

Y describe otros “actos humanos y solidarios” nacidos de una “isla tercermundista bloqueada”: la Operación Milagro, la atención a los niños de Chernóbil, las misiones de la Brigada Henry Reeve, y el más reciente, asociado al crucero británico MS Braemar.  

Sandra Russo le dirige desde Argentina “Una breve carta de amor a Cuba” bajo el título “Cuba es el ejemplo de lo que son esos valores que el mundo perdió”:  

“Hoy veo tus médicos llegando a Italia y escucho los aplausos que los reciben. (…) Tus médicos siempre están donde se los necesita. En paz, en guerra, en pandemia. Cuba, mi amada isla orgullosa, quería decirte hoy, que todos tenemos miedo, que el amor que te tenemos es porque desde hace más de medio siglo sos la gema que se refleja en los arroyos tranquilos del alma. Mientras afuera ruge el mal.”

Más lejos, desde la India, Ben Burgis publica el artículo “La respuesta del coronavirus en Cuba está avergonzando a otros países”, donde recuerda que la Isla ofreció enviar asistencia médica a los EEUU tras el paso del huracán Katrina (propuesta que Bush rechazó) y expone otras pruebas del “espíritu internacionalista” de Cuba. Y destaca “el enfoque admirablemente humano y solidario” que ha mostrado ante la pandemia actual.

Lula, por su parte, hizo llegar una hermosa carta al Presidente Díaz-Canel:   

“Escribo para hablar sobre la emoción que sentí al ver la imagen de los médicos cubanos llegando a Italia, para ayudar a socorrer las víctimas de la pandemia de coronavirus en aquel país. Una vez más el Gobierno y el pueblo de Cuba dan al mundo un ejemplo de solidaridad, venciendo todas las barreras…”

En este texto se refiere de algún modo a “la enormidad de Cuba”: “Es en los momentos de crisis (dice Lula) cuando conocemos a los verdaderamente grandes. Y en estas horas el pueblo de esa isla siempre se agiganta ante el mundo.”

Aunque apenas he citado a unas pocas, son muchas, muchísimas, las personas honestas, que no toleran por principios la mentira, genuinamente conmovidas por vislumbrar una anticipación de la utopía en medio de tanta vileza.    

Hay que releer el ensayo “La enormidad de Cuba”, que cumplirá 25 años en diciembre, y utilizarlo para revisitar el combate recreado por Martí entre el monstruo colosal y bárbaro, en apariencia invencible, y el pequeñísimo David, armado solo por una honda y su grandeza moral, agigantado, “enorme”.