El “vuelo” de los tatuajes

tomado del blog: Mira Joven (Cuba)

Por Yasel Toledo Garnache

Luego de varios días junto a su novio, Lili decidió tatuarse el nombre de él, como muestra de su amor hacia quien le provocaba sensaciones especiales.

La joven, bella y sensible, no imaginaba que aquello dolería, derramó lágrimas, gritó…, pero soportó, deseosa de mostrar a todos su pasión, definida en apenas siete letras.

Otros también tienen tatuajes, hechos por impulsos, porque quieren lucir diferentes, ser parte de una especie de «moda», impresionar a los demás… Muchos exponen mariposas, frases, animales, rostros, flores, paisajes…, varios de los cuales lucen hermosos y repletos de creatividad, pero, ¿cuán favorables son? ¿En verdad nos hacen más atractivos e interesantes?

Personas famosas, deportistas y músicos, actores y cantantes, los tienen y los muestran a millones de jóvenes y adultos en el planeta, gracias a las fotos e imágenes televisivas, con indudable efecto en sus seguidores.

Esta «tradición» vive desde civilizaciones como las del Antiguo Egipto, el Japón imperial o las culturas precolombinas, en las cuales tuvo diferentes funciones, incluida la de distinguir grupos de personas, como delincuentes, esclavos y prisioneros.

Una de las evidencias más antiguas de tatuajes en momias se encontró en una perteneciente a la cultura Chinchorro, comunidad de pescadores en la costa de Chile, consistente en un bigote delgado sobre el labio superior de un hombre adulto del año 2 000 antes de Cristo.

En 1991 fue descubierta una momia neolítica dentro de un glaciar de los Alpes de Ötztal, con 57 dibujos en la espalda. Durante varias etapas, como la Edad Media, fueron prohibidos, por ser considerados  mutilaciones al cuerpo heredado por Dios.

Cada uno es logrado mediante la modificación permanente del color de la piel, con agujas u otros utensilios que inyectan tinta y más pigmentos bajo la epidermis.

Según investigaciones, el 36 % de los ciudadanos de Estados Unidos, entre 18 y 25 años de edad, posee alguna parte de su cuerpo marcada de la manera señalada, y la cantidad aumenta entre los de 26 y 40. En Europa, al menos cien millones de pobladores los exhiben.

Especialistas explican que las tintas utilizadas suelen provenir de metales, como mercurio, plomo, titanio, cadmio, níquel, cobre, hierro y zinc, todos potencialmente tóxicos en altas dosis.

Agregan que, cuando el «tatuador» las inyecta, el organismo genera una respuesta consistente en enviar glóbulos blancos para limpiar la zona, y durante ese proceso son eliminadas varias partículas, pero otras permanecen atrapadas en el tejido conjuntivo.

Aseguran que esa práctica agresiva al organismo puede provocar infecciones bacterianas, fúngicas y víricas; irritaciones temporales y reacciones alérgicas que podrían convertirse en crónicas; intoxicaciones dérmicas; quemaduras inusuales y sarpullidos en esa parte del cuerpo si recibe luz solar durante un tiempo mínimamente prolongado.

Otros elementos desfavorables son que el tatuaje puede ocultar enfermedades dérmicas graves y dificultar pruebas médicas, por tener en el sitio del dibujo o frase una conductividad eléctrica como resultado de la concentración de metales. A todo eso se suman otros riesgos relacionados con el empleo de las agujas, la posible falta de higiene, tintas inadecuadas y otros aspectos.

Marcar el cuerpo para siempre jamás debe ser cuestión de juego ni impulso. Tal vez, después de varios años la mariposa sobre la piel ya no favorezca el vuelo de la imaginación o el nombre del amado constituya un mal recuerdo, nada de lo cual podrá ser borrado, como con una goma, sin dejar huellas. Lo peor es lacerar la salud.

Cada decisión representa un paso en el camino de la vida, donde lo más hermoso, las mejores pinturas, colores y obras, radican en el alma, en los gestos llenos de amor y bondad.

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