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William Morgan, de agente CIA a estrella de Hollywood.

Tomado del blog: Golpeando el Yunque

Los especialistas en guerra psicológica de Estados Unidos, manipulan la historia mundial para vender a sus soldados como súper héroes, aun cuando lo que hacen es asesinar a miles de personas en nombre de una supuesta libertad.

Recordamos las declaraciones del presidente de Estados Unidos, resaltando a sus pilotos después del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, con la pretensión de hacerle creer al pueblo que, con ese monstruoso crimen “habían salvado” a miles de jóvenes yanquis, omitiendo los muertos japoneses por aquel bombardeo injustificado.

Otras manipulaciones fueron los filmes de Hollywood sobre héroes latinoamericanos, como los mexicanos Emiliano Zapata y Pancho Villa; la intervención yanqui en la guerra hispano cubana y muchas más, que llegan hasta nuestros días con historias distorsionadas.

La finalidad es cambiar la historia a su favor, para que las nuevas generaciones interioricen lo que los ideólogos estadounidenses desean.

Basado en esos principios políticos, ahora anuncian que en el 2021 Hollywood pretende filmar la historia de William Alexander Morgan Ruderth, quien en 1957 cumpliendo instrucciones de la CIA, se infiltró en las fuerzas rebeldes cubanas que luchaban contra el dictador Fulgencio Batista, en el denominado II Frente Nacional del Escambray, ubicado en la zona montañosa del centro de la Isla.

Las historias de la CIA en la Isla son conocidas y se incrementaron en 1953 después del asalto al cuartel Mocada.

Ante la fuerza que ganaba el movimiento revolucionario dirigido por Fidel Castro, la CIA reforzó su labor de reclutamiento en el país y envió agentes con fachada no oficial (NOC), para obtener informaciones del apoyo popular, caracterizar a sus principales líderes y tratar de obtener posiciones dentro de estos.

La visita a La Habana en 1954 de Allen Dulles, director de la CIA, estuvo motivada entre otras cuestiones, a la creación del Buró de Represiones de Actividades Comunistas, BRAC, organización asesorada directamente por los yanquis.

En esa época, Francisco Muñoz Olivé, fungía como contacto entre los órganos represivos con la Estación Local de la CIA en la Isla, y después del triunfo del 1ro de enero de 1959, pasó a dirigir una red de espionaje al servicio de Estados Unidos.

En junio de 1956 Lyman Kirikpatrick, Inspector General de la CIA, viajó a Cuba para comprobar la verdadera evolución de la situación política, perfilar el trabajo en apoyo a los órganos represivos de la dictadura y el tratamiento informativo, según escribió en sus memorias.

En abril de 1957 regresó, preocupado por el auge del Movimiento 26 de julio y el interés de la CIA por consolidar la recopilación de información.

Ante la involución de la situación del dictador Batista, a mediados de 1958 Kirikpatrick realizó un tercer viaje, lo que confirma el interés de la Agencia por la situación de Cuba.

Consecuentes con sus propósitos, deciden infiltrar a Morgan en el ejército rebelde, pero no en la Sierra Maestra controlada por el Movimiento 26 de julio, sino donde el Movimiento 13 de marzo abría un nuevo frente, con la participación de Eloy Gutiérrez Menoyo, a quien se ocupó de reclutar con la intención de impedir la unidad entre los grupos revolucionarios, cumpliendo instrucciones de la CIA de conformar una tercera fuerza e impedir la victoria de Castro.

En 1955 la CIA ya había introducido en Cuba al oficial David Atlee Phillips, bajo fachada de propietario de una oficina de relaciones públicas y amplia experiencia en el golpe militar que dirigieron contra el presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz.

En sus memorias, Phillips detalla parte de su labor para adentrarse en la sociedad cubana hasta finales de 1958, sin levantar sospechas de su relación con la CIA. Durante su estancia, reclutó a varios colaboradores, entre ellos a Antonio Veciana Blanch, quien más tarde conspiró contra la Revolución y preparó el plan de asesinato a Fidel Castro, en el balcón norte del Palacio Presidencial.

En 1960, de regreso a su país, Phillips forma parte de la rama WH-4 de la CIA, encargada de la propaganda contra la Revolución.

En 1958 la CIA sembró en Cuba a otro de sus agentes experimentados, el estadounidense Frank Sturgis, conocido como Frank Fiorini, personaje vinculado posteriormente al asesinato del presidente J.F. Kennedy y al escándalo del Watergate.

Ese agente relató múltiples informaciones durante la entrevista que le hiciera en 1977, Ron Rosenbaum, periodista de la revista High Times.

En ese escenario es que William Morgan cumple su misión secreta de evitar la victoria de Castro y al no poder evitar el triunfo, le encomiendan organizar una contrarrevolución interna.

Su tarea había sido reforzada en 1957, con el envío a la Isla del experimentado agente CIA, John Meckless Espiritto, participante también en el golpe contra Arbenz en Guatemala, y en misiones de vigilancia sobre Fidel Castro en 1956, durante su estancia en México, cuando preparaba la salida hacia Cuba en el yate Granma.

El 8 de junio 1958, Espiritto logra incorporase a II Frente Nacional del Escambray, para reforzar las tareas encomendadas a William Morgan, de “entorpecer la unidad revolucionaria y estructurar la ambicionada tercera fuerza que pudiera gobernar en Cuba”, como expresó el presidente Eisenhower, en la reunión del Consejo de Seguridad, en diciembre de 1958.

Espiritto fue detenido en 1962, cuando ya estaba licenciado del ejército rebelde, donde alcanzó los grados de Capitán en el II Frente Nacional y relató en detalles las misiones que ambos desarrollaron.

En 1967 el norteamericano Robert Emmet Johnson, analista de inteligencia de los Servicios Especiales de República Dominicana, declaró a la prensa, que Morgan llegó a la Florida en 1959, donde aseguró contar con el apoyo de varios emigrados cubanos para derrocar a Fidel Castro, a pesar de ostentar los grados de Comandante del ejército revolucionario.

Por eso fue designado como jefe de la contrarrevolución en Cuba, bajo el seudónimo de Henry y participa en la conocida “Conspiración Trujillista”, derrocada el 13 de agosto de 1959.

El trabajo de Morgan era ejecutar un levantamiento con parte de los soldados que pelearon en el II Frente Nacional del Escambray, entre ellos el Comandante Eloy Gutiérrez Menoyo, todo bajo el consentimiento de la CIA, pues esa Agencia había enviado a uno de sus oficiales para reunirse con Trujillo y perfilar los detalles de la fracasada invasión por la ciudad de Trinidad, “Conspiración Trujillista”.

Morgan es detenido en octubre de 1960, juzgado y sancionado a pena de muerte por alta traición, al ser un alto oficial en activo.

Después de medio siglo pretenden vender una historia falsa y encartonada al mejor estilo de los filmes yanquis, en su afán por empañar la imagen de la Revolución.

Por qué no se atreven a filmar los cientos de actos terroristas ejecutados por la CIA en Cuba, entre ellos la voladura del buque francés La Coubre, donde murieron más de 100 personas y 200 heridos; la explosión del avión civil perpetrada por agentes de la CIA en 1976, donde perecieron sus 73 pasajeros; o el incendio provocado en una guardería infantil con 500 niños, donde no hubo que lamentar vidas humanas gracias al apoyo de las autoridades y del pueblo.

La historia de la CIA contra Cuba es amplia y tenebrosa, y nadie dude que Morgan es parte de ella.

José Martí expresó:

“La historia no es cera que se amolda a manos caprichosas”

Tomado de El Heraldo Cubano.

Solo unas cien palabras… #QuieroVolverAVerte #QuedateEnCasa

Tomado del Blog La Mala Palabra

Recuerdan cuando peleábamos porque no entendíamos cómo alguien podía estar horas comunicándose a través de un móvil, y decíamos: está enajenado, eso es impersonal, dónde quedó el calor humano.

La respuesta a nuestras interrogantes llegó de la peor manera posible, nos hemos visto obligados a aislarnos socialmente y, hoy, hacemos como aquellos a los que criticábamos; estamos pendientes del móvil y, a veces, nos justificamos con la necesidad de acceder rápido a las últimas noticias sobre la pandemia, pero en realidad buscamos en la pantalla la notificación del mensaje del amigo o la amiga y establecemos una conversación tan limpia como si nos viéramos a los ojos, nos deseamos parabienes y allá van (sin nasobucos) nuestros besos y abrazos, y respiramos profundo y exhalamos, casi en un suspiro, la tranquilidad del alma porque ellos están bien.

#QuedateEnCasa es un imperativo que limita nuestros movimientos al tiempo que desborda los sentimientos para hacer de una palabra o un emoji la emoción del momento. ¿Se han percatado cuánto nos hemos acercado en estos días? Pues entiendan algo: la pandemia pasará y nosotros seremos un tilín mejores.

Un abrazo grande,

Félix Edmundo
09/04/2020.

#QuedateEnCasa
#QuieroVolverAVerte

La salud en Cuba

Tomado del blog: Segunda Cita

Por Jorge Gómez Barata
Cuba no necesitó prepararse para la pandemia de coronavirus porque estaba preparada, y sólo necesitó contextualizar la situación, poner a punto mecanismos concretos y protocolos específicos para hacer lo que hace todos los días: proteger al sano y curar al enfermo. Llegar al punto donde hoy se encuentra le ha tomado medio siglo de denodados esfuerzos.

El sistema de salud cubano cubre a toda la población, se extiende por todo el país, cuenta con especialistas en todas las áreas, es solvente para tratar todas las enfermedades y, aunque cuesta caro, es gratis y emana humanismo por todos sus poros. En Cuba todos los días, alrededor del diez por ciento de la población, alrededor de un millón de personas, interactúa de algún modo con el sistema de salud.

La fortaleza del sistema de salud pública cubana, es resultado del proceso político vivido en los últimos sesenta años y suele atribuirse al socialismo, lo cual me parece inexacto. Socialismo había en una decena de países que, aunque contaron con un desarrollo económico razonable, no fueron potencias médicas.

El mérito por la creación del sistema de salud en Cuba pertenece a Fidel Castro, quien consagró a ese cometido sus energías, su capacidad de convocatoria y su poderosa inteligencia. Obviamente, no lo hizo solo, sino que fue acompañado por una pléyade de competentes y consagrados médicos científicos a quienes reconoció y distinguió, pero nunca privilegió inculcándole con su ejemplo un devoto sentido del deber.

El eje de la arquitectura de la salud pública en Cuba es el sistema de atención primaria cuyo núcleo está formado por el programa del médico y la enfermera de la familia, implantado en 1984 y que involucra a unos 30,000 médicos y alrededor de 15,000 consultorios.

Del sistema integral forman parte varios programas, entre ellos: materno infantil, enfermedades crónicas no transmisibles, enfermedades transmisibles, atención al adulto mayor, transplante de órganos y otros. A ellos se suman: atención estomatológica, servicios de óptica y el sistema de urgencias médicas. Al conjunto se añaden: rehabilitación, estadísticas de salud, información científico-técnica, promoción de salud, tecnología médica, incluyendo electro medicina, medicina nuclear, red de droguerías, farmacias y ópticas.

Un elemento clave es una poderosa industria farmacéutica formada por centros de alto nivel científico donde se investiga y se produce y que es capaz de fabricar alrededor del 80 por ciento de los medicamentos del formulario nacional, vacunas y otros fármacos avanzados. No puede omitirse el esfuerzo para el desarrollo de la medicina natural y tradicional.

De la infraestructura médica cubana forman parte 284 hospitales, entre ellos clínico quirúrgicos, maternidad, pediátricos, así como las más importantes especialidades, con alrededor de 90,000 camas y casi 100 unidades de cuidados intensivos. El sistema se completa con 426 policlínicos, 166 clínicas estomatológicas, 27 bancos de sangre, 27 hogares maternos y 197 hogares de ancianos. Hay Centro de Higiene y Epidemiología en todas las provincias y municipios.

El director general de la Organización Mundial de la Salud, doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha dicho “No puedo más que agradecerle a Cuba por el sistema de salud modelo que tiene, que lo hace situarse entre los mejores del mundo” y la doctora Clarissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, señaló: “El empeño del sistema de salud del país y sus autoridades para lograr, no sólo la calidad de vida de los cubanos, sino la de millones más en otras partes del mundo es digno de reconocimiento”.

La joya de la corona de la salud pública cubana son sus 100,000 médicos, enfermeras y técnicos y directivos que, en conjunto, además de cubrir holgadamente las necesidades nacionales, en 60 años han participado en miles de misiones médicas y actualmente colaboran en más de 60 países, en algunos casos, en condiciones de alto riesgo.

Médicos formados en Cuba, ya sea porque cumplen contratos, son misioneros o emigraron, prestan servicios en todo el mundo.

La salud pública cubana no es perfecta ni impoluta y debe superarse a sí misma cada día. Ella sola no derrotará a la pandemia de coronavirus, aunque sí puede hacer un aporte sustancial. Quienes han querido enlodar su reputación, en esta hora, cuando todo se pone a prueba, deberán callar.

Victoria de Cuba

Tomado del blog: A lo Cubano

Olga Thaureaux Puertas

Sin duda alguna Cuba volvió a vencer en la ONU al obtener este jueves una votación de 187 países a favor dela eliminación del bloqueo, 3 votos negativos (Estados Unidos, Brasil e Israel), 2 abstenciones (Colombia y Ucrania) y Moldova que no votó.
Pero esta, como dijo un colega ayer, es una victoria moral, porque como ya sabemos por 28 ocasiones ha prevalecido el criterio de la mayoría y el bloqueo ha seguido igual, o mejor dicho, ha empeorado en los últimos meses.
De irritante y cínico, por solo emplear dos adjetivos, puedo calificar la intervención de Kelly Craft, representante permanente de Estados Unidos en Naciones Unidas, cuando “inteligentemente” quiso desviar la atención de los presentes  sobre el verdadero impacto del bloqueo hacia Cuba, del cual el gobierno de Estados Unidos Sí es responsable.
Entre mentiras y tergiversaciones de la realidad cubana estuvo centrado el infeliz discurso, caracterizado por el no reconocimiento de los efectos nocivos que las restricciones económicas, comerciales y financieras de su gobierno tienen sobre el pueblo de Cuba, aunque manifestó que estaba segura de que la mayoría de los  países miembros de Naciones Unidas se pronunciarían a favor de la resolución cubana.
Cabe entonces preguntarse: No se dan cuenta de que tantas voces no pueden estar equivocadas. Los argumentos de los efectos del bloqueo son reales y que no hay otro responsable que no sea Estados Unidos.
¿Qué autoridad tiene ese gobierno para hablar de derechos humanos? Acaso olvida a los prisioneros en la ilegal base naval de Guantánamo, privados de defensa y de cualquier otro derecho?
¿Cómo tergiversar  la labor humanitaria y solidaria de los médicos cubanos en el mundo? ¿De  qué  prisioneros habló ella?
Cada uno de sus “argumentos” puede ser refutado por nosotros, pero no vale la pena. Pues como mismo reconoció la Craft, entre los países miembros sí hay claridad de lo que Cuba está demandando y todos coinciden en que el gobierno de Estados Unidos Sí es responsable.
Pero  si la memoria les está fallando, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, en su intervención enumeró las más recientes acciones de recrudecimiento del bloqueo con el único fin de afectar nuestra economía y dañar el nivel de vida de las familias cubanas. Se refirió a la restricción de viajes a ciudadanos estadounidenses y de vuelos directos a la isla, excepto a La Habana; la reducción de las remesas y el cese del intercambio cultural, entre otras.
Al propio tiempo denunció la aplicación de medidas no convencionales contra Cuba y que la persecución a las relaciones bancario-financieras con el resto del mundo ha aumentado.
Rodríguez Parrilla, mencionó nombres de cubanos, algunos adolescentes, que presentan problemas de salud complicados y que no disponen de los medicamentos apropiados para esas patologías, teniéndose que buscar medicamentos alternativos para aliviar las enfermedades que padecen. Pregunto: Cómo se llama eso?
El bloqueo ha sido el obstáculo fundamental para el desarrollo de Cuba y para el cumplimiento de sus objetivos para el 2030, e impacta en todos los sectores, sentenció el canciller.
Por eso los últimos meses Cuba adoptó medidas coyunturales para minimizar el impacto del déficit de combustible en  los servicios básicos a la población, potenciar el ahorro de los portadores energéticos y limitar el uso del combustible.
Desde los ministerios de Economía,  Transporte, Energía y Minas, se implementan medidas de ahorro, uso racional del combustible y, sobre todo, asegurar los servicios a la población.
Los cubanos llevamos  seis décadas de bloqueo. No  alcanzo a imaginar cómo sería vivir un mes sin él, pero tampoco pierdo las esperanzas.
Así hemos vivido, hemos crecido, buscamos alternativas, aparecen nuevas potencialidades y a pesar de todo nos desarrollamos, lento sí, pero nos desarrollamos.
Los cubanos  no hemos hecho otra cosa que no sea  responder al pensamiento martiano de: “A un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlos, mantener por siempre a nuestra Patria libre. Plan contra plan.”
Esa es la esencia. Esta nueva victoria en la ONU nos ratifica que no estamos solos. Que la lucha es difícil, pero no imposible y que la unidad, el trabajo y la inteligencia colectiva, son nuestras mejores armas para festejar la victoria y lograr otras muchas.

#ManosFueraDeCuba

Tomado del blog: Solidaridad Latinoamericana

Texto completo de la intervención del intelectual cubano Enrique Ubieta durante el primer panel del Encuentro Antimperialista de Solidaridad, por la Democracia y contra el Imperialismo

Hace unos días conversaba con un amigo sobre la impunidad con la que el imperialismo miente. No importa que al correr de los días se descubra la falsedad: la mentira permitió la acción deseada y dejó una huella en la conciencia de las masas. Reflexionaba que la guerra que se nos hace no es, en sentido estricto, de pensamiento, no es una batalla por la verdad, sino por la toma del poder y por su conservación; para el imperialismo, vale todo.

Sin embargo, la guerra, la nuestra, sí es de pensamiento: no se dirime ante el enemigo, cínico y sordo; pero debe demostrar a los potenciales lectores-espectadores-oyentes que los mensajes que ha recibido son trampas que explotarán en sus manos.

Es una batalla que no puede prescindir de la verdad, del conocimiento –hay que elaborar estrategias, caminos, construir una conciencia crítica–, pero no debe confundirse con el debate académico. Esta doble condición –que solo existe para los revolucionarios–, crea divisiones que el enemigo aprovecha bien, porque no siempre coincidimos. El imperialismo en cambio desprecia la verdad, su intención única es mantener el poder político. El resultado es que la izquierda se divide y la derecha se une.

La unidad también es un hecho cultural que debe construirse sobre el reconocimiento de las identidades marginadas. Reivindiquemos toda la justicia (todo acto de justicia, por pequeño que parezca, es grande), y sobre ese presupuesto no nos dejemos arrebatar la unidad mayor: la de los oprimidos frente a los opresores. Porque el enemigo último, el decisivo, de todas las injusticias (aunque la herencia cultural extienda sus tentáculos más allá) es el capitalismo.

El mismo televisor que transmite un discurso de Fidel, de Chávez o de Maduro, de Evo, una hora más tarde transmite una película cuyo contenido ideológico, enmascarado, conduce en sentido contrario las emociones, los deseos, y las ideas del espectador.

En sus inicios, los consensos son más políticos que ideológicos, la prioridad es alcanzar el gobierno, lo que no es aún el poder; pero una vez logrado ese objetivo, el imperialismo empujará a los gobernantes a nuevas definiciones, que necesariamente requerirán de consensos ideológicos más comprometidos con un ideal.

Esa es precisamente una zona de la guerra en la que los revolucionarios no reparan lo suficiente: la batalla cultural, que es probablemente la más difícil y, a la vez, la decisiva. No existe sociedad nueva sin cultura nueva.

El socialismo, o es el triunfo de una cultura de vida diferente, o es nada. No se trata desde luego de la sustitución o el abandono de tradiciones artísticas y literarias –no hablo del arte y la literatura, aunque se presupongan–, ni de una empobrecedora pretensión de descontaminar la cultura nacional de influencias foráneas, en un mundo cada vez más globalizado. Por cierto, las concepciones sobre la economía, sobre la sociedad en todas sus aristas, son parte de la cultura.

Hablo de la necesaria transformación del proyecto integral de sociedad y también, del proyecto individual de felicidad y de éxito personal de sus ciudadanos, que en el capitalismo se asocia más al tener que al ser, al consumismo depredador, al individualismo destructor de individualidades. Podemos medirlo así: según sea el modelo de éxito personal de los ciudadanos, así será el modelo de sociedad que construimos.

Si los beneficiados de la justicia revolucionaria no logran cambiar el paradigma de vida –hegemónico en filmes, telenovelas, canciones, en las páginas «sociales» de los grandes diarios, y en general en los medios de comunicación y en las llamadas redes sociales, en fin, en la cultura que prevalece y reproduce los valores del sistema– si la ilusión, palabra clave, de que los explotados pueden llegar a ser y a vivir como sus explotadores (la ilusión refrendada por los medios de que es posible el milagro de Cenicienta, visión por demás explícitamente machista) no se deshace, no se reconstruye, las revoluciones serán siempre reversibles.

Para ello es necesario entender que el socialismo tiene que hacer efectivas las mayores cuotas de democracia, pero de una democracia diferente a la burguesa, esa que ha reacomodado su primigenio carácter liberador al de simple protector de sus élites, valladar para el triunfo de los desposeídos. La nuestra es la democracia popular, y el acceso a ese tipo de democracia presupone una revolución cultural: transformar a las masas en colectividades de individuos, en protagonistas de su destino.

Los revolucionarios tenemos que construir un horizonte cercano –más pequeño que el de la Historia, que el de la Humanidad, y por eso más inmediato y demandante– que sea apetecible y alcanzable; pero no podemos renunciar tampoco a uno más lejano, más radical, más duradero, más humano, es decir, más revolucionario. Los que creen que el capitalismo no podrá ser vencido, han sido culturalmente vencidos, ya no son revolucionarios.

Sin un horizonte visible o imaginado, pero creíble, nadie remará con entusiasmo. Desde antes del primer día, hay que empezar a construirlo: si la cultura alternativa queda invisibilizada, cada conquista material solo aparentará ser un escalón en el ascenso social capitalista, y los «de abajo» seguirán soñando con ser «los de arriba».

Por otra parte, el futuro necesita de un pasado, de ahí que se libre una enconada lucha en torno a los héroes y a las efemérides. El debate historiográfico en Cuba y Venezuela –lo digo solo a modo de ejemplo– sobre Martí y Bolívar, está transido de ideología: es también un debate sobre Fidel y Chávez, sobre el futuro de nuestros dos países y de Nuestra América. Cualquier interpretación del pasado está determinada por la visión de futuro de quienes la enuncian.

Sin embargo, nuestros hijos «aprenden» historia, a veces, de la peor manera: en los videojuegos, en las series, en las películas, que es el único lugar donde los soldados estadounidenses han logrado vencer a los vietnamitas. En ellos, los superhéroes sustituyen a los héroes de la historia; ellos cuidan el orden, la estabilidad del sistema y no son imitables. La prensa “social” sitúa como modelo imitable de éxito a los explotadores. Los revolucionarios tenemos otros modelos: “seremos como el Che”, decimos, y reafirmamos en las plazas de Cuba: “yo soy Fidel”.

La izquierda debe reescribir, recomponer ese saber, recuperar la mirada, la voz de los oprimidos: hacer que se reconozcan todos más allá de sus fronteras nacionales. Si queremos marchar unidos, debemos conocernos mutuamente. Tenemos una cultura rica y diversa, una historia hermosa, enemigos comunes y un futuro promisorio. Muchas gracias.

Tomado de Siempre con Cuba