Conversar sobre el bandidismo en Cuba con el General de Brigada (r) Andrés Leiva Castro es revivir los épicos años de la década del 60, del pasado siglo.
Leiva tiene 82 años y una memoria prodigiosa. Con lujo de detalles habla de las operaciones realizadas contras las bandas contrarrevolucionarias que operaban en el Escambray, y de los horrendos crímenes cometidos por esos asesinos subvencionados por el gobierno de los Estados Unidos, en su afán de destruir la Revolución
Sufrió en carne propia la crueldad de esos hombres convertidos en fieras, y en una de sus piernas y parte del cráneo, de platino desde entonces, conserva las huellas indelebles de aquel terrible encuentro donde recibió un balazo de calibre 45 en el muslo y un culatazo de pistola en la cabeza, que lo dejó prácticamente muerto.
Como creador y fundador del grupo operativo El Molino, cuyo modus operandi permitió capturar a más de 30 bandidos, incluida la famosa banda del cabecilla contrarrevolucionario Osvaldo Ramírez, sus vivencias fueron utilizadas por los realizadores del serial LCB: La otra guerra que acaba de pasar la televisión cubana, en la que sirvió de asesor sobre la epopeya miliciana contra el bandidismo.
Acerca de esa experiencia, y sus valoraciones sobre la gustada serie televisiva, conversamos en la sala de su casa del reparto Escambray, en la ciudad de Santa Clara, provincia donde reside y en la que fuera delegado territorial del MININT.
Una taza de café hecha por su esposa, hizo aún más agradable la amena charla con tan conocedor y locuaz interlocutor.
General, usted tuvo protagonismo en el serial LCB: la otra guerra en su condición de consultante. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué hizo? ¿A cuáles lugares fue?
A mí me consultaron, pero lo principal que tomaron para el serial fue el grupo especial operativo denominado El Molino. Al trabajo del grupo le dedicaron el capítulo 7, cuyo tema central fue la captura de Osvaldo Ramírez.
Les expliqué cómo se creó y cómo actuábamos. El grupo fue constituido el 6 de octubre de 1961. Éramos cuatro miembros de los Órganos de la Seguridad del Estado y seis exalzados capturados por nosotros que se nos unieron. Para engatusar al enemigo, la mayoría nos vestíamos como bandidos, con el pelo largo, barbudos y hasta con su misma peste.
Cogíamos al colaborador y preparábamos un paripé de interrogatorio. El hombre no decía nada, pero le hacíamos una carta donde afirmábamos que había cooperado con nosotros. Por la noche salíamos con él, custodiado por dos o tres hombres, como de traslado a otro sitio.
En el lugar previamente acordado, el carro se rompía y apenas caminados unos metros una banda de supuestos alzados —nosotros mismos— lo capturaba. A los soldados rebeldes se les fusilaba o, al menos, eso le hacíamos creer al colaborador, quien escuchaba los disparos y se atemorizaba.
“Tú no eres colaborador nada, tú eres del G2. Mira, aquí lo dice esta carta”. El hombre, acobardado, creyendo en peligro su vida, se defendía afirmando que era mentira y entonces sí nos daba la información que necesitábamos.
Luego, nosotros caíamos en una emboscada de las tropas de la LCB (Lucha contra Bandidos) y éramos conducidos de vuelta al lugar de donde mismo habíamos salido unas horas antes: al G2. El hombre quedaba preso de nuevo, y “los falsos bandidos” íbamos tranquilamente a dormir en nuestras casas.
Así fue capturada la banda de Osvaldo Ramírez. El simulacro lo hicimos en la loma La Puntilla, cerca de Remedios. Fue exactamente el 10 de abril de 1962, y el colaborador nos dio la ubicación donde estaban los alzados y los lugares por donde acostumbraban moverse.
“Un detalle: como todos sabemos, la teleserie cambió los nombres de los personales reales, pero debo aclarar que Pedro El Grande, de LCB: La otra guerra, se llamaba Filiberto Cabrera y le decían Pancho El Grande. Y una revelación: quien mató a Osvaldo Ramírez fue el miliciano Ángel Pérez Harrinson, conocido por su físico como El Yanqui, quien se quedó con la pistola de Osvaldo.
También les hablé a los guionistas de otros casos operados por el grupo El Molino en el año 1963, pero como el serial llegó solo hasta 1962, a lo mejor los utilizan en la segunda parte que se piensa filmar.
Con ellos recorrí la zona del antiguo Frente Norte de Las Villas, por la zona de Jobo Rosado, donde capturamos en 1964 a tres peligrosos cabecillas contrarrevolucionarios: Floro Camacho Alfaro, alias La Menuda; Raúl Romero y Everardo Díaz Brunet, Frías, como le decían.
Además, les conté sobre la desarticulación de la banda de Juan Alberto Martínez Andrade, y ofrecí detalles de la captura de José Rebozo Febles, Pepe Rebozo, el último bandido, detenido en 1966 y en cuyo operativo participé de manera directa”.
Usted conoció a varios de los protagonistas de la LCB: Mongo Treto, Puro Villalobos, el Caballo de Mayaguara, hombres de leyenda que sirvieron de base para crear los personajes de Mongo Castillo, interpretado por Osvaldo Doimeadiós, y el Gallo de Cumanayagua, bajo la piel de Fernando Hechavarría. ¿Pudiera hablarnos de ellos?
A Gustavo Castellón, el famoso Caballo de Mayaguara, lo traté poco. Un mes antes de su muerte fui a verlo para saber cómo andaba de salud. Tenía información de sus problemas, pero no lo vi tan mal. Realmente me sorprendió la noticia de su suicidio. No hubo en el Escambray quien supiera más de cómo capturar bandidos que el Caballo.
Mongo Treto era un guajiro analfabeto muy gracioso. Los alzados le temían y odiaban. Su casa se la quemaron e intentaron matarlo más de una vez, pero Mongo nunca regresaba por el mismo camino. Era un hombre muy astuto. Les hacía trampas. Ya viejo, iba a verlo a su casa en Güinía de Miranda y conversaba bastante con él. Murió el 28 de mayo de 2009. Creo que no quedó nadie del pueblito sin acompañar el cadáver de Mongo hasta el cementerio.
Estas dos décimas lo retratan bien:
Escribir de Mongo Treto, su histórica travesía,
En diez estrofas sería, una falta de respeto.
Tenía, aunque analfabeto, la luz de un sexto sentido
Para limpiar de bandidos, donde su escenario fue,
Con un pomo de café y su tabaco encendido.
Y esta otra:
La historia de Mongo Treto, es la de un guajiro clave,
Que a la manigua le sabe, hasta el último secreto.
Era un campesino inquieto, y puso su corazón,
A luchar por la razón, la justicia y el decoro,
Porque su inmenso tesoro, fue esta Revolución
También conocí a Puro Villalobos. Su casa la convirtió en refugio seguro para los niños de la zona, pues cuando sabía de bandas de alzados merodeando, los recogía a todos y ponía a sus hijos milicianos de guardia para cuidarlos la noche entera.
De Puro Villalobos recuerdo esta otra décima:
Puro fue un hombre tan puro, como el aire de la Sierra,
Y tan ligado a la tierra, como cualquier tronco duro.
Era un guajiro, seguro de sí mismo,
Y fue tan fiel a la Patria y a Fidel,
Que cuando se escriba compay, la historia del Escambray,
Hay que mencionarlo a él.
La historia del bandidismo y de estos hombres debiera divulgarse más. No dejarlas caer en el olvido. Las nuevas generaciones deben saber que esas cosas pasaron realmente.Hoy casi no se habla de ellos tres. Por suerte, el serial los ha traído de vuelta.
Leiva, una de las escenas de mayor dramatismo y más difícil de filmar, fue el ahorcamiento del padre y del hijo. Incluso, su director Alberto Luberta ha confesado que fueron hallados abrazados, aunque ellos no los representaron así en el serial. ¿Qué sabe usted de ese horrendo crimen?
Lo primero es que no sucedió en el Escambray, aunque en la recreación de la realidad se ubicara en esa zona, la de mayor presencia de bandidos en Cuba. Fue en Sierra de Cubitas, al norte de Camagüey, pues allí el cabecilla Juan Alberto Martínez Andrade había enviado a uno de sus jefes de bandas más sanguinarios: Everardo Díaz Brunet, el tal Frías, que ahorita mencioné, para abrir un frente guerrillero, como ellos le llamaban; en realidad un frente de asesinos.
Encuentro con Fidel en el Escambray. Foto Cortesía del autor
Y lo segundo, ambos eran de la raza negra, de apellido Pisco. Cogieron primero al hijo, pero el padre pidió acompañarlo. Ya el viejo tenía la certeza de que eran alzados. Por el camino Frías decidió matarlos a los dos. El padre pidió ser ahorcado primero, pero se lo negaron.
Esa noche la banda mató al administrador de la cooperativa. Fueron tres crímenes horribles. El bandidaje dejó mucho dolor entre los campesinos. Solo en la zona del Frente Norte de la antigua provincia de Las Villas hubo 14 asesinatos. Por suerte, finalmente ese criminal pagó con su vida tanto daño causado.
General, ¿quedó usted satisfecho con LCB: La otra guerra?
Lo vi bien, pero no solo yo, todos con quienes he conversado me han hablado muy bien de este serial. Algunos compañeros me preguntan por qué no pusieron a los personajes con sus verdaderos nombres y siempre respondo lo mismo: lo importante son los hechos que refleja.
Incluso, desde los Estados Unidos comentaron del serial, aunque tratando de tergiversar la verdad. Fue una buena experiencia. Hubo hechos más duros, crímenes extremadamente violentos, pero ahí están recogidos. Eso es lo importante.
Una última pregunta, Leiva. Pretende filmarse una segunda parte, lo han dicho los propios guionistas; si usted pudiera sugerir, ¿qué hechos incluiría desde 1962 hasta la derrota total del bandidismo, en 1965?
Hay varios acontecimientos y crímenes que no debieran faltar, como el asesinato de la familia Pío Romero. Tampoco dejaría fuera a los principales cabecillas y asesinos del Escambray que le sucedieron a Osvaldo Ramírez: Tomás Pérez Díaz, conocido como Tomasito San Gil; Julio Emilio Carretero, y a Cheíto León, que como jefe duró poco, pero fue quien mató a Alberto Delgado, el Hombre de Maisinicú.
Incluiría también la famosa Operación Trasbordo, organizada por el G-2, junto a Alberto Delgado, y que permitió capturar a Carretero y su banda.
Y finalmente la detención de Pepe Rebozo: el último bandido. Con su captura, el 1ro. de octubre de 1965, el bandidismo quedó para siempre erradicado en Cuba.
Pero lo más importante, ojalá se concrete la idea. Hace falta.
MANCHESTER, REINO UNIDO- El marco básico del régimen de propiedad intelectual (PI) pretende “obstaculizar el acceso al conocimiento” en lugar de permitir su difusión, según afirmó el Profesor Joseph Stiglitz durante una conferencia que tuvo lugar el 5 de julio sobre “¿Quién posee la ciencia?”. Stiglitz, Premio Nobel 2001 de Economía , y el Profesor John Sulston, Premio Nobel 2002 de Fisiología y Medicina, inauguraron el nuevo Instituto para la Ciencia, la Ética y la Innovación de la Universidad de Manchester.
Ambos criticaron duramente el actual sistema de patentes por considerar que frena la ciencia y la innovación.
La propiedad intelectual a menudo se compara con los derechos de propiedad física pero el conocimiento es fundamentalmente diferente, dijo Stiglitz. Se trata de un bien público con dos atributos : “una competencia sin rivalidad” y la no exclusión, lo que significa que es difícil impedir que otros disfruten de sus beneficios. Eso es contrario a los regímenes de propiedad intelectual, que son peores que la exclusión porque crean un poder monopolista sobre el conocimiento que a menudo se utiliza indebidamente, señaló.
Se considera que los monopolios de patentes impulsan la innovación, pero en realidad dificultan el avance de la ciencia y la innovación, afirmó Stiglitz. La actual “maraña de patentes”, en la que cualquier persona que elabora un exitoso programa de software es demandada por supuesta infracción de patentes, pone de manifiesto que el sistema de propiedad intelectual existente no permite fomentar la innovación, añadió.
Otro problema es que los beneficios sociales derivados de la innovación no concuerdan con los ingresos privados relacionados con el sistema de patentes, dijo Stiglitz. El beneficio marginal de la innovación es que se puede tener acceso a una idea antes de lo que se podría de otro modo. Pero la persona que adquiere la patente sobre esta idea obtiene un monopolio de largo plazo, creándose así una brecha entre los beneficios privados y los beneficios sociales.
El Proyecto del Genoma Humano identificó un gen que permite predecir el cáncer de mama y que fue patentado por una compañía estadounidense, según afirmó Stiglitz. El costo real de la realización de pruebas para determinar el gen es mínimo, pero los costos de los pacientes son tan elevados en los EE.UU. que las personas sin recursos no están en condiciones de efectuar la prueba, dijo. Esto pone en tela de juicio la equidad y la justicia del sistema de patentes, añadió.
Stiglitz planteó dos preocupaciones. Los países desarrollados se hallan separados de los países en desarrollo debido a la disparidad en materia de acceso a los conocimientos, y la propiedad intelectual está haciendo más difícil cerrar la brecha, dijo; es la razón por la que las naciones en desarrollo miembros de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) solicitaron (y obtuvieron) un programa para el desarrollo. Aún más, el resultado de la PI es un menor acceso a los servicios sanitarios, añadió. Afirmó asimismo que los medicamentos genéricos cuestan una fracción de aquellos de nombres comerciales, pero con el acuerdo sobre PI y comercio de la Ronda Uruguay de la Organización Mundial del Comercio se dictó una sentencia de muerte para millones de personas al dificultarles el acceso a estos medicamentos de menor costo.
Stiglitz sugirió que los regímenes de propiedad intelectual deberían ajustarse a determinados países y sectores. Nadie cree que el sistema de patentes debería ser abandonado en su totalidad, pero la cuestión es si otros mecanismos, como el otorgamiento de premios o la financiación pública, podrían utilizarse para promover el acceso a los conocimientos y estimular la innovación en áreas donde hay objetivos bien definidos, como, por ejemplo, el tratamiento curativo para la malaria, dijo. Stiglitz tiene la esperanza de que haya reforma porque muchos en los EE.UU. están buscando cambios en el sistema de propiedad intelectual.
Sulston dijo que la ciencia puede impulsarse por la necesidad y la curiosidad, lo que requiere un importante grado de apertura y confianza entre los agentes. Lo que ocurre, sin embargo, es que la propiedad privada de la ciencia y la innovación aumenta cada vez más, una situación acogida con beneplácito por gobiernos e inversores que controlan la orientación de las actividades de investigación, dijo. Pero, según Sulston, la consecuencia de ello es un encauzamiento de la ciencia hacia ámbitos rentables y el alejamiento de los que no lo son.
Esta tendencia tiene varias consecuencias, entre ellas el abandono de actividades de investigación sobre enfermedades que afectan a personas sin recursos y la producción de medicamentos innecesarios que se venden a través de una comercialización intensiva, afirmó Sulston. No se ha podido llevar a cabo una distribución equitativa de los bienes derivados de la actividad científica, pero, añadió, la solución no es “un empecinamiento constante en la equidad”.
La propiedad intelectual es una cuestión ideológica en organizaciones como la OMPI, dijo Sulston. Las compañías farmacéuticas consideran que cualquier mejora del sistema lo debilita, pero nadie está diciendo que tienen que cederlo todo, señaló. El sistema debe ser un “buen siervo” no elevado a un “nivel teísta”, añadió.
La falsificación se ha convertido en una cuestión importante, dijo Sulston. La tendencia es vincular la falsificación con la IP pero no están relacionadas, señaló. Si los medicamentos se vendieran al precio del costo de producción o apenas por encima, los falsificadores no tendrían mucho margen de maniobra. El sistema de propiedad intelectual es el que está generando la producción de productos falsos, dijo.
Sulston propuso un retorno a la vieja práctica de separar las actividades de investigación y desarrollo de las de producción, al considerar que la mezcla de ambas conduce al cabildeo y la publicidad en la I + D. Separarlas permite una distribución equitativa de productos y facilita el acceso a la I + D, pero sólo si los que comparten la ciencia también comparten sus beneficios, explicó.
Esta separación parece estar sucediendo hasta cierto punto a medida que empresas privadas como la Fundación Bill y Melinda Gates canalizan dinero hacia el sector de la salud pública, dijo Sulston, pero advirtió en contra del retorno a la época victoriana en la que la asistencia sanitaria dependía de la filantropía. Instó a que las cuestiones sanitarias mundiales sean coordinadas por la Organización Mundial de la Salud, pero dijo que este organismo no cuenta con suficiente financiación y sufre una gran presión por parte de los gobiernos y los intereses comerciales.
Sulston también desea que se reflexione de manera más coherente sobre un tratado de cuestiones biomédicas examinado en la OMS, y que haya una mayor participación de las organizaciones no gubernamentales transnacionales.
Es fundamental invertir la tendencia hacia la privatización de la ciencia, señaló Sulston. El mundo debe centrarse en la supervivencia y la prosperidad de la humanidad, y en la exploración del universo, dijo. El resultado, agregó, dependerá en gran medida de “quién posea la ciencia”.
ENTREVISTA AL DOCTOR EUSEBIO LEAL SPENGLER SOBRE EL SER HUMANO QUE FUE JOSÉ MARTÍ
WILMER RODRÍGUEZ: Nos encontramos en
los estudios de Habana Radio, para conversar con un hombre que toda Cuba
lo quiere y lo venera. Un martiano convencido, un fidelista profundo.
Por eso le estamos dando la bienvenida al Doctor Eusebio Leal Spengler.
Buenas noches doctor.
EUSEBIO LEAL: Buenas noches, muchas gracias.
WILMER RODRÍGUEZ: Doctor, el
aniversario 167 del natalicio de José Martí, el más universal de los
cubanos, un hombre que ha marcado la ruta con su herencia de la
nacionalidad cubana. Un Martí que nació en La Habana, un niño que nació
en esta ciudad. ¿Cómo pudiera usted imaginar aquel Martí de niño, por
estas calles de La Habana Vieja?
EUSEBIO LEAL: Imaginarse un poco ese
tiempo. Fue un tiempo muy violento. Los años 49, 50, 51 fueron los años
de las conspiraciones anexionistas, fueron los años en que debutan en La
Habana los cuerpos de voluntarios para enfrentar el movimiento de
Narciso López, es la ejecución de Ramón Pintó. Son años muy complicados.
Es al mismo tiempo los años donde llega a la crisis el sistema
esclavista, está al borde del colapso, y al mismo tiempo a él le
corresponde nacer en un hogar de inmigrantes pobres, que tiene la
connotación, para mí que conozco los lugares, he estado allí, de que
tanto en Canarias, en Tenerife, donde nació su madre, como en Valencia,
en la calle de Cordelet, donde nació el padre, la naturaleza de la gente
es muy parecida, es muy entrañable, es muy amable; y me imagino que
ellos aquí trataron de adaptarse, en medio de condiciones económicas muy
difíciles. Independientemente de esos retratos bonitos que aparecen del
padre y de la madre, y que generalmente eran retratos cuyos ropajes
eran suministrados en el estudio fotográfico, quiere decir, que ellos
debieron ser personas de muy modesta condición.
Segundo, un hogar de niñas, donde el
único varón es Pepe, el único varón es él. Eso tiene una connotación en
esa época, una connotación económica futura para la familia; una
expectativa del padre con relación a su destino, para ayudarle; un padre
que era hombre de pocas luces pero de sentimientos inmensos; una madre
buena y generosa, que como toda madre es absolutamente amor; pero una
madre que tiene que lavar para ocho, que tiene que lavar para la calle,
que tiene que cocinar, que tiene que hacer mil acciones para vivir.
Eusebio Leal en la casa natal de José Martí
Hoy, la casa natal nos parece una cosa
preciosa, pitada, arreglada, cuidada, pero es una casa de los arrabales,
a 50 metros de la muralla, una casa de periferia, una casa en la cual
ellos ocupaban en la planta alta un pequeño espacio.
Si hay algo que me llama la atención de
la casa de Martí es la cocina, apenas cabe una persona para poder
trabajar en la pequeña cocinita de la casa. Quiere decir que esa
humildad y esa modestia, y esa pobreza, y la fragilidad de la salud del
padre y de algunas de las niñas, marcaron un poco el destino de su
niñez.
WILMER RODRÍGUEZ: Y ese destino de su niñez, de su vida, ¿iba a ser Cuba, Doctor?
EUSEBIO LEAL: Sí, sobre todo porque el
papel del maestro es muy importante. Tanto José Sixto Casado, por
ejemplo, que se menciona poco, como el gran maestro Rafael María de
Mendive, o el contacto posible allí en el colegio de Prado, con Anselmo
Suárez y Romero, y otros profesores de categoría que le dieron un
sentido profundamente cubano a su naturaleza. Yo no sé por qué, me lo he
preguntado muchas veces, los hijos de españoles aquí nacían ya con una
forma de expresión y una forma de vida diferente, era una cosa
asombrosa. Yo conozco ancianos ahora, aquí, en la Habana Vieja, que
llevan 80 años en Cuba y conservan todavía el acento español, como
virtud, y sin embargo los que ya nacían en Cuba nacían con el hablar
cubano, y particularmente con el hablar habanero, que fue el hablar de
Martí.
WILMER RODRÍGUEZ: A Martí a veces los
cubanos lo vemos como hijo de toda Cuba, pero Martí es un hijo de La
Habana, es herencia de aquella Habana del siglo XIX y que se va formando
en aquel contexto. Ya usted decía, el colegio de San Pablo, con la
formación de Rafael María de Mendive, y aquel adolescente se va
convirtiendo en un joven de ideas.
EUSEBIO LEAL: Date cuenta que Mendive,
como casi toda su generación de intelectuales, habían sido discípulos de
Félix Varela, habían formado parte de aquella juventud que se había
formado bajo la sombra de los grandes maestros del Colegio Seminario San
Carlos y San Ambrosio, del propio padre Varela, de Saco, del Monte, que
habían tenido la posibilidad de oír hablar de los tiempos gloriosos del
Obispo de Espada, que tenían una visión de Cuba ya mucho más ilustrada,
que se apartaba de los libros de texto y buscaba ansiosamente en la
palabra viva de los viejos maestros la esencia de la cuestión.
Vivió poco tiempo en La Habana, apenas 16
años, interrumpidos brutalmente por el presidio, que fue no solamente
dolor, sino lección y motivo de acercamiento profundo con aquel que fue
el que más influyó en él; porque hay que darle su lugar al padre de
Martí. El padre de Martí tiene un papel esencial, porque el padre de
Martí lo entendió con trabajo, con dolor. Supo pensar en su destino, eso
está claro. “Mi padre ha muerto, y con él parte de mi vida”, estas
palabras de Martí años después lo resumen todo. Con mucho esfuerzo lo
lleva a los Estados Unidos durante su exilio. Mantiene con el padre una
relación intensa.
El padre, fíjate, que era un soldado de
profesión, y sin embargo no fue voluntario. Estando ya retirado habría
sido un sargento de voluntarios, un subteniente de voluntarios. Tenía
relaciones, todos esos españoles emigrados eran sus amigos, y sin
embargo no. Fue el celador del barrio del Templete, le pudo mostrar a
Martí, de la mano, la ceiba bajo cuya sombra nació La Habana; jugó Martí
seguramente en la Plaza de Armas, caminó por la calle de los Oficios,
se detuvo ante la misteriosa iglesia de San Francisco, en aquella época
un lugar oscuro y desacralizado.
Quiere decir ese concepto de habaneridad
vivido en el andar en los barrios de La Habana, el carácter del padre,
el carácter de la madre, tan austero. Todo el mundo ahí se trata de
usted. Usted es el trato de la madre. Usted, es el trato de él para el
padre, un trato muy reverente, no distante, y que en Cuba se suele
otorgar, cuando en cierta madurez de la vida los adolescentes reconocen
en los ancianos personas que deben venerar.
Por ejemplo, mis hijos le llamaron
siempre a mi mamá usted; y nosotros, cuando queremos exaltar a una gran
mujer cubana, le damos el muy español título de Doña, así es Doña
Mariana, por ejemplo, así es la madre de nuestro querido y amado héroe
Abel Santamaría, doña, y es el signo de una devoción, de un respeto, de
una cultura.
WILMER RODRÍGUEZ: Una cultura que
tenía José Martí, por supuesto, en aquellos primeros años en La Habana.
Ya decía usted que solo vivió 16, después fue a Isla de Pinos, después
fue a España, un hombre que vivió mucho tiempo fuera de Cuba y que nunca
perdió la cubanidad.
EUSEBIO LEAL: Lo que asombra a los
maestros en el primer tiempo de su vida es esa letra perfecta, es esa
aplicación a todas las asignaturas. Ahí están los resultados, en el
expediente, están los resultados de su escolaridad.
Cuando llega a España, doloroso, descubre
dos cosas que para él son fascinantes, la gran ciudad de Santander, por
ejemplo, en la cual tuvo amigos y benefactores, y después Madrid, donde
sufre las consecuencias de la enfermedad adquirida en el Presidio,
quiere decir, los roces de la cadena con el testículo, con la pierna,
con la cadera, era un niño muy delgado.
Tan es así que cuando el doctor Valencia
reconoce su cadáver, en Oriente, después de la muerte, dice que se
notaba en el pie una huella como el que ha llevado grillo mucho tiempo,
quiere decir que él fue lacerado en el cuerpo y en el alma.
Sin embargo Martí es un hombre sin odios,
siendo un hombre de pasión, y de pasiones, un hombre con el que era
difícil discutir, porque era un hombre de ganar, de convencer, de
persuadir. Era un hombre que poseía eso que los griegos llaman el
carisma, quiere decir, una luz capaz de deslumbrar a los demás y que
tiene una virtud en él y es que no habla solo… Yo, por ejemplo, que he
tenido el privilegio de conocer grandes intelectuales, conversar, por
ejemplo, con José Lezama Lima, tú hablabas con Lezama Lima y necesitabas
un bagaje de conocimiento para poder acceder a las metáforas de Lezama;
sin embargo, Martí es capaz de ser entendido, y fue mayoritariamente
entendido por una multitud iletrada, de trabajadores. Y era también
entendido por los intelectuales, y por los españoles que lo escuchaban,
era un hombre de corazón, del convencimiento, de la persuasión.
Martí fue algo extraño, de ahí que dijera
el propio Lezama, ya mencionado, que era un misterio que nos acompaña, y
es verdad, es un misterio que nos acompaña.
WILMER RODRÍGUEZ: Ya usted hablaba
ahorita de la marca del grillete cuando murió, pero también hubo marcas
espirituales en la vida de Martí, un hombre que sufrió en la lucha por
la independencia de Cuba, por la libertad.
ESUSEBIO LEAL: En su escrito redactado en España, El Presidio Político en Cuba,
está volcado todo su dolor, todo su sufrimiento. Sin embargo, recuerda
con cariño a la familia del señor Gironella, el catalán que lo recibe en
El Abra, por las gestiones del padre. Reconoce y estima, por ejemplo, a
bordo de su largo viaje, al general español Pierrá, al cual
probablemente se debe su ingreso temprano en la masonería.
Es un hombre capaz de perdonar, sin
olvidar, que es lo más importante. Él no olvida y, por tanto, en qué
radica el perdón. El perdón radica en que no se podrá decir como Kaifaz:
“Que su sangre caiga sobre nuestras cabezas y sobre la de nuestros
hijos”. Él no fue un predicador del odio, él fue un predicador de la
construcción de una nación nueva basada en principios de justicia, de
toda la justicia posible, pensando siempre, quizá alucinado por el
recuerdo de sus padres, en que era también una patria para los españoles
que entendieran el destino de Cuba y que tantos lucharon por la
independencia de Cuba. Es más, te puedo decir que después del
contingente cubano que lucha por la independencia, de los que podemos
llamar hoy internacionalistas, los que más luchan son españoles, porque
son trabajadores, porque son mineros arrebatados a la mina, porque son
campesinos, como sus padres, que cuando vieron a Cuba confraternizaron
con el dolor del pueblo cubano y cuando llegó el momento de la
independencia, lucharon con ellos.
WILMER RODRÍGUEZ: Doctor, la vida de
Martí también está marcada, ya hablábamos de los sufrimientos, pero
también por la incomprensión. ¿Fue incomprendido en su época?
EUSEBIO LEAL: Claro, en primer lugar en
la familia. Cuando tú lees las cartas de la madre, la madre para uno es
sagrada, como sea. Cuando en Cuba decimos una grosería de las peores es
para uno que no tiene madre, porque la madre es todo. Yo siempre he
dicho que el hombre envejece, aunque tenga 80 años, el día en que muere
su madre, deja de ser un niño para ser un hombre.
La madre no entiende nada, en las cartas
le escribe: “Pepe, hasta que usted no deje tanto periodismo, tanta
política, usted no tendrá donde reclinar su cabeza”.
Hay un momento en que Martí piensa, y lo
dice así y lo escribe. Joven, adolescente, que ha llegado a pensar en el
suicidio si no lo dejan estudiar, por ejemplo, que era lo que él debía
hacer, y que era su destino. Sin embargo, al final de la historia vamos a
ver la imagen dolorosa de Leonor Pérez Cabrera cubierta con hábito
negro, como una viuda luctuosa, han muerto casi todos sus hijos, pero
sobre todo, murió Pepe, a los 42 años, que era su esperanza, el padre de
su nieto, José Francisco.
WILMER RODRÍGUEZ: Y no solo incomprendido no solo por su familia, sino también por los que luchaban con él.
EUSEBIO LEAL: Incomprendido por su
esposa, por ejemplo. Yo no la culpo, porque sería injusto. Cuando uno
lee el libro de amor de ambos, es imposible pensar… Primero, fue la
mujer de la cual él se enamoró. “El infeliz que la manera ignore de
alzarse bien y caminar con brío, que de una virgen celeste se enamore”.
Está dicho, está enamorado profundamente, pero como muchos matrimonios,
no coinciden en ciertas cuestiones; ella había sido criada de una
familia diferente, su padre le había dado otra educación. Ella soñaba
con el hogar tranquilo, él no tuvo tranquilidad nunca. Ella soñaba con
estar en Cuba en Camagüey, en Nueva York, y él soñaba con estar en San
José de Costa Rica, en Jamaica, en Tampa donde estuvo probadamente más
de 17 veces. Entonces no hubo posibilidad, no la hubo.
Y políticamente, entre los propios
compañeros de armas, que pensaron que los sacrificios del presidio y los
dolores del exilio no eran suficiente justificación para que adquiriese
Martí lo que lentamente va adquiriendo. Tú vas viendo, por ejemplo, en
las tarjetas de invitación a Nueva York, de las oratorias, del 10 de
octubre, del 27 de noviembre, cómo va pasando Martí de ser un orador al
principal orador. Y como algunos de sus discursos, son sobrecogedores:
“Los Pinos Nuevos”, “Con Todos y para el bien de todos”. Cuando tú lees
eso tú sientes que hay como un volcán encendido en todo eso.
Y algunos no entendieron, costó trabajo,
hubo discrepancias profundas, aún entre Martí y los dos grandes líderes
de la Revolución, Antonio Maceo y Máximo Gómez.
WILMER RODRÍGUEZ: El primer encuentro entre Gómez y Martí no fue nada positivo.
EUSEBIO LEAL: El encuentro de Nueva York, figúrate tú.
WILMER RODRÍGUEZ: Está el diario de Gómez, con lo que escribe Gómez en su diario.
Eusebio Leal en el estreno del cortometraje “Nuestro Martí”, una experiencia en realidad virtual usando Cardoboard
EUSEBIO LEAL: Bueno, pero es lógico, eran
seres humanos. Por favor, hemos convertido en divinidades a los
patriotas y les pedimos que no pueden cometer errores, les pedimos que
tienen que ser perfectos. Decimos que no se pueden decir ciertas cosas
porque no estamos preparados para escucharlas, aquí lo que hay que
hablar de la historia, de la Patria, con la cabeza descubierta. Y yo te
digo a ti que cuando he leído cartas de Martí, o leo lo que está escrito
en su diario, o leo a Gómez, o leo a Maceo, en algunos momentos de
tensión moral para mí, preparándome para un trabajo, o una clase, leo
esas cosas y me saltan lágrimas del corazón. Y recuerdo a Fidel el 15 de
marzo del 78, recordando la Protesta de Baraguá, cuando dice que hay
que entrar a la historia con la cabeza descubierta.
No se puede entrar con la soberbia
señoril de los que no ha sido capaces de disparar un tiro, ni se han
visto nunca en los horrores de la guerra, en el hambre de la manigua,
ver muriendo a tus hijos, como vio morir Máximo Gómez a los suyos, Maceo
a los suyos, ver eso para lograr humanizar, vulgarizar. Adoro a los que
aman, y aborrezco a los que tratan de vulgarizar la historia para
hacerla comprensible. Todo cubano está preparado hoy para entenderlo
todo, sino mañana no entenderán nada del hoy, que es el más grande
peligro, y del ayer. Porque tú eres demasiado joven, ¿qué edad tienes?
WILMER RODRÍGUEZ: 35 años doctor.
EUSEBIO LEAL: Te podrás imaginar.
Entonces yo, que tengo mucho más que tú, y que tú naciste en medio del
apogeo de la Revolución. Yo solamente no conocí a Camilo y al Che
personalmente, la mano de todos los demás dirigentes de la Revolución me
arden todavía en la mano. Todavía me arden en la mano la mano de
Montané, de René Rodríguez, de Manuel Piñeiro, de Celia, de Calixto
García, de Juan Almeida, tú te podrás imaginar. Todavía me arde en la
mano, la mano de Fidel. Cómo entonces explicaremos mañana la historia.
Yo, que los he visto también de cerca, como hombres, nunca como dioses.
WILMER RODRÍGUEZ: Como seres humanos, doctor.
EUSEBIO LEAL: Como seres humanos capaces de errar y de acertar.
WILMER RODRÍGUEZ: Y Martí era un ser humano
EUSEBIO LEAL: Martí era un ser humano
superior, como Fidel. Era un ser humano superior, con una capacidad
enorme de síntesis, con una capacidad de elaboración de ideas, con una
capacidad de ir a un objetivo. Tú tomas el discurso de Martí y es una
elipsis, él viene buscando el resultado, viene buscando, y de pronto
parece que hay una digresión larga, que de pronto encuentra nuevamente
su lectura y concluye dejándote exhausto.
WILMER RODRÍGUEZ: Doctor, el 24 de
febrero de 1895 inicia la guerra organizada por Martí. Era Martí un
hombre bueno, pacífico, esto se lo he escuchado en varias ocasiones,
entonces ¿por qué se lanza a la guerra?
EUSEBIO LEAL: Consideró a la guerra
inevitable. Antes de considerarla necesaria y redentora, la considera
inevitable. Con lágrimas del corazón él se ve obligado, ante el fracaso
absoluto, ante la incomprensión total, ante los caminos equivocados de
los reformistas y de los que buscaban soluciones a medias. Para él no
hay más camino, después de conocer la historia del mundo, América, de
Bolívar, de San Martín, que no hay más remedio que luchar, y que el
pasaporte de identidad del pueblo cubano será firmado por España con
letras de sangre. Reconocerá España a Cuba como independiente con el
dolor de su propia sangre. Piensa tú que en la primera guerra, en la de
los 10 años, cuando el capitán general Joaquín de Jovellar se dirige al
pueblo de Cuba, dice que 90 000 madres españolas lloran la pérdida de
sus hijos. En la segunda guerra vinieron más soldados a combatir contra
la independencia que en todas las guerras latinoamericanas juntas,
incluyendo el Ejército Británico en los Estados Unidos. Hay un momento
que hay en Cuba entre civiles armados, fuerzas paralelas como
voluntarios y ejército regular más de un cuarto de millón de soldados
contra un levantamiento de un pueblo que avanza armado del Oriente a
Occidente, y cuyo camino de allá para acá es un camino de fuego.
“¿Qué queremos?”, pregunta el general
Gómez en un momento. “¿Una Cuba libre, soberana de verdad? ¿O queremos
continuar en la servidumbre y la esclavitud?” Cuando llega al ingenio
aquel, listo para comenzar la zafra y parado en la escalerilla de la
casa ve a los guajiros que llegan sucios, con los niños cargados,
famélicos. Y pregunta: “¿Y la escuela dónde está?”. Le responden: “Nunca
la hubo”. No había nada limpio allí, no había justicia y ordena
inmediatamente que se destruya el ingenio. Fuego. Fuego. Y mañana todo
el que vaya a cortar caña que se le incite a luchar, y si no, que sea
pasado por las armas. ¿Y qué quiere decir eso? Que la guerra era
terrible, que era la última razón de ser. Y él no puede huir de lo que
él mismo ha convocado, y contra todo pronóstico y contra toda negativa,
que las hubo, se decide a venir.
Y esa noche, ese bote tirado a la bartola
a las diez de la noche, moviéndose el mar encrespado, separándose, como
dice Gómez, nunca vio separarse un barco grande de una barquichuela en
que venían cinco hombres. Se pierde el timón. Hay que improvisarlo. Y
finalmente, después de mucha lucha, llegar a ese lugar misterioso, bello
e impresionante de Cuba, en el que tuve el honor de estar con Fidel la
noche en que se cumplían 100 años de la llegada de Martí. Y Fidel entró a
las 10 de la noche en el agua, hasta la bota, con la bandera cubana y
la movió al norte, al sur, al este y al oeste, ante un grupo de pocos
testigos, no llegábamos a diez los que vimos aquella escena
sobrecogedora. Y te voy a decir, era oscura como la noche del 10 de
abril de 1895, pero de pronto apareció la luna y se iluminó el mar e
iluminó la estrella radiante de Cuba.
WILMER RODRÍGUEZ: Decía usted que hubo negativas para que Martí regresara a Cuba.
EUSEBIO LEAL: Claro que sí. Fueron
algunos falsos amigos o admiradores con rabia. Sabes que siempre hay
quien te admira, pero con rabia. Él también tenía detractores. Le decían
el capitán araña, todo lo imaginable se dijo de él, todo tipo de
calumnias. Y segundo, el momento crucial: Fernandina, todo se pierde.
Porque él confía en un hombre inconfiable, pero no lo sabe. Un error, un
error humano lo hace perder todo. Todo se pierde. Y después la carrera
por sacar de la cárcel a los marineros, al capitán, y allí están las
tres naves confiscadas, bajo cuyos aperos de labranzas venían los
fusiles comprados por los obreros y las armas, para tocar tres puntos de
Cuba, que era su objetivo. Quería una guerra pronta, justa, ejecutiva
que impida la movilización española y la intervención norteamericana.
Está claro que para él ya lo español está pasando a un segundo plano que
el gran peligro que aparece delante es la intervención militar de
Estados Unidos, que se ve clara cuando él se entrevista con el
periodista norteamericano Eugenio Brison y este le dice: “Vengo de La
Habana, y Martínez Campos me ha dicho que antes de ceder a los cubanos,
pactan con los yanquis”. Eso ya es terrible.
Y por último, las discrepancias ya en
tierra en cuanto a la dirección de la guerra. Vuelven a salir los
fantasmas del pasado. Porque algunos, aún los más lúcidos, valientes,
esforzados no se dan cuenta que la garantía de que no iba a suceder lo
del pasado era él, Martí, que era el equilibrio, el sentido justo, que
jamás veríamos a un Martí dirigiendo operaciones militares. Eso no era
lo suyo. No. Martí era el político, era como le empezó a llamar la
gente: Presidente. Y el temor de Gómez, expresado en sus palabras aquel
día en una discusión de campamento: “No me le digan presidente, que él
no lo es todavía. Díganle general”. Era el alejamiento de la realidad,
que ya eso se vio en el drama de Céspedes y la Cámara, que era el
pasado.
Y por último, lo inesperado, la muerte.
Era el destino. Hay quien cree, hay quien no. La divina providencia,
como dice Gómez. Su propio karma, su propia señal de vida está escrita
en cartas, en versos: “Mi verso crecerá bajo la tierra y yo también
creceré”, “siento dentro de mí un cántico que no puede ser otro que el
de la muerte”.
Y por último Cuba. Trescientos y tantos de kilómetros caminados desde Playitas por las montañas.
WILMER RODRÍGUEZ: Eso nadie lo imagina doctor. Martí con una mochila a cuesta por esas montañas.
EUSEBIO LEAL: Una mochila con 100 tiros,
medicamentos, libros, un Winchester 44, un revolver, zapatos desechos,
ropa de campaña a mal traer, su propia ropa llevada a cuesta,
trescientos y tantos de kilómetros. Por eso hay que leer bien delante de
su tumba los hitos que van marcando los campamentos hasta llegar a Dos
Ríos. Hace muy poco que fui a ese lugar. Desde que me fui acercando y vi
el río Contramaestre sentí una emoción indescriptible. Entonces llegué
al lugar, y veo el monumento y veo el triángulo de los ríos, y el
espacio.
Cuentan que al sentir el tiroteo de una
columna española Gómez ordena a salir inmediatamente y le dice a Martí
cuando lo ve tan dispuesto: “Apártese Martí, apártese”, como diciéndole,
ese no es su lugar, espere, quédese, nosotros volveremos. Y esa fue la
tapa del pomo. Porque también en la mesa de comida en La Mejorana le
habían dicho esto, y también fue muy probable que en la entrevista de La
Mejorana la decisión de los dos grandes generales fuera: “Más hace
usted allá que aquí, usted aquí no es tan necesario como allá. Nosotros
vamos a hacernos cargo de esto”. Pero que va, él quería pasar a
Camagüey, constituir el gobierno en Camagüey, donde tenía la certeza de
lograr un gobierno equilibrado, con patriotas probados, con soldados e
intelectuales de mérito, no un grupo decadente de letrados, ni de
locuaces políticos incapaces, como se vio antes y se viera luego, y
sería la causa de tanta desgracia para Cuba, entre ellos la muerte de
Antonio Maceo. Ahí uno comprende el porqué de La Mejorana, las razones
ocultas, íntimas de Antonio Maceo era el temor al pasado. Él había
perdido mucho: su padre, la madre en el exilio, un hermano en los
presidios de África y aun estando en Pinar del Río en campaña llega la
noticia con Rius Rivera del último: José. Entonces, estamos viendo tres
figuras colosales de la historia, con características distintas.
Cruzan por el peor lugar, entre el fango,
era el mes de mayo, había llovido, el río venía crecido y salen delante
y se encuentran las formaciones españolas, y Martí no obedece. Ese
carácter no era domesticable, y dice: “Vamos”. Y se encuentra a un niño
que era un maestro de Holguín, Ángel de la Guarda, y le dice: “Joven,
acompáñame”. Me recuerda la canción de Silvio, del ángel que no ve, que
mira hacia otro lugar. Un ángel de la guarda que debe cuidar de él, su
único compañero. Y el brioso caballo que le había regalado José Maceo
que tanto lo admiraba. Y de pronto delante de él, el destino. Descarga
cerrada. Caballo herido. Martí caído moribundo, el muchacho que lo ve
trata de acercarse. No puede. Huye. Lleva la noticia. Dicen que fue un
traidor cubano el que lo mató para mayor desgracia. Se acercó, estaba
agonizante y le dio el último disparo. Estaba herido de muerte, pero
había algo extraño ese día. No iba vestido con la ropa del soldado que
usó todo el tiempo. Iba con ropa de civil, con chaqueta oscura, con
camisa, con corbatín, con un pantalón blanco. Llevaba todo arriba. Las
cintas que le habían regalado Clemencia, la hija de Máximo Gómez, el
dinero para pagarlo todo, según la costumbre, el retrato de María
Mantilla, su hija amada, quemado por el disparo. “Y si muero, llevaré tu
retrato como un escudo en mi corazón”.
WILMER RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ: Un ser humano, un ser humano en toda su dimensión, hasta en el momento mismo de la muerte.
Eusebio Leal al pie de la estatua ecuestre de José Martí en La Habana
EUSEBIO LEAL: No se le puede divinizar,
pero el pueblo cubano tiene en Martí la noción del bien. De ahí que todo
agravio, toda afrenta a Martí sea insufrible. Martí no es para estar en
lugares abandonados ni ya le corresponden rincones como en la
República. Martí está en el centro. El primer monumento levantado en
Cuba fue develado por Máximo Gómez y Salvador Cisneros en el Parque
Central, el segundo en Matanzas, en Caibarién hay uno maravilloso y en
todos los pueblos de Cuba está el sitio que le corresponde. Y en Santa
Ifigenia, en esa tumba linda de Mario Santi, en la cual aparecen
representados todos los valores de una nación: el rayo de sol que
penetra, el día y la hora, la bandera, la tumba. Martí es inmancillable.
Martí es el símbolo de la virtud. De ahí que no se pueda comprar la
clemencia, te diría algo más, el rigor de la justicia revolucionaria, en
todo su rigor, contra los que ultrajen de palabra o de obra a José
Martí con ningún otro acto ocurrido en la historia de Cuba, porque es
absolutamente incomparable, y representa a mi juicio, la decadencia de
un grupo de cubanos que han perdido la esencia del ser. Por eso nuestra
preocupación constante por aquellas palabras de Luz y Caballero con las
cuales quisiera terminar: “Hombres recogerá quien siembre escuelas”.
Quiere decir, en la familia y en la escuela está el destino.
WILMER RODRÍGUEZ: Muchas gracias doctor por esta entrevista. Ya Cuba se la está agradeciendo.
En
un nylon de soyurt Noel guarda sus pensamientos más lúcidos. Deambula por Las
Tunas con un maletín deshecho, de zipper roto y bolsillos deshilados. Hace 11
años se graduó de Derecho en la Universidad de Camagüey (UC). Es débil visual,
pero ya se está quedando ciego.
“Voy
al palacio de los matrimonios a que me vendan un maletín nuevo” —me dice al
reconocer mi voz y recordar mi nombre, porque mi rostro es apenas una mancha
borrosa.
“El
administrador es mi amigo y me dijeron que hay unos bolsos a 200 pesos para
quienes pertenecemos al Ministerio de Justicia. El mío ya hay que cambiarlo”.
Lo
miro alejarse por el parque Maceo. Me quedo con ganas de una entrevista. Mi madre me anima aunque la deje sola. Un
débil visual graduado de Derecho, 11 años después, puede ser un buen testimonio,
aunque su historia no sea una crónica de domingo de Julio Acanda. No termina
feliz.
Salgo
a buscarlo. Lo espero. Conversa con alguien en el Palacio de los Matrimonios. Parece
que con el administrador.
“Ya
no quedan maletines. Van a avisarme si vuelven a sacar”, me cuenta. Si él les
cree yo no tengo por qué dudar.
Nos
sentamos en un banco. A mis sentidos Noel sigue siendo el muchacho que conocí
en la universidad, el que caminaba con su bastón y máquina braille hacia
cualquier lugar. Lo invito a un café.
***
Enciendo
la grabadora. 100 nombres por minuto. Noel es una máquina de decir cosas. Algunas
tienen sentido, otras no. Comienza a divagar, a imaginar, a recordar. Pregunta
por Diana, una amiga que lo entrevistó en sus últimos días de estudiante. “Está
en España”, le respondo.
“Aún
conservo la entrevista que me hizo”, me cuenta. “Ese trabajo está en mi casa. La
compañera Rosa Elena me lo escribió en 2 hojas porque la empresa de Máquinas
Braille de Massachusetts estuvo inconforme con que se publicara una foto de su
máquina patentada en la portada de un periódico”.
El
diálogo sobre el derecho de autor no me parece descabellado pero, ¿cuándo un
boletín universitario ha tenido esos cuidados de propiedad intelectual? He ahí
la primera señal de sus delirios.
“Esa
máquina era mía, porque la patente era de Islas Vírgenes y comprada por el
Estado cubano que en ese momento le hizo un favor a mi mamá de graduarnos aquí
como profesionales ya que la misión que se cumplía era espiritual y cristiana y
tiene un carácter diplomático”, explica Noel sin respirar. “Mi mamá se dedica a
preparar dulce, yo estoy viviendo en el mismo lugar donde se destinó la misión
que es un lugar llamado Rinconcito en el municipio de Jobabo”.
No
tengo dudas. La vista y la mente de Noel están casi nubladas. Pero él quiere
seguir conversando. Aún no termina el café.
—
¿Y cómo llegaste a la UC?
—
“Estudié en La Habana en la escuela especial Abel Santamaría. Luego entré a la
UC en 2002. Discutí la estatal el 30 de junio de 2007, fue un examen de derecho
económico. Hice vida interna allí. El combustible nos lo facilitaba nuestro
gran amigo Rafael Ramírez, Ministro. La secretaria de él se llama Yalina. Le
decíamos cariñosamente “meneo” por su manera de bailar.
—
¿Fuiste el primer débil visual graduado de Derecho en la UC?
—
No.
—
Yo juraría que sí. Al menos eres el único que conozco. Nunca vi a nadie más. No
en mis años de estudio.
—Llegué
a la UC porque en La Habana habían muchas personas que querían la carrera y
había que hacer prueba de ingreso. Hice examen de premio y gracias a un amigo
mío, presidente en Colombia, Juan Manuel Santos, quien tiene una residencia en
Camagüey, en la zona de La Mosca, me gestionó y me financió la carrera.
Quizás
es lástima, compasión, dolor o esperanza, que sigo preguntándole cosas a Noel. Está
loco, pero no quiero pensar en esa palabra. Es demasiado triste para vincularla
con Noel, y él siempre fue muy alegre, aún lo es.
“Cuando
me gradué presté servicios en la consultoría agropecuaria por 10 años. Cuando la
tienda El Fénix se accidentó (nunca se supieron las causas del incendio) caí en
un hospital militar que era una especie de siquiátrico y me trataron como si
fuera un animal. Me llevaron luego, amarrado en una ambulancia, hasta la casa.
“Me
jubilaron cuando murió el Comandante Fidel el 25 de noviembre de 2016. El 25 de
diciembre llegó mi jubilación, fue por peritaje médico. Hubo un error de
competencia legal y las personas se confundieron, porque el nombre legal de mi
papá es Alfredo Arbella Pavón, pero el nombre como Ministro de Trabajo y
Seguridad Social era Alfredo Morales Cartaya. Me dijo: “no te sigas fajando con
esa gente compadre, yo te voy a resolver ese asunto ministerialmente” y me
dejaron la misma chequera del Comandante que era de tres mil 400 pesos a cobrar.
Yo cobro el 10 por ciento, o sea 340 pesos”.
Bebe
el último sorbo de café. Caminamos por la calle. No para de hablar, apenas para
coger aire. Imagino que sea un efecto de la soledad: se habla mucho cuando por
fin alguien escucha.
“Yo
trabajaba en la consultoría agropecuaria, pero ayudaba a mi papá en las cosas
del MTSS directamente. Recuerdo que tu mamá (la confunde con mi hermana Kenia,
quien fuera profesora de la Escuela Provincial del Partido en Las Tunas), nos
dio una clase sobre los seudónimos que existen, que cada agente de la seguridad
tiene uno, y eso se inscribe nada más en el Partido”.
Hay
verdades a medias en las palabras de Noel. Pero mi hermana Kenia no está viva
para confirmar o no esa afirmación, aunque sí, es cierto, muchos andan por la
vida con seudónimos.
—
¿Y ahora qué haces?
— Cortar madera con una motosierra.
—Y ¿cómo puedes? ¿Acaso no es eso peligroso para
alguien que casi no ve?
—
Para eso no hace falta la visión. Elder Verdecia, que nosotros le decimos “la
vieja pelúa”, la desrramaja y nos ayuda a acomodar los hornos, trabajamos por
la madrugada y no me ha impedido nada de prestar el servicio a la gente de la
agricultura.
Dice que unos portugueses y alemanes les compran el
carbón para hacer papel de empapelar carros. Números, resoluciones, cuentas: la
mente de Noel no parece de un abogado, sino más bien de un contador.
Le
tomo de un brazo para indicarle algún escalón o cruzar la calle y me siento
inútil. Noel no me necesita. Se vale por sí solo. Podría incluso correr, si
quisiera. Pero anda lento por la vida, con calma. Los locos, apurados y ciegos
ante muchas cosas, somos nosotros.
“De
mi año casi todo el mundo se fue para el extranjero. Recuerdo a Yudenia, que me
ayudaba a escribir los papeles, Pedro, Danae, Yeinier, Yudixán y Robiel que
sigue en el bufete de Guáimaro, me cuenta en el camino”.
Yo
apenas reconozco a algunos nombres, pero no dudo que la mayoría haya dejado el
país. Recuerdo a pocas personas de esa graduación, pero sí a Noel. A él todo el
mundo lo conocía en la universidad, no por sus diferencias, sino más bien por
sus capacidades.
***
La
gente nos mira. A todas luces yo puedo estar loca de remate por andar
conversando con un loco. Me siento culpable por sentir lástima. Noel no ve
nada, pero tal vez sienta el peso de la vista en la gente que nos juzga.
“Veo
sombras y distingo objetos. Tengo catarata congénita. Me operaron cuando era
chiquito en la Embajada de España. El gallego Ventura y el viejo Arbella, el
padre mío, estaban allí. Esto es hereditario, lo tenía mi mamá”.
Cuando
estoy por despedirme Noel me pide escuchar la grabación. Se espanta. Dice que
no es suya la voz que escucha, sino la de Yosvani, un agente del MININT que
vive por su casa.
En
vano le explico de las modulaciones del timbre vocal, las ondas sonoras, el
efecto del ruido y el aire… cualquier invención que pueda justificarle que esa
no sea su voz. Después de unos minutos, por fin los convenzo.
Quiere
mi número de contacto y no se lo niego. Del bolso negro, viejo y descolorido,
saca un nylon de soyurt lleno de papeles. “Aquí tengo mi agenda de abogado
—dice—, de las que no se enmarañan”.
Es
una improvisada libreta de hojas blancas dobladas y presilladas en el centro.
Está escrita totalmente. Pocos espacios quedan en limpio, pero ni una palabra
encima de otra, ni un solo detalle que denote la pertenencia a un casi ciego.
Para
anotar mi información acerca la libreta al rostro. No ve la escritura, sino que
la huele. Olfatea los trazos y desiste. Me pide que los escriba yo. La guarda
nuevamente y se aleja muy lento, como rastreando el camino de regreso.
Noel
Alfredo Arbella Espinosa siempre fue de los estudiantes más humildes en la
universidad. No sé dónde vive ahora ni quien lo cuida. Solo me han dicho que lo
ven a menudo, deambulando la ciudad.
Esta
debía ser una entrevista, pero él no está lúcido como para eso. La gente que lo
reconoce se pasa a la otra acera, evita cualquier contacto. No entienden que
Noel no los reconoce, porque ya casi no los ve.
La
gente suele cambiar la vista, virarle el rostro a la locura… como si ignorarla
la hiciera desaparecer.
Ryan Radmanovich habla con Universo Béisbol. (Foto: Reynaldo Cruz/ UB)
Durante
diecisiete temporadas, Ryan Ashley Radmanovich, natural de Calgary,
jugó béisbol profesional, incluyendo parte de una campaña con los
Seattle Mariners. En 1999, participó en los Juegos Panamericanos de
Winnipeg que terminó invicto en la ronda preliminar y terminó ganando la
medalla de bronce luego de caer ante Cuba en la semifinal. Procedió
luego a representar al equipo de Canadá en diferentes torneos,
incluyendo dos Juegos Olímpicos y el Clásico Mundial de Béisbol.
Conocí
a Ryan Radmanovich en West Hartford, Connecticut, cuando participó en
una clínica con muchachos Cubanos y norteamericanos el 12 de julio de
2016 en Hall High, junto a otros ex peloteros como Luis Tiant, Bill Lee y
el cubano Karel García. Le impresionó que yo conociera a algunos de los
canadienses que habían estado a su lado cuando enfrentó a Cuba y me
obsequió el bate de fongueo que usaba como coach.
Radmanovich al bate con el team Canada en el WBC. (Foto: Cortesía de Ryan Radmanovich)
Ese
día, tuve la oportunidad conversar sobre su carrera beisbolera, su
experiencia con el equipo de Canadá y enfrentando al equipo Cubano. Casi
tres años después, el ex jardinero y cuarto bate del equipo de Canadá
decidió compartir su sonrisa y su buen humor, y nos encontramos en el
terreno de béisbol en Kingswood-Oxford School, donde actualmente
trabaja, y compartió algunas de esas experiencias con Universo Béisbol.
Universo Béisbol: ¿Qué inició tu interés en el béisbol?
Ryan
Radmanovich: Al haber crecido en Canadá, tuve la oportunidad de ver
jugar a Larry Walker, al igual que a otros canadienses, lo cual despertó
un poco mi interés. También teníamos el equipo de Triple-A en Calgary,
con los Seattle Mariners en aquel tiempo, por lo que tuve la oportunidad
de ver jugar allí a Danny Tartabull (que era mi jugador favorito en
aquel tiempo) en Triple-A. Al vivir en Canadá, uno ve por lo general
hockey, como es obvio, pero me enamoré del béisbol. Aunque sí jugué
hockey doce años, preferí el béisbol, que se jugaba en los muy cortos
veranos que teníamos en Canadá.
UB:
Fuiste fichado por los Minnesota Twins y disparaste 21 cuadrangulares
en dos niveles de liga menor en 1994, tu segunda temporada, ¿te dio eso
suficiente confianza para enfrentar el pitcheo profesional?
RR:
Viniendo de la División 1 en béisbol colegial, no sabes qué esperar
cuando llegues al nivel profesional. Hay peloteros de varios países, y
por supuesto que aumenta el nivel. Por lo que haber tenido dos buenas
temporadas al inicio ayudó a mejorar mi confianza sin discusión, y me di
cuenta de que tenía oportunidad de jugar.
UB: ¿Hay algo por lo que eres famoso en el béisbol?
RR:
No creo tener algo por lo que sea famoso. Claro, venir de Calgary fue
algo importante, y ser en cierto modo el pionero de la ciudad de
Calgary… pero creo que haber jugado y haberme mantenido saludable por
diecisiete años de béisbol profesional — claro, que no jugué en las
mayores tanto como habría querido — permaneciendo y teniendo la
oportunidad de jugar ese tiempo es bien increíble para mí.
UB:
En 1999 llegaste al equipo de Canadá y los Juegos Panamericanos de
Winnipeg. ¿Crees que ese sea el mejor equipo de Canadá en el que
jugaste?
RR:
Esa es una pregunta difícil. Jugué en muchos buenos equipos
internacionalmente, a distintos niveles… también mencionaría el equipo
de 2003 que clasificó en Panamá para los Juegos Olímpicos de Atenas, que
fue fantástico, y también fue la primera vez que Canadá clasificó para
una Olimpiada, y tuvimos la suerte de vencer a Estados Unidos en el
clasificatorio. El equipo de 2004 fue también excelente, como lo fueron
todos a su manera.
UB: ¿Qué tal fue jugar ante el equipo nacional de Cuba en 1999?
RR:
Para mí fue emocionante. Solamente los había visto en televisión antes,
y todo lo que oías de Cuba era cuán buenos eran y cuán grande fue el
equipo que siempre tuvieron, igual que los muchos peloteros que habían
salido de Cuba. Todos sabíamos eso, pero verlos de primera mano por vez
primera fue muy emocionante para nosotros.
UB: En todos los niveles lograste disparar 271 cuadrangulares. ¿Hay alguno en particular que recuerdes?
RR:
Es difícil escoger un jonrón. Mi primero en las mayores fue muy
emocionante, y por supuesto los jonrones olímpicos (que no se cuentan
entre esos 271) fueron memorables, especialmente el que le di a Cuba en
2004. Cada vez que estás en la alineación y te dan la oportunidad es
algo genial en sí, así que responder para tu equipo es muy emocionante.
UB: ¿Cuál es tu recuerdo beisbolero más agradable?
RR:
Tuve diferentes en los niveles distintos. Que me llamaran a las mayores
la primera vez… salir al terreno en Cleveland, junto a grandes
jugadores: Ken Griffey Jr. estaba en el jardín central, Alex Rodríguez
estaba en el campo corto y Randy Johnson estaba en la lomita. Estar en
esa alineación para mi primer partido como regular en la MLB fue
memorable. Añadiría la oportunidad de jugar en los Juegos Olímpicos, y
no solo la parte beisbolera, sino también caminar con todos los atletas
del mundo. Se me pone la piel de gallina de pensarlo… fue el mejor
momento de mi carrera beisbolera. Tuve la suerte de que el béisbol me
llevara a diferentes países en mi carrera.
UB: ¿Cómo describirías el camino de un pelotero profesional?
RR:
Increíblemente difícil. La gente no entiende: van a los juegos y ven y
piensan en la suerte que tenemos de divertirnos de esa manera… disfrutas
el juego, pero es también tu carrera. Y e hace tan difícil saber que
tienes que rendir noche tras noche si quieres permanecer con el equipo y
seguir teniendo ese trabajo. La gente no entiende el rigor diario. Como
lo veo es así, es extremadamente difícil jugar más de 160 juegos en 180
días, y lo es más mentalmente que físicamente.
UB: ¿Quiénes son tus mejores amigos en el béisbol?
RR:
Muchos del juego… el haber jugado diecisiete años te pone en muchos
rosters diferentes, pero mis mejores recuerdos son probablemente con los
peloteros canadienses porque pasamos mucho tiempo juntos y jugábamos
para ganar más que para conservar nuestros empleos. En esos equipos
clasificatorios recuerdo gente como Stubby Clapp, Todd Betts, Kevin
Nicholson… los que vinieron y jugaron juntos formamos algo así como una
fraternidad.
UB: Todos los lanzadores son difíciles, pero ¿cuál fue el más difícil que enfrentaste?
RR:
Una vez me enfrenté a Pedro Martínez en el Entrenamiento de Primavera,
cuando estaba tirando 98 y 99 millas por hora con un cambio lento y fue
sin dudas uno de los lanzadores más difíciles que enfrenté. Recuerdo
enfrentar a Juan Guzmán de los Toronto Blue Jays, y no se te ocurriría
como el lanzador más difícil, pero me tenía tomada la medida (risas) y
era difícil hacer contacto. Otra vez, es una pregunta difícil porque hay
muchos lanzadores buenos.
UB: ¿Qué puedes decirme de entrenar en el nivel profesional?
RR:
Ser entrenador es algo distinto. Cuando eres pelotero, sabías como
hacerlo, sabías lo que estabas haciendo, y a veces es difícil pasar eso a
un pelotero joven… mostrarles la manera en que lo harías pero también
encontrar maneras que podrían ser mejores para ellos. Ser entrenador es
definitivamente difícil (risas) pero también se disfruta mucho.
Radmanovich (centro) junto a Luis Tiant (izquierda) y Rick Sanford (derecha). (Foto: Reynaldo Cruz/ Archivo de UB)
UB: ¿Qué tal entrenar a chicos?
RR:
Es genial. Lo disfruto mucho. Es muy gratificante ver una sonrisa en el
rostro de un niño cuando comienza a tener éxito. Batear una pelota es
una de las mejores sensaciones en el mundo, y ayudar a un chico a tener
esa sensación, ver la sonrisa en su rostro cuando ven lo lejos que llega
la pelota o encuentran el punto de impacto en el bate es probablemente
una de las mejores sensaciones de enseñar a los niños.
UB: ¿Qué consejo darías a los más jóvenes?
RR:
El mejor consejo es divertirse. Número uno, tienes que disfrutar el
juego, y no puedes convertirlo en un trabajo, no puedes convertirlo en
algo cuyo futuro no puedas anticipar. Necesitas disfrutar el momento… es
un juego tan difícil, y hay tantas veces en las que te ponchas porque
hay tanto de derrota en el béisbol. Creo que necesitas mantener la
cabeza en alto y divertirte y siempre enfocarte en el mañana.
UB: ¿Qué opinión tienes del béisbol cubano?
RR:
¡El béisbol cubano! (risas) De haber jugado contra ellos tantos años,
puedo decirte que son uno de los equipos más competitivos a los que me
he enfrentado. Conocen los fundamentos, son grandes jugadores, juegan
para ganar. Más que nada, creo que siento respeto por los peloteros
cubanos y por los equipos cubanos. Siendo de Canadá, después de los
juegos sonreíamos y éramos amigos de ellos, pero durante los juegos era
tan competitivo, y disfruté esos partidos más que nada. Admiro su
dedicación al deporte, lo duro que juegan y lo competitivos que son… son
de los mejores peloteros del mundo.
UB: ¿Con qué pelotero cubano te relacionaste más o admiraste más?
RR:
Hay tantos rosters ante los que me enfrenté… pero el receptor Ariel
Pestano está siempre en mis recuerdos. Mirarlo cuando encuadraba un
lanzamiento, tratando de robarse un strike, y sonriendo con picardía a
través de la máscara, yo le decía “¡Esa no es strike!” y se reía. Me
encantaba la manera en que jugaba y me encantaba su competitividad y
obviamente nos acercamos con el paso de los años. Nos hicimos amigos,
pero éramos muy competitivos. Sin dudas es uno de los peloteros de Cuba
que nunca olvidaré.
UB: ¿Cuál crees que sea la importancia de tener un acuerdo entre el béisbol cubano y la Major League Baseball?
RR:
Más que nada, por encima del béisbol está la amistad que los países
necesitan cultivar, y va más allá del béisbol pero creo que el béisbol
es una parte importante; y creo que el béisbol puede en verdad ayudar a
que los países se unan. Hay tantos buenos peloteros de Cuba, y merecen
poder jugar en la mejor liga del mundo, y esas son las Ligas Mayores. Yo
mismo, de Canadá, un país distinto, sentí mucho honor de tener la
oportunidad de jugar en las mayores, y necesitamos que el béisbol cubano
sea también parte de las Ligas Mayores. Conocí a esos muchachos en los
Juegos Olímpicos y en el Clásico Mundial de Béisbol, y merecen todas las
oportunidades de jugar aquí también.
UB: Gracias por tu tiempo y te deseo suerte con tu equipo.
RR: Gracias.
Nota:Agradecimientos especiales a Teen Cultures Connect, Tim Brennan, P.J. Louis, John Wenz y Karel García