LOCOS FAMOSOS DE MI PUEBLO EN CUBA

Por Arnoldo Ferrer

Tomado del blog Caracol de Agua

En mi pueblo hay muchos locos, unos más buenos, otros más traviesos, pero son locos auténticos. La ciudad sin ellos es difícil imaginarla. Sus narrativas desconectadas de lo real, por momentos asoman destellos lúcidos y uno se detiene a escucharlas: “Yo soy papito, el mayoral del Central América”, “Yo con oraciones y la mano puesta sobre el daño, curé a Fidel Castro en su primera enfermedad”; “Yo imito a todos los animales, nadie sabe hacerlo como yo”. Otro dice fragmentos de pensamientos de Fidel,  en oratoria llameante, para luego volcar su descontento con los precios. “Mira que engañan al Comandante”. Uno tocado por el ébano más puro, hace señas cuando ve a un conocido y lo manda al cielo o pide una muda de ropa porque viste pobre y necesita elevar su dignidad.

Había uno que todos los días iba de Contramaestre a Jiguaní o de Contramaestre a Palma Soriano, bautizado con el “Caminante solitario”, todavía recordado en la memoria popular. De las mujeres una siempre andaba con un jolongo lleno de libros, su nombre, Juana; presumía lecturas, conocimientos profundos y tenía adicción a acumular obras de autores clásicos, marxistas o de recetas de cocina. Nadie como Juana para fechas, personajes o preguntas que ponían en aprieto al lugareño porque no tenía respuestas para complacerla. Si la oías hablar, el loco parecía uno, porque era sabia; pero cuando se desconectaba, vestía ralo y corría las calles vestida con una miseria proverbial. O aquel “guarapito”, así llaman en Cuba a viejos auxiliares de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), bautizado “Capitán Tirapeo”; con un block de notas encima,  leyendo delitos cometidos contra el erario público, que alguien, bien arriba, debía saber. Según “Tirapeo”, tenía forma de elevarlos y hacer justicia. En uno de eso giros intespetivos de los chiflados, interrogaba: “¿Por qué roban el agua Dios mío?, ¿Por qué roban los víveres de las tiendas? ¿Por qué fulano es tan ladrón y nadie quiere darse cuenta?”. En una ocasión, muy molesto me dijo: “todos esos ladrones (turbinas)  que tienen puesto en la red de acueducto de manera ilegal, Fidel y Raúl los van a conocer, ya los tengo anotados aquí, aquí, oye bien, aquí”.

O  Semiñó,  mulato que tocaba muy bien el violín; en ocasiones lo escuchábamos a dúo con Cañete, músico destacado del pueblo, esposo de Migdalia Garcés, padre de Pepe  Cañete y Rosa María. Felipa la loca, mulata que vivía frente al Policlínico, en la casa de la esquina, cerca del Poder Popular. Nos asustaba con sus griterías los domingos cuando estábamos en el Parque infantil.  Monga pinilla, conocida por empinar la botella hasta ponerse en candela. No puedo olvidar a Erasmo, siempre descalzo, en su caminar campechano, atrapando colillas y prendiendo el futuro,  o Juan, tan humano, protector de las mujeres, conocido por su manera de pregonar viajes en la terminal interprovincial.

Congo merece mención aquí.Todos los días en la misma tienda desde el amanecer, hasta la noche, un ritual que lo acompañó hasta la muerte. Lo recuerdo metido en unas botas desacordonadas y un sombrero de yarey enorme. Mención aquí merece Masó, criador de cerdos;  en su delirio seguía trabajando en el Central América a las órdenes de Fico Fernández. Olvido el nombre de una muchacha hermosa, graduada de historia, autora de cuentos terribles; o el del loquillo que está siempre frente a la Funeraria municipal, vestido de sombrero, esperando tiempos mejores; atrapado en un imaginario palero del que no despierta.  Quizás falten otros locos memorables de mi pueblo aquí, agradecería a los lectores de Caracol de agua, que compartan fotos y recuerdos en estas páginas; ayudará a no olvidarlos en la memoria generacional…

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