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En tierras del tinajón

20141118_100623Ahora guardo mis tesoros; los que me dejaron las tierras camagüeyanas. Primero, la amistad plagada de nubes, raíces, mariposas, deportes, reflexiones a las 4 y 20.

Luego me quedan los recuerdos del panal de abejas, del níspero, la risa de los juegos donde el asesino y el policía no dan pie con bola en las decisiones, y por ello hubo muchos inocentes muertos en combate.

Después de 10 horas y un frío que hacía temblar la voz, nos recibieron el turquinauta y la mariposa. Creo que los matanceros tienen su despiste de nacimiento, tuvimos que caminar dos cuadras más y yo rezando para que la mochila no cayera en desgracia: más arruinada no podía estar. Escaleras arriba, nos quedamos en el quinto piso, con agua caliente, ventilador y sin televisor: ninguna de las tres cosas las esperaba.

Se suponía que este viaje era para respirar otros aires y a la vez reflexionar. Ideas para valorar el estado de la blogosfera en Cuba, en intentar sumar más personas al grupo, en saber no pasar del idealismo, ni el oficialismo.

En algo si estábamos seguros, cada uno tenía una bitácora para utilizarla a su antojo y que solo el amor haría florecerla de pensamiento. Ahora las palabras salen de mi arruinada mochila y observo mis otros tesoros y las historias por contar; esas que este encuentro entre amigos; nos dejó un halito de esperanza.

El enigma de la muerte de Ignacio Agramonte, las ganas de progresar a pesar de los pocos recursos de Ortelio el campesino o del basurero del Lago de los sueños, los caracoles de los Balllenatos de la bahía de bolsa de Nuevitas, la natura de Santa Lucía, el diente de cocodrilo del centro de conservación del Cocodrilus Acutus, y la piedra de carbono, tan negra que guarda la noche, del rio Máximo.

Camagüey fue algo más que tomar agua de tinajón.

(Tomado del blog De donde crece la palma. Por Betsy Benítez)

Los diversos mapas de un país (I): Camino a Camagüey

viajaren-tren-miniFinalmente me incorporé a una de las guerrillas de Blogosfera Cuba. Lo del Centro Martin Luther King Jr. no cuenta como tal porque fue en La Habana, donde vivo; demasiado fácil como para pensar siquiera denominarlo acampada. El pretexto de la reunión sirvió para encontrarme con Camagüey, una ciudad que me había sido esquiva y a la que le debía hace mucho una visita.

Para llegar a Camagüey fue preciso viajar en tren, cosa que no hacía desde hace un par de años. Mis compañeras de ruta fueron Disamis, Karina, Marian y Mayra. Todas mujeres, todas inteligentes, qué más se puede pedir. Apenas salimos la ferromoza pronunció un curioso discurso que fue una revelación para mí, no tanto por la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas –prohibición que, por demás no entiendo– ni por el aviso de que los pasajeros somos responsables de nuestro equipaje, sino por la manera educadamente despótica en que lo dijo. Supongo que así hablen las directoras de orfanatos en lugares difíciles, los guardias de prisión, los cuidadores de baños públicos; gente convencida de que no hay remedio y se enfocan en la conservación del puesto y no en el impacto social de su trabajo.

Este viaje me permite alejarme de La Habana por varios días, cosa que, de no ser por la ausencia de D, casi agradezco. Ya me hacía falta sentir en el cuerpo la tensión del viaje, especialmente la que provoca el viajar en tren. Extrañaba todo esto. El paseo interminable de los capitos de turno, pasando de vagón en vagón una y otra vez. Los vendedores que, por mucho que uno quiera, no dejan de parecer sospechosos y la mano instintivamente busca el bolso. El paisaje adjunto a la línea, bello en su monotonía. La calma chicha del tren, su suave embriaguez, lo mismo buena para tertulias y cavilaciones que para quedarse dormido. El fermento de tanta literatura.

Cuando se viaja de noche en tren el tiempo suele pasar volando, y antes que nos percatáramos ya estábamos entrando en la provincia de Camagüey. Solo tuvimos un pequeño contratiempo. Nuestro pasaje era hasta Florida, un pueblo que queda antes de llegar a la ciudad de Camagüey. En teoría debíamos bajarnos y tratar de conseguir pasaje para continuar pero, afortunadamente, la misma ferromoza que parecía de hierro nos dejó continuar como polizones el tramo que nos faltaba. Las muchachas consiguieron sentarse, pero yo debí permanecer de pie. El último pedazo del viaje lo hice parado frente a una ventana que no tenía ventana, con el frío de las cinco de la madrugada acuchillándome la cara, pensando en palabras que no existen.

A las seis de la mañana descendimos en el andén de Camagüey y a los pocos minutos comenzamos a sentir el peso abrumador de la hospitalidad de nuestros anfitriones camagüeyanos. Antes nos encontramos Disamis y yo con un pan con minuta, una de esas sencillas delicias que en La Habana suelen estarnos vedadas, al menos en la forma de auténticos panes con minutas ya que lo que nos venden como tal es un engrudo de pescado desmenuzado pasado por dos baños de harina y grasa.

La hospitalidad de nuestros anfitriones camagüeyanos, decía. Apenas llegamos un carro nos trasladó hacia la residencia estudiantil de la Universidad de Ciencias Médicas, donde nos acomodaron en una habitación. Yo, que hice el viaje sin pareja me encontré de pronto en una habitación sencilla, sintiéndome extraño por ser la primera vez en mucho tiempo que no compartía una habitación de provincias con nadie. Al rato me acostumbré, y para cuando había descubierto la ducha me había olvidado por completo de la extrañeza y estaba francamente encantado. Dejé correr el agua calentísima por mi cuerpo, despojándome de la suciedad acumulada en los últimos cientos de kilómetros, en los últimos cientos de cientos de vidas.

Después del baño decidí quedarme conversando con Rachel y Kako en lugar de ir a la Casa de la Trova. Ya sé que la idea de estos encuentros es compartir lo más posible con un grupo diverso que tiene pocas posibilidades de reunirse de otra manera, pero el cansancio del viaje en el tren el día anterior me estaba golpeando (¿síntoma de vejez? Mejor ni pensarlo).

Aproveché para descubrirle a Kako el Maggot Brain de Eddie Hazel, ese negro endemoniado en el que parece haber reencarnado Hendrix sin que el mundo se enterara. Maggot Brain es una de las canciones más hermosas que he escuchado alguna vez, un lamento hiriente y estremecedor que va cobrando fuerza hasta convertirse en aullido desenfrenado; una histérica declaración de principios que a pesar de todo conserva en su centro la calma de seis notas que bien pudieran ser el background de la construcción del universo. Todo aficionado a la música debería tener la oportunidad de vivir la experiencia que es escuchar esos 10:18 minutos de postsicodelia.

Ni Funkadelic ni la cerveza evitaron que después de un par de rodeos termináramos conversando de política, el eterno punto de debate de las conversaciones entre Rachel, Kako y yo. En eso echamos los restos de energía que nos quedaban. Un poco después de las once de la noche, arrastré mi cuerpo hasta la cama personal de la habitación 304 y caí como una piedra.

(Tomado del blog El microwave. Por Rafa González)

Blogueros del país se encuentran en Camagüey

41900-fotografia-mCAMAGÜEY.— Jóvenes blogueros de varias regiones del país intercambian con sus homólogos camagüeyanos, como parte de las iniciativas de este numeroso grupo de internautas, quienes andan en guerrilla unida conociendo Cuba.

En la cita agramontina, que tiene por sede el Complejo Audiovisual Sala Nuevo Mundo, ubicado en el corazón histórico de esta urbe, participan integrantes de ese movimiento de Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín, Las Tunas, Matanzas, Pinar del Río, La Habana y Camagüey.

«Fue el twitazo de Karina Marrón quien nos unió y nos propuso escalar el Pico Turquino años atrás», recordó Carmen Luisa Hernández, periodista del semanario Adelante, de esta ciudad.

Desde entonces —agregó— hemos sumado amigos y unido voluntades a esta gran familia espontánea, con muchos deseos de hacer cosas en la red de redes, «porque somos un empeño que se consolida», insistió.

En esta primera jornada compartieron sobre la importancia de preservar este proyecto, imprescindible en el contexto actual del auge de las nuevas tecnologías de la comunicación y recordaron sus primeros pasos como guerrilleros.

Como parte del proyecto han «invadido» el Pico Turquino, en Santiago de Cuba; El Nicho, en Cienfuegos; La Cienaga de Zapata, en Matanzas; Topes de Collantes, en Sancti Spíritus; Viñales, en Pinar del Río; el centro Martín Luther King, en la Habana, y actualmente a esta ciudad patrimonial, que los acogerá hasta el próximo domingo 16.

A este gran movimiento de bloqueros lo mueve el motor de la solidaridad, la amistad y la hermandad entre quienes desean compartir las maravillas históricas y naturales del país, afirmó la periodista y actual directora de la revista universitaria Alma Mater, Mayra García Cardentey.

También participan quienes prefieren conocerse e interactuar entre colegas, porque no se conforman con un diálogo a distancia, como manifiesto María Antonieta Colunga, reportera camagüeyana.

El grupo de amigos, como suelen llamarse, encuentran en su guerrilla la manera de difundir la verdad sobre Cuba y de otras causas justas como la de los Cinco Héroes cubanos, tres de ellos aún presos en cárceles de Estados Unidos.

«Pensar los procesos que actualmente implican a los bloqueros ha sido proyección del grupo, que busca crecer también en su quehacer dentro de las redes sociales, en nuestros blogs, que han sido elaborados desde una mirada muy personal, con los gustos y preferencias de sus creadores», apuntó Julio César, creador de Kokacub@.

Rafael González Escalona razonó que permanecer entre los bloqueros del país le ha representado el espacio para reafirmar su identidad como cubano. «Para preservar todo el amplio legado de quienes diariamente escribimos en la red de redes nació la idea de crear la revista digital de la comunidad bloguera del país, la cual compila los trabajos de mayor repercusión, y que por lo efímero de su permanencia y visualidad en las redes sociales pueden pasar inadvertidos».

El desafío de esta guerrilla esta en mantener, enriquecer y extender esa publicación a todos los bloqueros cubanos, lo que implica una fuerte búsqueda digital, reflexionó González Escalona, creador del blog Microwave.

Marian Velásquez, quien dio vida a Un pedacito de mar, aseguró que la principal condición para mantener esta labor, devenida responsabilidad individual, es el amor por lo que se hace, independientemente de la tecnología con la que se cuente.

En tanto Disamis Arcia Muñoz, autora de Supon, subrayó que la guerrilla se consolida intentando encontrar en su quehacer una unidad temática que ha dibujado a Cuba como espacio de vida.

(Tomado de Juventud Rebelde. Por Yahily Hernández)