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UN DÍA ANTES DEL HISTÓRICO ALZAMIENTO DE LA DEMAJAGUA SE DISPARARON LOS PRIMEROS PROYECTILES POR LA INDEPENDENCIA NACIONAL, HECHO POCO CONOCIDO EN EL PAÍS. ESAS BALAS  NO RESTAN GLORIA A CÉSPEDES PORQUE ÉL NO ESTUVO AJENO A LOS SUCESOS

No porque nademos un día y otro día en la Historia conocemos toda la corriente arrolladora de sus aguas. Muchos hoy, por ejemplo, saltan sorprendidos al enterarse de que el 9 de octubre de 1868, horas antes de comenzar “oficialmente” la guerra contra la metrópoli española, se dispararon las primeras balas por la independencia.

Es entendible: fue tan grandioso lo acaecido en La Demajagua y tan luminosa la figura de su protagonista principal –Carlos Manuel de Céspedes- que eso ha opacado muchos de los detalles previos a la inolvidable jornada del 10 de octubre.

Pero a tales hechos, aparentemente menores, no podemos vestirlos con las ropas de la  indiferencia. Merecen siempre una mínima mención, sobre todo porque sus personajes centrales tuvieron estrecha relación con el Padre de la Patria. Pedro María de Céspedes, por ejemplo, era hermano del Iniciador y fue precisamente quien encabezó lo que algunos historiadores consideran el primer alzamiento, el 9 de octubre de aquel año vertiginoso.Este patriota reunió a centenares de hombres en las proximidades de la hacienda Caridad de Macaca y al mediodía de esa fecha atacó con modestas armas la pequeña guarnición de Vicana; después se apoderó del poblado.

El acontecimiento sirvió incluso de pretexto para que en 1975 la destacada investigadora Adolfina Cossío publicara su folleto El alzamiento del 9 de octubre de 1868 en Macacas, en el cual se abordan pormenores de estas acciones.

Otros expedientes relacionados con el referido levantamiento se encuentran en el archivo de Segovia, España, recinto donde aparecen plasmados con tinta algunos interrogatorios a independentistas hechos prisioneros por aquellas fechas.

A pesar de esas pruebas documentales el acto de Pedro María (autor de la frase “¿Y para qué esperar a mañana?” ha quedado un tanto enganchado en el olvido.

La historiografía nacional debería en estos tiempos ahondar más en su figura y en las de otros complotados que ese 9 de octubre demostraron apego a las ideas libertarias.

OTRAS INSURRECCIONES

La chispa del hermano de Carlos Manuel no resultó la única antes del gran fuego del 10 de octubre.

Los estudiosos del tema señalan otros tres alzamientos en esta región en vísperas del grito independentista: en Guá, Portillo y Jibacoa. Los jefes respectivos de estos movimientos fueron Manuel de Jesús Titá Calvar –con unos 150 hombres-, Manuel Codina Polanco (quien lideró similar cantidad de efectivos) y el dominicano Luis Marcano Álvarez, al frente de 300 sublevados.

Un quinto levantamiento se produjo en la zona desde El Caño hasta Guatívere, encabezado por Ángel Maestre y Juan Fernández Ruz.

Algunos también mencionan como insurreccionado el día 9 en San José de Blanquizal a Bartolomé Masó Márquez, quien reunió gran número de partidarios y hasta trató de capturar un correo del gobierno español que pasaba de Manzanillo a Bayamo.

Estos levantamientos, a diferencia del de Macaca, no llevaron a acciones bélicas y estuvieron marcados por el reclutamiento de hombres y el acopio de armas caseras o de cualquier otro tipo.

La gran pregunta de los neófitos es: ¿Actuaron esos jefes inmaduramente como caudillos en alarde de bravura?

La masonería y nuestra historia de luchas (+ videos)

La respuesta, después de 150  años justos y apartando las complejidades y enredos de un proceso como este, es NO. Todos estaban a la sombra de las órdenes de Carlos Manuel de Céspedes, todos veían en él al líder natural más allá de nombramientos formales.

Él mismo, enterado de que la conspiración fraguada durante años había sido delatada, envió emisarios a estos lugares para que adelantaran los alzamientos, fijados entonces para el 14 de octubre. Tal vez alguno de los implicados en la revuelta no entendió bien los mandatos del bayamés y agitado por las circunstancias se adelantó un poco a los acontecimientos.

Aunque una prueba irrefutable del respeto hacia el Padre de la Patria es la presencia de Titá Calvar, Masó, Maestre y Fernández Ruz en La Demajagua ese día 9. Ellos estuvieron cerca del Héroe de San Lorenzo a la hora magnánima de la proclama independentista en el siguiente amanecer.

Las palabras de Ángel Maestre despejan cualquier duda sobre la jerarquía del jefe: “A las dos de la tarde (del 9 de octubre) recibimos un expreso de Céspedes para que nos concentráramos en La Demajagua, y seguidamente hicimos rumbo hacia ese punto…”.

LOS AGENTES Y LA BANDERA

Hay otros asuntos relacionados con la fecha inaugural de las luchas cubanas que no han sido muy divulgados. Pocos saben, por ejemplo, que Carlos Manuel había infiltrado previsoramente agentes dentro de las filas españolas.

Estos se nombraban Pedro Nuño de Gonzalo y Hernández y Germán González de las Peñas; el primero era teniente y el segundo comisario de policía en Manzanillo. Ambos eran masones como él.

Este factor influyó algo para que el abogado de Bayamo, inscripto en una lista negra junto a Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y otros, no fuera apresado antes de irse a las armas.

Justamente en la noche del 9 de octubre, cuando ya los mandos hispanos sabían que se cocinaba algo grande en La Demajagua, Nuño, integrante de una patrulla nocturna pidió “autorización para explorar” y retornó diciendo que en el ingenio azucarero no había ni una lucecita.

Sin dudas, estos espías mantuvieron al tanto a Céspedes sobre los planes de los uniformados de Manzanillo, mandados por el comandante Fernández de la Reguera, quien fue bastante cauteloso y no tuvo valor para apresar al Libertador cubano.

Otro detalle sin la amplificación necesaria ha sido el de la confección de la bandera. La diseñó Céspedes a lápiz y la bordó su amante Candelaria Acosta (Cambula), una bella joven que llegó a donar su vestido azul celeste con tal de aportar un trozo de tela para el estandarte.

La enseña de Céspedes, pabellón insurrecto hasta Guáimaro, medía un metro y 36 centímetros de largo y un metro y 25 centímetros de ancho, quedó casi cuadrada, tenía tres colores: rojo, blanco y azul.

Fue terminada apresuradamente el mismo 10 de octubre con telas de la misma casa pues cuando Céspedes mandó un hombre a Manzanillo a buscar la materia prima este retornó con una noticia inquietante: la población está en máxima alerta.

Ese estandarte cespediano no ha dejado de flotar vigoroso en Bayamo o Manzanillo.

LA GLORIA DE LOS SEGUIDORES

La estatura de aquellos seguidores de Céspedes creció después de La Demajagua. Todos murieron adheridos a la almohada espumosa de la independencia.

Pedro María de Céspedes, nacido en 1825, alcanzó los grados de general de brigada y fue fusilado en Santiago de Cuba tras ser capturado en la expedición revolucionaria del vapor Virginius en 1873.

Luis Marcano tuvo cuna en Baní el 29 de septiembre de 1831, llegó al grado de mayor general y al cargo de Segundo Jefe del Ejército Libertador. Cayó fulminado por un disparo a traición en mayo de 1870.

Manuel Codina, quien vio la luz en Manzanillo, fue también general de brigada, aunque después de la revisión de grados de Guáimaro quedó como coronel. Murió enfermo en Venezuela en un triste exilio.

Angel Maestre, otro manzanillero, conoció igualmente el generalato y apagó sus ojos en México en marzo de 1895, después de una vida de luchas.

Juan Fernández Ruz peleó en las tres guerras. Murió en 1896 en Jagüey Grande a una avanzada edad y con el grado militar máximo en los hombros.

Por último, Titá Calvar y Bartolomé Masó fueron grandes entre los grandes. Ambos llegaron al cargo supremo dentro de las filas independentistas: Presidente de la República en Armas. El primero, manzanillero, falleció en Cayo Hueso en 1895, a los 68 años.

Masó, nacido en 1830 en Yara, se codeó con las figuras más excelsas de nuestras luchas y murió en 1907 con un historial larguísimo.

Quiso el destino que estos dos patriotas tuvieran sus tumbas muy cercanas entre sí en la necrópolis de Manzanillo, próximas también a la de Francisco Javier de Céspedes, hermano del Iniciador, asistente a La Demajagua y coincidentemente Presidente de la República en Armas años después.

Desde ese lugar de eterno reposo siguen gritando por la independencia con el mismo vigor que lo hicieron no lejos de allí, un 10 de octubre, a la sombra del Padre Fundador.

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