Sinfonity y el bendito sacrilegio de querer tocar a Vivaldi

03Pudiera creerse que solo interesaban a nuestras legiones de metaleros y algún que otro curioso. Pero vi a más de una señora que jamás se ha acercará a la obra de Joe Satriani levantarse del asiento y arrancar a aplaudirlos.

Leo Brouwer e Isabelle Hernández, más sabios que este autor prejuiciado, tuvieron el olfato de invitar a una orquesta de guitarras eléctricas al VI Festival Leo Brouwer de Música de Cámara, y ha sido ese llamado lo que ha mantenido viva la experiencia de Sinfonity los últimos dos años, confesó Pablo Salinas, director de la agrupación.

La retribución a su esfuerzo comenzó con la noticia, en la mañana del sábado 4 de octubre, de que las entradas de su concierto se habían agotado. En el equipo del Festival brincó una alarma alegre; sabíamos que su originalidad sería de gran atractivo para los espectadores, pero no imaginamos que la sensación llegara a tanto teniendo en cuenta que, con la honrosa excepción del programa que en el Canal Habana les dedicara Guille Vilar, en Cuba su trabajo era absolutamente desconocido.

Minutos antes del comienzo del concierto, nos aparecimos en la puerta del teatro con un paquete de entradas y sentimos lo que deben sentir los revendedores a la puerta de un estadio durante la final de la Serie Mundial de la MLB. En un instante los boletos volaron de nuestras manos; apenas dábamos abasto para entregarlas, meter el dinero en un bolsillo y evitar ser aplastados contra la puerta del Mella. Fue alucinante. O eso creía yo. Lo alucinante fue lo que ocurrió dentro, cuando 11 guitarras armadas en coro mezclaron rigor con virtuosismo y entregaron uno de los Vivaldi más extraordinarios que alguna vez se escucharán en La Habana.

Estos hombres han tenido la osadía de retrotraer uno de los instrumentos más jóvenes del mundo hacia los tiempos del siglo XVIII, en un homenaje a todos los artistas de arco, en especial al grupo de mujeres que –transgresoras como ellos– se lanzó siglos atrás a cruzar los Alpes con la música de Vivaldi a cuestas.

La idea, creo yo, no es sonar como una orquesta de cuerdas, sino partir de una partitura leída en clave de guitarra eléctrica. Sin embargo, en ciertos pasajes, al cerrar los ojos se podía ver-y sobre todo escuchar- sin dificultades una sección de violines, cellos y violoncelos en todo su cromatismo. Moviéndose entre esos dos planos, el de la traducción y el de la reproducción, Sinfonity embrujó a una audiencia que aplaudió frenética cada una de las piezas, prueba de que, a pesar de todos los cantos funerarios, Vivaldi y sus composiciones consiguen despertar las mismas emociones que hace casi trescientos años.

Aunque probablemente sea el concierto más discreto de los que se han presentado, en términos de montaje en escena; ha sido a su vez uno de los más espectaculares del Festival Leo Brouwer; una de esas actuaciones notables que quedan en el oído de los espectadores más allá de la memoria.

Desde el sábado 4 de octubre, quienes disfrutamos de Sinfonity no podremos escuchar a Vivaldi de la misma manera. Ahora juraremos que en el segundo movimiento de Verano hay unas eléctricas distorsiones; que los solos en Otoño tienen un inconfundible aire rockero; que ese Vivaldi era un metalero del carajo y que Steve Vai y compañía no pasan de ser unos dignos admiradores del maestro de la armonía y la invención.

 

Créditos:

Sinfonity (España) Orquesta de Guitarras Eléctricas

Pablo Luis Salinas, guitarra y director

Miguel Larregla de del Palacio

José Antonio Romero

Miguel Losada

Luis Cruz Vivar

Guillermo Guerrero

Sergio Bernardo Rivas

Osvaldo Rene Grecco

Salvador López, contrabajo y bajo eléctrico

Paloma Suárez, productora y mánager

Jesus Suzo Ramallo, ingeniero de sonido

(Tomado del blog El microwawe)

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