Reportaje a Villafranca conmociona la red (I): Supongamos

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Dedicamos espacio al debate generado en la blogosfera doméstica tras la publicación de en OnCuba de un reportaje sobre Reynaldo Villafranca, el enfermero cubano fallecido de malaria en Sierra Leona

tomado de Supón

Hagamos un ejercicio de la imaginación. Supongamos por un momento que no hablamos de Villafranca. Que en lugar de vivir en ese barrio marginado, pobre, de Los Palacios, vive en un reparto en las afueras de la capital. Que no se abrió el camino hasta la profesión de enfermero a través de años de jornalero y obrero calificado, sino que estudió una carrera universitaria y fue de los alumnos más brillantes. Pensemos por un momento que en lugar de dedicar sus ratos libres y sus noches a travestirse y doblar a alguna que otra cantante famosa en el cabaret del pueblo, desde joven sentía pasión por los cartoons y hasta llegó a tener una tira semanal en Dedeté.

Olvidemos que su compañero de los últimos años es un muchacho enfermo de VIH, y veamos mejor cómo conoce un día a aquella muchacha en la parada de guaguas del reparto; cómo logra enamorarla y hacerla su novia para muchos años, y cómo ese amor salva las distancias y las rejas, y perdura hasta el regreso, versos de Silvio de por medio.

Supongamos todo eso, y supongamos también que no va al África a ayudar a salvar vidas, las vidas de miles de hombres, mujeres y niños infectados con el Ébola; protege en su lugar a miles de cubanos y cubanas con su trabajo anónimo, peligroso, al frente de una red de agentes de inteligencia que monitorea las actividades de grupos terroristas de origen cubano que en Miami planean acciones de desestabilización contra el país.

Pensemos que no muere de paludismo cerebral allá del otro lado del Atlántico y que esa muerte nos conmueve porque llega, precisamente, mientras está curando, salvando a los pobres de la tierra, los más desposeídos, los más olvidados, los que siguen siendo simples números en las estadísticas de la OMC. Sino que luego de 16 años de prisión regresa a Cuba para volver a sacudir esta isla y hacernos recordar una vez más, por suerte, el tipo de seres humanos con quienes convivimos todos los días, esos que llevan adentro el decoro de muchos.

¿Una vida es menos digna que la otra? ¿Acaso no estamos violando la privacidad de estas dos vidas por igual, en nuestra necesidad de llegar a sentir que somos capaces de tocarlos con las manos? ¿Por qué nos escandaliza la indagación en la vida de uno, mientras los detalles también privados del otro son publicados, comentados, compartidos en la prensa, la radio y la televisión? ¿O es que de “lo malo”, “lo feo” es preferible no hablar? ¿Por qué? ¿Eso que es “malo”, “feo”, “contrahecho” desluce el acto heroico?

Seamos honestos. Lo que nos duele, lo que nos hiere, no es que un periodista devele “aspectos de la vida privada” de Villafranca; lo que nos golpea en el pecho y nos hace quedarnos sin aliento no es que ese mismo periodista traspase no sé qué barreras éticas y nos muestre una imagen del enfermero cubano que, según alguno, “mancilla” su heroicidad. Lo que nos jode, lo que nos hace tambalear, son las sombras de una realidad que es cotidianidad de muchos cuban@s hoy, y que no se va a ir tan solo porque la desterremos de nuestros medios de comunicación.

Nos negamos a ver la imperfección porque tenemos la idea equivocada de que solo los Mesías nos salvan del lodo; o porque nos enfocamos solo en la idea de que ese ser imperfecto es fruto de los males, los errores, las injusticias de nuestra sociedad, que existen, están, y tenemos que arreglar, pero muchas veces optamos por ignorar. Y no podemos, o no sabemos, o no hemos encontrado todavía la manera de comprender que estos seres humanos imperfectos que somos, y que vivimos en barrios parecidos o cercanos o similares a ese de Los Palacios, somos fruto también de esa misma sociedad que promueve, cultiva, construye, y que así hemos hecho esta nación a lo largo de los siglos, y le hemos dado nombre, forma y sustancia a nuestra utopía en la Sierra, en Girón, en esas tierras del mundo que han recabado nuestros esfuerzos… ahí no hubo Ungidos, ni Elegidos, ni perfectos caballeros intachables e inmaculados, solo hombres y mujeres contrahechos algunos, inacabados, que da alguna manera y sin gritarlo a los cuatro vientos, supieron sintetizar en sus acciones esa esperanza en el futuro mejor posible, y en el ser humano mejor que todos quisiéramos ser.

Y tan sólo por hacerme pensar en estas cosas, tan solo por eso, creo que vale la pena que Carlos Manuel haya ido hasta allá hasta Pinar del Río, se haya entrevistado con los vecinos y familiares de Villafranca, y haya escrito este retrato lleno de claroscuros con los que tal vez comulgue o no, pero están ahí, son, y no los quiero ni puedo obviar.

 

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