Category: Opinión

PASARELAS

tomado del blog: El Vuelo del Gato

No desfilaron modelos; sino «niños sin hogar» que se exhibían para ser escogidos y adoptados. Más allá de la repulsión que pueda provocar una idea semejante, «Adopción en pasarela» responde a la lógica del espectáculo, del show, que lo ha contaminado todo en el mundo contemporáneo

En el ámbito de la moda, las llamadas «pasarelas» son puestas en escena deslumbrantes, con muchas luces y lentejuelas, atravesadas por pasillos altos, muy llamativos, a través de los cuales desfilan modelos de ambos sexos vistiendo ropa exclusiva de diseñadores y marcas. El público, selecto, conocedor, sigue con la mirada el paso impetuoso o lánguido de las/los jóvenes y examina con atención el vestuario que se impondrá en la próxima temporada.  

Hace pocos días, en un centro comercial de Cuiabá, la capital del Estado de Mato Grosso, en Brasil, se organizó una pasarela diferente. No desfilaron modelos; sino «niños sin hogar» que se exhibían para ser escogidos y adoptados. Los organizadores de «Adopción en Pasarela» fueron, según la agencia AFP, la Comisión de Infancia y Juventud del Colegio de Abogados de Brasil y la Asociación de Investigación y Apoyo a la Adopción. Uno de los impulsores del proyecto dijo que había sido «una noche para que potenciales padres adoptivos conozcan a estos menores». Además, añadió, «los niños y adolescentes pasaron un día especial encima de la pasarela».

¿Será cierto que estos «niños sin hogar» disfrutaron exhibiéndose así? ¿Tenían los organizadores buenas intenciones? ¿Quién sabe? El hecho es que en torno a esta pasarela se generó una apasionada polémica en las redes sociales. Algunos la compararon con la exhibición de ejemplares en venta en los mercados de animales y de esclavos. Otro dijo en Twitter: «En el Brasil de Bolsonaro ya puedes ir a un centro comercial y comprar zapatos, bolsos y niños».

Más allá de la repulsión que pueda provocar una idea semejante, «Adopción en pasarela» responde a la lógica del espectáculo, del show, que lo ha contaminado todo en el mundo contemporáneo.

La propia política, en el juego «democrático» que se quiere imponer como modelo universal, es la mayoría de las veces un show más. No hay apenas diferencias entre los programas de los candidatos que desfilan por la pasarela. Lo que importa es «la imagen» del candidato, que se vea «enérgico», «resuelto», que sonría y transmita confianza, que ofrezca mensajes simples, cómodamente descifrables. En un show donde no se debaten ideas, sino frases hechas, consignas y estereotipos, la manipulación de los votantes a través de los medios y las redes sociales se hace más fácil.

La propia guerra se empezó a ofrecer como un show de televisión a partir del ataque a Irak en enero de 1991. La operación se llamó «Tormenta del Desierto», que pudiera haber sido el título de alguna película taquillera.

Muchos analistas lo consideraron el primer conflicto armado televisado «como espectáculo, con narrativa propia de serie de televisión». El objetivo principal, por supuesto, no era entretener. Buscaban sobre todo ocultar el horror de los reiterados y atroces «daños colaterales» y divulgar la imagen de «una guerra tecnológica, limpia y exitosa, eficiente y humana, dirigida solo a objetivos militares», según Douglas Kellner, autor del libro La guerra televisiva del Golfo Pérsico.

Que la gente vea las guerras imperiales de conquista como entretenidos videojuegos, como shows o pasarelas, significa una gran ventaja para el neofascismo.

Un coronel retirado del ejército de EE. UU., entrevistado a menudo en Miami con respecto a la situación de Venezuela, tradujo perversa y cínicamente una agresión militar yanqui a los términos del espectáculo. Propuso «iluminar la noche de Caracas» con «un boleo (bombardeo) lindísimo que da para buenas fotos en tu celular».

El propio concierto «Venezuela Aid Live», articulado con la entrada forzosa de «ayuda humanitaria», fue también el intento de cubrir con un show de «famosos» muy mediáticos el bárbaro injerencismo en la patria de Bolívar, de Chávez, de Maduro, de un pueblo dispuesto a defender su soberanía y su Revolución.

Esta es otra de las herramientas más extendidas de la guerra cultural: inculcarnos la percepción divertida y amoral de la realidad como show, como algo que no hay que tomarse demasiado en serio, como frívolo desfile de hechos y personajes a través de una pasarela infinita.   

Brava ínsula

tomado del blog Segunda Cita

Por Raúl Roa Kourí
Nací en una ínsula. No se trata de un edificio de cinco pisos color terracota, como aquellos característicos de la Roma imperial (los insulae) desde donde arrojaban meados y otras porquerías a las estrechas y oscuras calles de la “ciudad eterna” y sobre sus infelices transeúntes, sino de una propia y vera isla: porción de tierra rodeada de agua por todas partes, según mi cariñosa y sabia maestra de geografía en la escuela primaria.
Pero tampoco se trata de una Barataria cualquiera –que me perdone Sancho— sino de “la tierra más fermosa que ojos humanos hayan visto”, según dicen que exclamó al contemplarla el Gran Almirante genovés, Cristoforo Colombo, venido a estas tierras al servicio de los muy católicos reyes de España, Doña Isabel y Don Fernando, tras el desastre (para los moros) de Granada, a donde fui una vez en pos de Federico.
Como pasa con las islas, y más en el caso de los archipiélagos –el nuestro está integrado por la isla de Cuba, la de La Juventud y numerosos islotes y cayos al Norte y al Sur— sus tierras están abiertas al mundo: a sus gentes, culturas, huracanes, vendavales, oleajes, penetraciones, desembarcos, embarques, aterrizajes, despegues, tonadas de ida y vuelta, desechos, derrames, y arribazones de pargos, langostas, manjúas, extremeños, gallegos, asturianos, andaluces, catalanes y vascos, amén de africanos, chinos, sirios, libaneses, judíos sefarditas y asquenazis, curas católicos y maronitas, ortodoxos rusos y griegos, protestantes, nobles brutos y hasta brutos nobles bípedos e implumes. Todo mezclado.
 No por casualidad tengo ancestros burgaleses, asturianos, libaneses y creo que sefarditas. (Mi abuela María Luisa García era también Espinosa, lo que me ha dado en soñar que podía ser pariente de Baruch, máxime teniendo en cuenta el perfil judaico de mi padre que, cuidado, podía confundirse asimismo con el de un califa espigado). Pero conozco a muchos que, a la europea, agregan sangre carabalí, congoleña, mandinga, cantonesa, coreana y hasta nipona. Mi fraterno Oscar es un risueño yoruba de cara redonda y ademán parisino, con algún Oliva –peninsular travieso que aclaró la tez de Ramona- brincándole por el torrente circulatorio.      Cuba fue, en los primeros siglos de colonización, más puente que asiento de conquistadores. El oro y la plata de América, ubicados en otras tierras, era el magneto que atraía a los aventureros de allende la mar, prestos a sentar reales en nuevos virreinatos, someter a sus habitantes al monarca español, y a darnos “religión y lengua” que, al decir de don Enrique Diez-Canedo, “tenía tufillo” de “¡tráguenlas!”[1]     No obstante, el hecho de que La Habana fuera puerto de concentración de las flotas y, desde luego, el auge de las producciones y exportaciones azucarera, tabacalera y cafetalera, el incremento en ese período de la mano de obra esclava africana,  junto con el contrabando filibustero en villas como la de Trinidad durante los siglos XVII y XVIII, dieron a la colonia nuevos bríos e inicio a una clase  terrateniente criolla que, desde los años ochocientos, envió a algunos de sus hijos a cultivarse en la metrópoli e incluso en Francia, de donde nos llegaron, algo tardíamente –como siempre a lo largo de la historia insular–, los vientos renovadores del iluminismo y luego de la revolución francesa, posterior a la de nuestros vecinos del Norte, de 1776.
Hubo, sin duda, hombres preclaros, como los presbíteros José Agustín Caballero y Félix Varela, que combatieron el ergotismo escolástico e introdujeron una nueva manera de ver el mundo, a través también de las disciplinas científicas, anticipándose Varela al pensamiento emancipador que después enriquecieron los seguidores cubanos del ejemplo de Simón Bolívar y demás próceres de nuestra América,  entre los cuales hay que mencionar a Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte Loynaz, y Antonio Maceo, sin olvidar a eminentes personalidades precursoras que pusieron también en el centro la justicia, como don José de la Luz y Caballero. Fulgurante culminación de dicho pensamiento y de la Guerra del 68 fue la pujante visión liberadora, socialmente avanzada, libre de prejuicios, justiciera y antimperialista de José Martí quien, además, proclamó para siempre que “patria es humanidad”.      
Hubo, además, otra raza de isleños: siempre fieles, los unos, al amo colonial; con la mirada puesta en la anexión al coloso vecino, los esclavistas; o con la ilusión de obtener libertades autonómicas de la metrópoli y eludir, así, los rigores de la guerra emancipatoria, otros. Los menos fueron, sin embargo, los imprescindibles, los que soñaron una isla soberana e independiente de España y de los Estados Unidos, y batallaron una centuria por coronar su sueño. Y hoy siguen combatiendo.
Durante años se achacaron al cubano características negativas: los colonialistas españoles nos consideraban una suerte de ciudadanos de segunda, sin merecimientos suficientes para gozar de los derechos y privilegios de los peninsulares, y nos esquilmaron vilmente durante siglos. Para los imperialistas yanquis éramos flojos, informales, poco tesoneros; gente del trópico, que solo produce miasmas, mosquitos, bandidos y haraganes. Hay quien hizo toda una indagación “filosófica” de lo que consideraba un rasgo negativo de nuestro carácter: el choteo, sin percatarse de que se trataba de una reacción, por el contrario, positiva, de burla y rechazo a las miserias que nos impusieron, primero la colonia, y luego la condición de factoría yanqui. Hoy el choteo, la broma, apunta hacia otros males de nuestra sociedad, y sigue siendo un revulsivo necesario.      Cierto que también hay “tipos de relajo”, gente que vive de las remesas de familiares radicados fuera y no disparan un chícharo por el país; burócratas que fingen hacer algo útil durante los horarios oficiales, pero emplean su tiempo en discutir el último partido de béisbol, la penúltima película del sábado, la hembra que ligaron el domingo, y los zapatos deportivos que piensan mercar en la shopping, apenas les resulte el bísnes que tienen entre manos.
Y otros vainas, algunos naturales de Hijuep –anexionistas a sueldo— que se proclaman “disidentes” y asisten a reuniones en la Sección de Intereses (después Embajada) yanqui, donde reciben instrucciones, radios portátiles, acceso a Internet, coca-colas y saladitos, amén de vacilar las transmisiones televisadas del inquilino de la Casa Blanca (siempre un empleado –así sean los blancos del pasado, el pardo Obama o el impresentable Trump– de las transnacionales y del complejo militar industrial congresional) que les promete, invariablemente, un nuevo 20 de mayo neocolonial, lleno de botelleros, presidentes obsecuentes, manengues, latifundistas, bicho ‘e buey, venturas, carratalás y batisteros de nuevo cuño. Todo “made in USA”, que en Cuba ya no se usa.      Pero la enorme mayoría de este pueblo está en pie, defiende lo suyo, porque sabemos que ha habido –y subsisten– errores; que nuestra sociedad tiene defectos, que los cambios se demoran, no obstante coincidir todos en su necesidad, que se nos va el tiempo, y vivimos días cada vez más difíciles y complejos, como el resto de la humanidad. Pero también conocemos la dimensión extraordinaria de nuestros logros, las cosas que somos capaces de hacer –y que haremos, sin duda– en beneficio de todos. 
Tampoco ignoramos el destino miserable que nos depararían los imperialistas si llegaran a alzarse con la Isla nuevamente. Y por ello preferimos practicar el pensamiento liberador y antiimperialista de José Martí. Nos mueven al enfrentamiento al imperio, asimismo, el talento membrudo de Antonio Maceo y Máximo Gómez, el ejemplo inmarcesible de Fidel en la Sierra, en los combates de Girón y en “los días luminosos y tristes” de la crisis de octubre.
Brava ínsula, cuna de mis mayores, almendra pura en el sueño viril del mambisado, te protegen la sangre y el espíritu de quienes no se amilanaron, de los esclavos que rompieron su yugo, los apalencados y cimarrones, de quienes fundaron en la guerra una nación de iguales y rechazaron la ignominiosa  “cuentecita”, las intervenciones, los gobernantes peleles de ayer, el racismo y la discriminación de cualquier tipo, los que hoy seguimos resistiendo, convenciendo y venciendo. 
Isla indómita: ¡aquí no se rinde nadie!

No es cuestión de cifras

Tomado del blog JorgitoxCuba

En materia de informatizar una sociedad no basta con aumentar los accesos de la gente y las instituciones a la red global o nacional. Requiere tecnología y voluntad gubernamental, tenemos una más que la otra, porque tampoco se pueden ocultar las limitaciones tecnológicas propias de un país subdesarrollado.

Sin embargo, este proceso demanda que los encargados de materializar lo que está en la política no se embriaguen con que sí tenemos tantas zonas Wifi o radiobases de tercera generación. Se trata de buscar en cada uno de los organismos y empresas soluciones informáticas a los procesos que se llevan en la entidad. No se concibe una provincia líder en la informatización en el país con alguna de sus grandes empresas todavía llevando la contabilidad a papel y lápiz; mucho más si se cuenta con personal capacitado, ingenieros o técnicos de nivel medio en las ciencias informáticas, en ocasiones hasta subutilizado o haciendo funciones de secretaría.

Qué bueno que ya se dan pasos firmes para digitalizar las solicitudes que por la vía convencional son un verdadero dolor de cabeza, como pudieran ser los trámites en el Registro Civil o en el de la Propiedad. Generalizar esas experiencias sería un buen paso para aligerar esas oficinas y procesos que hoy demoran más de la cuenta, sobre todo– y aquí sí vale el dato–, porque crecen más los accesos a la red y son más los cubanos que usan la Internet para fines más allá de una llamada por IMO.

De nada vale tener uno de los mejores portales del ciudadano en Cuba, si cuando se hace una queja las entidades demoran días y días en contestar, porque para sus directivos aún no es una prioridad. Se trata, de que quienes tengan que exigir lo hagan, de lo contrario será una iniciativa más que perderá la credibilidad de los usuarios, que sí están accediendo. Sin embargo, es un imperativo que las instituciones tengan sus principales procesos de cara al ciudadano sobre soportes informáticos.

Respecto a este programa, impulsado directamente por la máxima dirección del Gobierno en el país, para que funcione verdaderamente hay que lograr un acceso parejo a las tecnologías, lo poco que tenemos no se puede quedar entre los más poderosos, se debiera potenciar tecnológicamente a entidades como Comunales, Acueducto, Vivienda, Comercio, Transporte, entre otras que son las que más inquietudes generan. Otras sí tienen acceso y tecnología y por tanto pudieran brindar más información por esa vía.

El gobierno electrónico será verdaderamente efectivo cuando cada una de las instituciones tengan sus principales procesos de cara al ciudadano sobre soportes informáticos. Ha faltado agilidad, interés, exigencia de los cuadros, algunos se creen que su misión solo consiste en ser meros informadores en las redes, muchos ni siquiera interactúan; parecen verdaderos troles.

No se puede pensar en el desarrollo del Comercio Electrónico cuando procesos más simples como responder una sencilla queja aún parece imposible desde los canales digitales. La política de informatización de la sociedad está muy bien diseñada, pero se queda solo en eso, en la política.

Informatizar la sociedad no es un capricho, es una necesidad urgente en un mundo globalizado por las tecnologías; además del ahorro económico que representaría para un país que todavía invierte demasiado en papeles. Se acortan los períodos y se humanizan los trabajos. De eso se trata precisamente, de aprovechar al máximo las potencialidades de un país donde la gente sabe dominar las TIC’s y seguro estoy que no se dejará dominar por ellas. Informatizar una sociedad no es cuestión de cifras.

El ciclo de la Historia

Tomado del blog La mariposa cubana

La Historia tiene maneras de enseñarnos. Una espiral de sucesos que nos pueden llevar al desarrollo o al inequívoco ejercicio de la repetición. Si algo tenemos los nacidos bajo el signo de Cuba es buena memoria, sobre todo ante la amnesia, selectiva, de quienes han gobernado en el Norte vecino.
Los creídos Mesías estrenaron su divina misión de interventores pacifistas en el hemisferio mucho antes de extender su manto al resto del mundo. Desde entonces una pieza apetecible ha sido esta nación indómita.
Una nación que desde 1492 aprendió a vivir con la cruz y la espada rozándele la garganta al tiempo que se nombraba y se definía. En medio de toda esa sangre y esa vida que cuestan los aprendizajes a fuego estuvo Estados Unidos a la sombra, esperando el momento de la “salvación” por su mano de un pueblo de débiles y afeminados, incapaces de gobernarse.
Martí, el hombre a quien nunca le tembló la vida por Cuba, alzó la voz y contó de nuestro servicio a la paz, tan antiguo como nuestras ansias independentistas. Pero donde muchas veces olvidan el por qué de las luchas y la muerte de Abraham Lincoln no cejaron en su empeño. El inmenso cubano lo vislumbró e hizo su causa evitar su extensión por Nuestra América.
Pero la necesaria guerra llegó a su fin sin el Maestro y el valiente General confió en el honor de quienes declararon que no tenían “deseo ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre dicha Isla (Cuba), excepto para su pacificación, y afirman su determinación, cuando ésta se haya conseguido, de dejar el gobierno y dominio de la Isla a su pueblo”.

Mala fue la interpretación de sus palabras. Ellos se fueron a disfrutar de lejos su nueva pocesión, una falacia de República acunada en los brazos de una Enmienda impuesta bajo la amenaza de no marcharse jamás.
Once votos se opusieron al robo de la libertad, entre ellos el cubano bueno que se alzó por órdenes de Martí—Juan Gualberto Gómez–, quien aseguró que de rodillas al Imperio solo tendríamos “gobiernos raquíticos y míseros, (…) condenados a vivir más atentos del beneplácito de los Poderes de la Unión que a servir y defender los intereses de Cuba”.Situación ante la que Salvador Cisneros Betancourt sentenció que “Cuba no tendrá su independencia absoluta”.
La “República” comenzó a dar pasos sola cuando el protectorado murió junto con la “Platt” en 1934, pero los títeres de turno cuidaban más su bolsillo que el estado de nación y de derecho que solo conoció el país después de 1959.
De entonces acá los desvela la fruta perdida. A su sueño han puesto diferentes nombres: Mangosta, Peter Pan, Brigada 2506, Ley Torricelli… Radio y TV Martí… intentos de asesinatos, subversion interna…
En 2004, celebrando una independencia que nunca gozó el pueblo definido por Fidel en la Historia me Absolverá, conmemorando una República (20 de mayo) orquestada tras bambalinas. George W Bush fue a Miami, junto a los pocos que lloran heridas que el resto no recuerda, a firmar un Plan para Cuba. Sus antecedentes datan de octubre del 2003, cuando estableció la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre.
Fue esta sin dudas una declaración abierta al intervencionismo, pues reconocía que buscaban identificar medios adicionales para poner fin rápidamente al régimen cubano, que su Gobierno no estaba simplemente esperando sino que estaba trabajando en términos prácticos para lograr ese fin. Y en el camino para acelerar la transición iban a determinar cómo sería la misma. Justo la clave de toda su ayuda: la devolución de propiedades que fueron nacionalizadas por la Revolución.
Todo un canto de sirenas de 450 páginas para endulzar los oídos de uno de los lobby entonces más fuertes de la política norteamericana. Los años de elecciones tienden a tener ese efecto enceguecedor en quienes quieren mantener sus pertencias en el despacho Oval.
Para los cubanos, un dejavu de 1996. Cuando William Clinton se negaba a recoger la maleta y firmó para complacencia del voto la Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubanas.
La Helms-Burton tuvo su Maine: el incidente de las avionetas de Hermanos al Rescate fue el pretexto preparado el 24 de febrero de 1996 para lograr la escalada agresiva que terminó en la firma de un cuerpo legal que en sus títulos III y IV varios abogados, incluso en los propios Estados Unidos, han señalado que no tiene precedentes en la historia legal de ese país, pues se entromete en asuntos que solo serían abordables a la luz de los principios del Derecho Internacional.
La Ley define entre sus propósitos “ayudar al pueblo cubano a recuperar su libertad”… “Proporcionar un marco de política para el apoyo de los Estados Unidos al pueblo cubano a la formación de un gobierno de transición”. Y en la Sección 109 se autoriza al Presidente a prestar asistencia a personas y organizaciones no gubernamentales independientes a favor de los esfuerzos de democratización en Cuba, incluido… “apoyo a los grupos democráticos y de derechos humanos de Cuba”.
Un guion ya desgastado, que incluye la disolución de las principales instituciones del país, incluidas las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, bajo la apariencia de un nuevo rol. Recuerdo claro de 1898 y la deposición de las armas del Ejército Libertador… la Historia ha sido clara en las consecuencias, quien tenga dudas puede mirar al Sur, en Colombia.
Con esta Ley el gobierno de Estados Unidos perpetúa sus hostilidades hacia Cuba; contrarresta el cuestionamiento creciente al bloqueo y asegura que ningún presidente estadounidense pueda levantarlo ni cambiar la política agresiva hacia el pueblo cubano. De paso incrementa la extraterritorialidad de las decisiones norteamericanas, busca desestimular la inversión extranjera en el país e impedir que las organizaciones financieras internacionales ofrezcan préstamos para el desarrollo de la economía nacional… y con ello el logro de la asfixia de la Revolución.
La misma que representa y es la República unitaria que soñó Martí, la que no fue el 20 de mayo donde pisotearon la sangre mambisa y la entrega de muchos; la que no pueden construirnos de afuera con un plan a la medida de quienes buscan recuperar propiedades en suelo nacionalmente cubano.
La Historia tiene maneras de enseñarnos. Este no es el país de 1492. Es una nación por vocación rebelde y por convicción mayoritaria martiana y fidelista, construida por un pueblo que bien puede parafrasear al Comandante — en las mismas entrañas del monstruo–, pues de los asuntos de Cuba, nos encargamos nosotros.

Venezuela y la geoplolítica mundial. Por Angel Guerra Cabrera

tomado del blog: La pupila Insomne

Venezuela fue foco y manzana de la discordia fundamental de la reunión sostenida en Sochi el 14 de mayo por los jefes de las diplomacias de Rusia y Estados Unidos, Sergéi Lavrov y Mike Pompeo. Seguida por un encuentro de los dos altos funcionarios con el presidente Vladimir Putin, la centralidad del país bolivariano en la cita resulta más significativa por tratarse de la primera visita de Pompeo como secretario de Estado al país eslavo en el contexto de un largo período de envenenadas relaciones bilaterales entre las dos potencias, que se remonta al primer gobierno de Obama.  También, por haberse contemplado en la agenda varios de los temas candentes de la relación bilateral y, a la vez, de la escena internacional, entre ellos Ucrania, el programa nuclear de Irán, Siria, Corea del Norte,  la supuesta interferencia rusa en las elecciones y la política interior de Estados Unidos, y los tratados de control de armas nucleares.

Las posturas sobre la patria de Bolívar no pudieron ser más distantes.

Así, Lavrov manifestó: “Rusia está a favor de que el pueblo(de Venezuela) determine su futuro, y… es de suma importancia que todas las fuerzas patrióticas responsables de la política de ese país inicien un diálogo entre ellas… en el marco del llamado Mecanismo de Montevideo. Y el gobierno… ha afirmado Maduro, está dispuesto a ese diálogo”.

 Más adelante: “Las amenazas contra el gobierno de Maduro… de los representantes… de la administración estadounidense y de Guaidó, que constantemente recuerda su derecho a invitar a la intervención armada desde el exterior, no tienen nada en común con la democracia”.

A su vez, Pompeo: “Insto a que mis colegas rusos apoyen al pueblo venezolano mientras devuelven la democracia a su país. Estados Unidos y más de 50 otras naciones coinciden en que ha llegado el momento de que Nicolás Maduro se vaya… esperamos que el apoyo de Rusia a Maduro termine”. Lavrov, en una fina estocada, recordó cómo han terminado los intentos de llevar la democracia a Irak, Libia y otras naciones.

Aunque las sesiones en Sochi hayan evidenciado el desacuerdo de ambas partes en la mayoría de los temas, si condujeran a establecer un mecanismo regular de consultas entre Moscú y Washington, podría constituir una importante contribución a crear una pequeña válvula de escape a la cada vez más caldeada atmosfera internacional. Aunque no fuera tratado en Sochi, no debe perderse de vista el barril de pólvora en que nos ha sentado Trump con la guerra comercial contra China y su plan de “paz” para Palestina, que implicaría barrer con su ya casi inexistente soberanía económica y territorial y el más duro ataque a la recia identidad de ese pueblo.

No pocos analistas de distinto signo político se han referido al grave peligro de desencadenamiento de un conflicto bélico ruso-estadounidense creado por el presidente de Estados Unidos y su equipo al escalar las amenazas a Venezuela y la retórica contra Rusia por su apoyo   a la soberanía del país suramericano. Incluidas las importantes relaciones económicas bilaterales y el convenio de cooperación militar ruso-venezolano. Al margen de las posturas opuestas, este peligro podría disminuir si existiera una más fluida comunicación entre Moscú y Washington.  De la misma manera, si la potencia del norte llegara a darse cuenta al fin de que por la fuerza no puede romper la estoica resistencia chavista, una relación menos enrarecida con Moscú podría facilitar el establecimiento de un diálogo político entre las “fuerzas patrióticas” venezolanas, como el aludido por el canciller ruso.

Tanto Pompeo como Putin y Lavrov expresaron su satisfacción por las pláticas.  Pompeo declaró encontrarse en el balneario del Mar Negro “porque el presidente Trump está decidido a mejorar las relaciones con Rusia”. Por su parte, Putin expresó  “Como saben, hace unos días tuve el placer de hablar con el presidente estadounidense vía telefónica, y tuve la impresión de que él está dispuesto a restaurar las relaciones ruso-estadounidenses… y resolver conjuntamente las cuestiones que representan un interés mutuo”. Por nuestra parte, dijimos en repetidas ocasiones que también nos gustaría restaurar las relaciones plenamente, espero que se estén creando ahora las condiciones necesarias para esto”. También expresó su disposición a colaborar con Washington en relación a Corea del Norte, Afganistán, el mercado mundial de energía y avanzar en el diálogo estratégico.

En resumen, es un pequeño paso el dado por Moscú y Washington, probablemente facilitado por la publicación del informe del fiscal Mueller. El asesor de Putin, Yuri Ushakov calificó de constructivo el enfoque de Estados Unidos en las conversaciones, pero opinó que no se ha producido “un gran avance”. Si uno piensa en la prepotencia y la estulticia del equipo de política exterior de Trump no es para estar optimista. Pero la lucha y la solidaridad entre los pueblos obra milagros y esa es nuestra esperanza.