En anterior ocasión, alguien quizá haya escuchado, mi romance trasnochado «En tiempos de reguetón». Poesía, fascinación, me encantaba su manera de ser. Lo que ella dijera mi mente lo digería. Lo que más me seducía: su pinta, tan «repartera».
Después de que aquel romance llegara a abrupto final, descubrí que ahora el Chacal baladas ponía a mi alcance. Para mí no fue un percance, dejar de ir tanto al teatro, porque hasta el anfiteatro me escapaba a descargar y con Maluma cantar siempre: Felices los cuatro.
Ante tanta variedad, intenté que mi escenario fuese el universitario; traté y traté, en realidad. Busqué novias, y en verdad, cuando les ofrecí la luna y mi amor de buena fe, querían ir al Café, con Fonsi, Wisin y Ozuna.
A una que me gustaba le inventé una serenata. Era una chica sensata y Derecho ella estudiaba. Mi guitarra improvisaba: Ojalá —Silvio—, ya está. Me devolvió otro Ojalá —de quien nunca supe el dueño—: «ojalá que nuestro sueño se nos haga realidad».
Así creció mi apatía, no creí que habría un mañana. La Señorita Dayana, también Osmany García; mi «limpio» mundo invadía esa realidad difusa. En virtual escaramuza me llegaba el bisbiseo de la canción Guachineo, y de Dayamí, «la musa».
Una década pasó, entre canciones y gente, y un día, así, de repente, la vida nos reencontró. Esa tarde habló y habló, le brillaba la mirada. Su pinta, desenfadada, y el tosco vocabulario, trocaron mi calendario; la sentí hasta enamorada.
Lo volvimos a intentar, yo, mucho menos permeado, estaba un poco embullado y ella intentaba cambiar. Al jazz me llegó a invitar, me dedicó una canción, y dijo con emoción: «Con tener tu amor me basta, lo nuestro va a durar ¡hasta que se seque el malecón!».
También hice concesiones: dejé la trova un ratico; del «negrito» y el «coquito» tuve «a manu» sus canciones. Palpitante de emociones, casi soy otra persona. Bailo con el Ona Ona y la Charanga Habanera, me aprendí La Gozadera, de Marc y Gente de Zona.
Aun tengo mi dignidad: no escucho a Yomil y el Danny, tampoco a ese Bad ¿Banny? que se cree el rey del Trap. ¿Es Trap o Barbaridad? Cuesta ya diferenciarlos, entenderlos o escucharlos. —desde el Cerro, Insurrecto los supera en intelecto—. La solución: ignorarlos.
Parece que combinamos, yo con mi chica morena, bailamos La Macarena y a Pitbull no reprochamos. En realidad, nos amamos, no importa con que ideario. Aun parece extraordinario, que ella siga en mi destino… ¿será mi palón… divino, o el palito… presidiario?
Aprendí tarde que la locura no es lo contrario de lo razonable, sino otro de los atajos a través de los cuales se puede llegar a lo que nos libera.
No recuerdo ningún maestro que en mi infancia me hablara bien de la locura. Al contrario, me educaron para que todo en mi vida tuviese un orden férreo, una armonía preestablecida, a imagen y semejanza de lo que mis padres, con su buena fe, deseaban para mí: un mundo armónico, luminoso, que ahora sabemos solo será posible habitar alguna vez en el más allá o en el más tarde.
Descubrir el mundo del arte fue mi bendición, porque para los artistas su creación no podría existir sin la apropiación sistemática de eso que Platón llamaba las formas útiles de la locura. Como apunta Hauser en Romanticismo y pérdida de la realidad: “Tanto el artista como el loco prefieren renunciar al mundo que a sus propios postulados e ideales”, y antes Aristóteles en la antigüedad: “Nunca hubo un ingenio grande sin un poco de locura”.
Algo pasó por el camino que la locura creativa terminó siendo satanizada, para convertirse en hegemónica la locura estéril, esa que a diario nos domestica y convierte en meros instrumentos de intereses casi siempre ajenos a nuestro mundo interior. El miedo a que nos tilden de locos por no compartir lo que sencillamente “el sentido común” disfraza de normalidad, ha terminado por mutilar la autenticidad de nuestro Yo verdadero.
Ahora solo nos queda el camino que María Zambrano proponía cuando hablaba de la urgencia de “una ciencia de la piedad”:
“Saber tratar, sí, con lo diverso, con los distintos planos de la realidad que al ser armonía ha de ser múltiple. Saber tratar con lo cualitativamente diferente: tender puentes entre los abismos “existenciales”, que hoy se diría. Saber tratar con la mujer, el loco, el enfermo; saber tratar con el mundo que es siempre lo otro –el no-yo-. Saber tratar con lo sagrado, poniéndose una máscara cuando hace falta y callar a tiempo; saber de conjuros y exorcismos; poder descender a los infiernos una y otra vez, y hasta saber morir en vida todas las veces que haga falta. Saber tratar con los muertos y con sus sombras. Y sobre todo, sobre todo, saber tratar con lo otro en sentido inminente: El otro”.
Esta tarde se me quebró la voz mientras leía mi texto “Según pasan los años” en voz alta.
Manzano, como lo llamamos todos los que lo queremos y admiramos, me había invitado a almorzar y a asistir a su “Peña del hurón azul”, que conduce junto a Reyna Cruz, su esposa.
Se me había olvidado que era hoy. Había ido, no tan temprano, cerca de la Plaza Roja (por la calzada de 10 de octubre) a ver si me aguardaba algo en el segundo piso de la tienda “El Asia”.
Máximo, el librero, me había dicho que todos los sábados había una especie de feria, de mercado de las pulgas, donde sacaban muchas cosas. Cuando llegué a la parada del rutero en Monte, ceca del Parque de la Fraternidad, me llevé la sorpresa de ser el primero en marcar. Me bajé en la Plaza Roja y, ¡milagro, milagro!, la librería “Alejandro de Humboldt” estaba abierta. Compré dos libros de En lo más implacable de la noche, la antología de Idea Vilariño publicada por Casa de las Américas. En “El Asia” no había nada esperándome.
Como ya sabía el camino emprendí el regreso por la Calzada de 10 de octubre, rumbo a Centro Habana, con el firme propósito de llegar a pie. Sabiendo el camino no podía ser tan largo. O bueno… por lo menos para mí. Cuando llegué a la Esquina de Teja, antes de doblar para buscar Monte, sonó mi celular: era Roberto Manzano. Quería saber si iba a ir a su casa a almorzar.
-Era hoy… no sé, Manzano, por qué pensaba que era el próximo fin de semana. Estoy en la Esquina de Teja. Lo que me demore en llegar…
Como estaba seguro del recorrido peatonal más no del guagüero decidí esperar un rutero o una máquina que me bajara a La Habana para, después de pasar por Concordia, dejar mi morral (la mochila) y reemprender el camino de regreso. La vuelta del bobo, sí. Como corresponde.
Una mano me tocó el brazo y me llamó. Era Zuleica Romay. Nos dimos un fuerte abrazo, sudorosos y emocionados. No alcanzamos a conversar mucho porque, ¡milagro, milagro!, ya venía el rutero. Semi vacío.
Dejé mi mochila (mi morral), tomé un poco del yogur que hace Michel, cogí el único ejemplar que tengo acá de Un librero y emprendí el camino de regreso al Parque de la Fraternidad, a la parada del rutero. Marqué el último en una cola zigzagueante y amplia. De repente, sin anuncio, apareció un P 8 vacío. Corrí a él e hice el viaje, hasta la parada de La Palma, sentado, con la ventana abierta y el viento corriendo por mi cara.
Apenas me bajé de la guagua una máquina, a la que le faltaba un pasajero, me estaba esperando para llegar a la Curva de Párraga. Ya todos habían almorzado cuando llegué. Manzano, como lo llamamos todos los que lo admiramos y queremos, abrió su abrazo inmenso apenas me vio. Hacía seis meses no nos encontrábamos. La última vez fue el 17 de febrero.
-Llegué tarde, lo siento…
-No te preocupes… lo importante es que viniste… Y, al ser el último, eres el más afortunado: puedes comer más.
-Eso era en otros tiempos, Manzano… -le respondí sonriéndole al que fui alguna vez: lento pero aplastante como la pata del elefante.
Conversamos un rato. Nos actualizamos y emprendimos todos el camino al “Hurón Azul”, la casa de campo de Carlos Enríquez donde, desde hace un año, funciona la peña que coordinan su esposa Reyna y él.
Si la palabra “apóstol”, en Cuba, no tuviera ya dueño, sería la indicada para nombrar a Roberto Manzano. Apóstol de la poesía. Y como lo conozco (y todos los que lo conocemos) sé que, aunque esta palabra no tuviera dueño, él la rechazaría.
Estar con Manzano, escucharlo, es encontrarse con un ser humano de una bondad y sabiduría infinitas, un poeta en el sentido amplio y profundo de la palabra, un creador, un artesano, un amador de las palabras y del estudio. Un permanente y constante descubridor para quien la vida debe vivirse de acuerdo con la vocación y con una fidelidad absoluta a la verdad. Creo, y no me sonrojo al decirlo, que es el hombre más noble que he conocido. El poeta más amable que existe.
Uno de los invitados a la peña de hoy era el poeta Jorge García Prieto, quien nos leyó algunos de sus poemas y décimas entrañables. Y nos habló (como debe ser en toda peña de poesía) de un poeta que admiraba: Eduardo Mejides Díaz, autor de un solo libro, una delgadísima plaquette publicada por Ediciones Extramuros en 1986, La rendija de la calle, escrito ante la insistencia de un amigo y acompañado por una botella de ron. Poeta del que no se sabe su paradero. Está perdido. O como dijo Jorge: “Desaparecido”.
No me resistí a fotografiar todos sus poemas con mi cámara invencible. Había algo que me tocaba en lo más hondo: aquello que me hablaba directamente sobre lo que no hay que olvidar jamás y “recordar para recordar”. Como un deber. Como un pacto. Porque si no se hace esas vidas, esos momentos, esos tiempos se perderán irremediablemente. Son poemas que me hablan a los ojos. Que me dibujan lo irrepetible.
Este fue uno de los que leyó Jorge:
Elegía
A Francisco, a quien no puede decirse en un poema; a esos, a los que dijeron ¡coño!, se nos ha ido “Mortadella”.
tu traje de béisbol está canoso francisco martínez “mortadella” las pelotas andan de luto y el jonrón que nunca diste te recuerda francisco te perdiste por el cáncer y te buscaron iglesias misas oraciones y hasta el brujo más brujo de los brujos y ni los hospitales más audaces te encontraron y hoy que has permorido a ciencia cierta me pregunto quien nos menichea el placer está muy pálido a decir verdad aquí todo está muy pálido tu casa la bodega el camión de leche que vendiste el bombillo de la esquina pobrecitos todos si los vieras ahora que te hemos deshallado eternamente cómo explicarle a tu guante a tu gorra a tus espais a esas cosas tremendas que mimabas cómo explicarle que jamás se efectuará un torneo “MORTADELLA IN MEMORIAM” cómo explicárselo francisco cómo.
Tal vez fue el tono de los poemas de “Chaca” que Jorge leyó… tal vez el saber que era la primera vez que iba a leer algunos textos de mi libro ante cubanas y cubanos que no conocía o que frente a mí estuvieran Manzano y Reyna o quién sabe qué fue… lo único cierto fue que cuando leí “Según pasan los años” y volví a pronunciar los nombres de Gilber y Rolando, no pude evitar que mi voz se quebrara un segundo y tuviera que decir “lo siento” y Manzano, como lo llamamos todos los que lo que lo admiramos y queremos, me sonriera y me dijera:
-Tranquilo. No importa.
Y yo terminara de leer y por un momento, tan sólo un momento, esos dos libreros volvieran a existir en mis palabras y comenzaran a habitar en la memoria de todos los que, a pesar del calor y la lejanía, nos habíamos reunido en la “Peña del hurón azul” para compartir por un rato la poesía y la amistad.
Y un vaso de té con ron, un buchito de café y un pedacito de cake porque hoy la peña cumple un año y no podemos dejar de celebrar y “armarnos de amigos, porque los amigos son los amigos y si nos entran a trompones se reparten entre todos”.
por: Luis Enriquez Desde su lanzamiento en junio del presente año, #toDus, la
Plataforma Cubana para Mensajería Instantánea entre dispositivos móviles, acaparó la atención llegando a alcanzar en poco más de una semana, cifras superiores a los 400 000 usuarios. Aún en fase “Beta”, la aplicación sigue en la popularidad y su equipo de desarrollo, desde la Universidad de las Ciencias Informáticas, trabaja incansablemente para lograr el desempeño óptimo del sistema. ¡Para sus seguidores hay buenas noticias!
Este jueves, desde su página oficial en Facebook, se anunció una nueva actualización disponible desde la red de datos móviles de ETECSA y también a través de APKlis, “la fuente oficial para descargar y actualizar la App.” ¿Qué trae de nuevo? Esta es la versión beta 0.11.20 con notables cambios en el diseño, haciéndolo más cómodo para terminales de pantallas pequeñas. Los grupos ahora podrán tener foto de perfil, gestionada por el administrador del mismo. También se incorporaron mejoras en la sincronización entre los contactos de #toDus y los del teléfono, así como la opción de guardar las fotos recibidas, en la carpeta “Imágenes” del dispositivo.
Otros cambios realizados, aunque no son perceptibles visualmente, contibuyen a un rendimiento más eficaz, e incorporan herramientas que permiten a los creadores recopilar información, acerca de los eventos en que la aplicación no tiene el funcionamiento esperado, con el fin de corregir las posibles fallas. #toDus sigue siendo gratis De acuerdo con la nota publicada, algunos usuarios han presentado problemas para la conexión. Al respecto, los desarrolladores recomiendan “revisar las opciones de navegación por datos móviles ofrecidas por ETECSA.” Aclaran que “el servicio de mensajería a través de #toDus continua siendo GRATUITO”, aun cuando es necesario seleccionar la “Tarifa por consumo” para que la aplicación funcione correctamente. La importancia de actualizar
Cada versión mejora y optimiza el desempeño con respecto a las anteriores. Por eso es importante que “la familia que integra #toDus, recuerde que es de vital importancia mantenerse al día, ya que todos somos parte de una muestra necesaria en esta etapa de pruebas.” Para acceder a la aplicación actualizada puede hacerlo desde los siguientes enlaces: https://www.todus.cu/update/todus.apk (Disponible de forma gratuita desde la red de datos móviles de ETECSA, preferiblemente utilizando una conexión 3G) Los jóvenes que se esfuerzan por mejorar este servicio, agradecen la colaboración de todos los usuarios. Es por eso que cada día están atentos a los comentarios que reciben en su cuenta oficial de Facebook. Si necesita más información, quiere enviar sugerencias, opiniones o compartir su experiencia con #toDus, también puede contactar con el Centro de Soporte de la Universidad de las Ciencias Informáticas, mediante el correo soporte.tecnico@uci.cu o llamando al teléfono 78373797.
Y pasa que entro a Facebook y siento que se me abre el piso. Carilda: la puta, la poeta, la rubia, la mujer, la que me sacó y secó las lágrimas durante estos casi 30 años, la que me estremeció el cuerpo con los versos a la madre, la que me hizo un ovillo con los poemas al padre, murió hoy por la madrugada. Se consumió el erotismo de la que tenía ojos verdes. A la hembra que se desordenaba con las lanzas de los Quijotes, se le apagó la luz en una sofocante madrugada de agosto.
Y yo, que siento su muerte como si se me hubiera muerto una hermana, la lloro mientras pienso en los libros que me llenan el cuarto con su poesía. No hay Error de Magia que salve este momento. Una mujer escribe, o intenta escribir estas líneas Con Tinta de Ayer y al apretar con las manos las diminutas teclas de la computadora, un frío la recorre Al Sur de la Garganta. Y es que, cómo escribir sobre la muerte de quien puso los versos en estos ojos. Cómo homenajear a quien vivió su vida hecha poema. Esta es una Noche para dejarla en testamento, El cielo indefeso tiene La luna en el suelo mientras Cien sonetos ensayan un Discurso de Eva que unas manos blancas, sin hijos y con gatos, dibujaron una mujer Prometida al fuego.
Vivió su vida entre hombres y palabras sueltas. Abogada de la suerte, por título y vocación, defendió las causas en las que creyó siempre. Jamás le importó que la llamaran puta. Ella era más que eso. El erotismo hecho mujer, eso era Carilda. Con sus Poemas para no envejecer desafió a la muerte. De alguna manera, ella no ha muerto. Sus Huesos alumbrados permanecerán inmunes, eternos… como un Temblor bajo la piedra. Y un día cualquiera, A la una de la tarde, un poema ajado volará de alguna mano para caer en los labios de alguien que besa.