LOS PARTIDOS ÚNICOS SON ÚNICOS RESPONSABLES

BarataPor: Jorge Gómez Barata

La primera vez que escuché a Fidel Castro citar a Lenin fue en marzo de 1962 cuando al denunciar la política sectaria aplicada por elementos de la antigua organización marxista, señaló: “La seriedad de un partido revolucionario se mide por la actitud ante sus propios errores…”

La máxima desoída en la Unión Soviética y en los países del socialismo real condujo a deformaciones que contribuyeron al desastre. El fin de aquellos partidos llegó por propia mano: se suicidaron.

El error común consistió en reproducir desde Alemania Oriental hasta Mongolia y de Polonia a Albania el mismo sistema político, idénticas estructuras institucionales e iguales normas de funcionamiento, y criterios ideológicos importados de la Unión Soviética, viciada ya por el estalinismo. Se trató de errores a los que no sobrevivieron.

Al convertir en dogma y hacer extensivo a todos los tiempos y circunstancias los preceptos del centralismo democrático, concebidos para dotar a la organización de una disciplina que le permitiera funcionar en la clandestinidad y en situaciones extraordinarias, se obligó a las bases a subordinarse a los organismos establecidos en unidades territoriales mayores, llamados erróneamente “superiores”; convirtiendo un recurso organizativo, en cadena de mando y la orientación política en obediencia debida.

El daño fue mayor cuando un precepto concebido para organismos que funcionaban de modo más o menos colectivo, se habilitó como un privilegio asequible a los cargos electos y a los funcionarios. De ese modo la palabra de los ubicados en los peldaños superiores se convirtió en orientación definitiva e inapelable. Así se abrieron amplios cauces al autoritarismo y, como entonces señaló Fidel: “A los métodos de ordeno y mando”.

Con jerarquía absoluta, sin democracia, libertad de discusión y sin obligación de responder a mecanismos de control social del poder, los partidos gobernantes involucionaron, perdieron identidad y contacto con la realidad, se aislaron y se debilitaron, convirtiéndose en entidades no deliberantes, habituadas a obedecer.

De la misma manera que era imprescindible que el partido en tiempo real estuviera al tanto de los problemas, las aspiraciones y las frustraciones del pueblo, también lo era que las masas y todos sus estamentos, conocieran la opinión del partido. Al no ocurrir lo uno ni lo otro la incomunicación fue total.

No reaccionar autocríticamente ante sus propios errores, hizo que los partidos de los países del socialismo real, en primer lugar el de la Unión Soviética, se auto anularan. Al ser únicos fueron también los únicos responsables. Allá nos vemos.

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