Griffey Jr y Larkin NO, Segio Ramos SÍ: Cuba y su disfuncional relación con el béisbol

Los más de 600 jonrones en una carrera plagada de lesiones y sin dopaje no fueron suficientes para que Ken Griffey Jr fuese reconocido en Cuba. (Foto: Jed Jacobsohn/ Getty Images)

Los más de 600 jonrones en una carrera plagada de lesiones y sin dopaje no fueron suficientes para que Ken Griffey Jr fuese reconocido en Cuba. (Foto: Jed Jacobsohn/ Getty Images)

Por: Reynaldo Cruz

Fuente: Universobeisbol

Habrá que pedir perdón, en algún momento, y hacerlo públicamente, pero luego de ver el trato que se le ha dado al futbolista del Real Madrid y de la selección de España Sergio Ramos, de seguimiento mediático, de presentación con La Colmenita incluida, de inclusión en la página de deportes del periódico Granma, no puedo sentirme más avergonzado del trato que se llevaron en mi país dos grandes del béisbol como Ken Griffey Jr y Barry Larkin, quienes pasaron por Cuba totalmente desapercibidos, y habría sido en silencio de no ser por Michel Contreras y Cubadebate.

¿Cuál fue su pecado? Ser norteamericanos, jugar en el béisbol de Grandes Ligas, y sentirse orgullosos de ser norteamericanos y de haber brillado en el mejor béisbol del mundo.

Habrá que pedir perdón, casi de rodillas, pero no a Junior, o a Larkin, o a las Grandes Ligas, sino a los millones de fanáticos que aún le quedan al béisbol en la Isla, a pesar de todo, y que aún sienten orgullo de ser cubanos, de vivir en Cuba, y de amar el béisbol cubano. La actitud de Cuba hacia el béisbol es, cuando menos, sacrílega: en una era inundada por el fútbol, prefieren incluso dar amplia cobertura a un deportista que representa a un continente como el europeo y que practica un deporte que no se supone que sea el deporte nacional del país, antes de darle el reconocimiento a dos afronorteamericanos —parte de las minorías en Estados Unidos— que practicaron el deporte nacional del país, y que —con todo respeto a Sergio Ramos— fueron mucho mejores atletas. Pero ambos (Larkin siendo universitario y Griffey Jr durante el Clásico Mundial de Béisbol de 2006) se pusieron uniformes con el USA en el pecho.

Es impactante que todavía haya gente que se pregunte qué sucedió, o que se extrañe ante la alta preferencia del fútbol en Cuba, cuando ha sido prácticamente todo una lucha mediática para enamorar a la gente de un deporte que es aún más comercial que el béisbol —claro, pero cuando se trata de las Grandes Ligas, se trata de “los malos”—, mientras que por años se menospreció o se silenció al béisbol profesional. Este efecto aún no ha cambiado, pues hace menos de tres meses estuvo en Holguín Devon White (que ni siquiera es estadounidense, sino jamaicano, como Usain Bolt o Bob Marley), ganador de tres anillos de Serie Mundial, siete veces merecedor del Guante de Oro, tres veces Todos Estrellas, con casi dos mil hits en la Gran Carpa, y su presencia en la Ciudad Cubana de los Parques fue, cuando más, pasada por alto.

Haber tenido en Cuba a un miembro del Salón de la Fama del Béisbol de Cooperstown (Larkin) y a otro que de seguro será electo en su primer año (Griffey Jr) y no haberlos homenajeado ni siquiera a la mitad de como se ha hecho con Serigio Ramos (nada en contra suya o en contra de los homenajes que se le han hecho, que conste) es vergonzoso en todo el sentido de la palabra —lo vergonzoso es que no les dieron ningún honor en absoluto. Cabe preguntarse si luego de ver esto, a estos dos monstruos del béisbol les quedará deseos de venir a nuestro país.

Mientras tanto, decenas de peloteros cubanos abandonan el país año tras año, sin que aparezcan estrategias lógicas y bien pensadas para convencerlos de que se queden, y el fútbol del país sigue sin el desarrollo suficiente como para abrirse paso en una eliminatoria mundialista… y tal vez uno podría pensar si de veras se habría visto fútbol de ligas europeas en Cuba si hubiese un jugador cubano con calidad como para aparecer en ellas. Claro, que hoy ya no existe el filtro infame que mantenía en total silencio a los cubanos que aparecían en el Big Show, y poco a poco vamos viendo a los nuestros en nuestra televisión, sin necesidad de “paquetes” o videos descargados de la internet con la poca calidad que le permitió el ancho de banda a quien lo obtuvo.

Una vez, el excéntrico Bill Veeck (el mismo que hizo a Orestes Miñoso jugar después del retiro, o que obligó a los Chicago White Sox a jugar usando shorts bermudas) dijo que: “El béisbol debe ser un gran deporte, porque los dueños (de clubes) no han podido matarlo.” Nosotros acá podríamos parafrasearlo, y cambiar la última parte por: “… porque los directivos del béisbol en Cuba no han podido matarlo… aún.”

Pero cuidado, el béisbol cubano agoniza, y sus fans se retuercen de dolor al verlo desangrado por la fuga de sus mejores y peores ejemplares hacia el exterior, más una filosofía de contratación errada, lenta y poco efectiva, o una mentalidad totalmente inadecuada de cómo llevar el deporte. Con este paso no está muy lejano el día en que se suspenda la Serie Nacional o en el que haya que reducir drásticamente la cantidad de equipos a la mitad, pero estas no serán ya medidas para salvarlo, sino métodos de su directiva para mantenerse a flote.

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