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COCO, EL NEOCOLONIALISMO DISNEY

Pixar ha logrado que llorar como se lloró en las proyecciones de Bambi sea elogiado por los que antes denunciaban el imperialismo cultural
por ANDY ROBINSON*

<p>Fotograma de la película de Disney 'Coco'.</p>

Fotograma de la película de Disney ‘Coco’.

Este momento de tensión  entre EE.UU y México es muy desconcertante para USA Inc. Porque para las grandes corporaciones estadounidenses (y otra multinacionales), México tiene un valor incalculable a la hora de diseñar sus campañas de marketing. Y, por supuesto, a la hora de diseñar sus producciones cinematográficas. México es “auténtico” y tiene alma. Para un buen creativo corporativo con MBA, especializado en la extracción de valor intangible, quedan enormes yacimientos de cultura popular en México que, increíblemente, aún no han sido convertidos en mercancía.

Es más, en México, con su historia tan cruel, su cultura todavía no mercantilizada se ve estrechamente identificado con la última barrera de protección, la familia, otro elemento de valor inestimable para los creativos del marketing e imagineering precisamente porque se percibe como un santuario del mercado, lo último que se vendería y que se corrompería. México tiene todo lo que le faltaba a McDonalds cuanto intentó sin éxito hacer aquella campaña de  “Say it with love”. Para decirlo con amor y alma, hace falta algo mucho  más potente que un Big Mac regalado al cliente para que llame a su madre o novia y que le diga ante el público: “Te quiero”. Hace falta algo menos obviamente transaccional para así esconder la fría cotización bursátil que motiva cada decisión corporativa necesaria para su expansión imparable e insaciable. Y ¿qué mejor para penetrar hasta la zona más protegida de la cultura que hacer una ofrenda del Día de los Muertos?

La semana del 2 de noviembre podían verse ofrendas en cada uno de los centros comerciales de la Ciudad de México: calaveras de azúcar o chocolate, tamales de maíz, papel picado de colores chillones, panes de muerto, flores anaranjadas cempasúchil ya fotos del difunto, quizá, el fundador de la franquicia. México primero regaló a Frida Kahlo, una revolucionaria reconvertida en un logotipo de moda global. Más tarde, la calavera, un icono de moda auténticamente étnica. ¿Qué mejor que un esqueleto para combatir las acusaciones de superficialidad y narcisismo que suelen hacerse a la moda? 

Y ahora, la ofrenda de la fiesta del Día de Muertos como potente herramienta de marketing. No importa que fuera, en la calle, haya gente llorando y realizando ofrendas improvisadas delante de los edificios que se derrumbaron en el terremoto del 19 de septiembre. Las ofrendas de las multinacionales son mucho más ricas en simbología del México auténtico que esas pobres ofrendas caseras. Ahí están, junto a las marcas de Carolina Herrera, Estée Lauder, Victorias Secret. Y, para rematar, en el multicine, en al tercera planta, Coco, la nueva película de Pixar/Disney sobre el Día de Muertos en México, exhibida en horario continuo.

Ofrenda delante de un edificio derrumbado en el terremoto

La crítica mexicana se ha deshecho en elogios por Coco, un filme muy bien documentado, que entiende lo “auténtico” del pueblo mexicano y que muestra “admiración e incluso respeto a la cultura nacional”, según el diario El Universal. No falta ningún detalle antropológico sobre la gran fiesta popular, de orígenes precolombinos. Desde el papel picado que adorna las calles de México hasta los tamales y pan de muerto en las ofrendas. Desde la Llorona, la madre fantasma que busca a sus hijos muertos, hasta La Catrina, la cómica encarnación de la muerte de Diego Rivera. Sin olvidar la música de Jorge Negrete, Pedro Infante, con un poco de hip hop folclórico del Mexican Institute of sound. Ahí está también el perro de los aztecas, el Xoloitzcuintle, y los animales fantásticos de la artesanía de Oaxaca, los alebrijes, ya en venta en su Disney Store más próxima.

Hasta la izquierda mexicana se ha mostrado agradecida a la filial de la gigantesca Corporación Disney por explorar lo auténtico del pueblo mexicano. Hay que reconocérselo a los creativos gringos de Pixar de la escuela obsesiva de Steve Jobs. No dejarán ninguna piedra sin levantar en su búsqueda. La revista Proceso comparó la película con una novela de Carlos Fuentes. El actor progresista Gael García Bernal pone la voz al desgraciado músico Héctor que no puede cruzar el puente de flores anaranjadas cempasúchil hasta el mundo de los muertos vivientes porque nadie vivo se acuerda de él. Elena Poniatowska dobla al castellano la voz de la abuelita, nana coco, que, pese a su demencia avanzada, finalmente recuerda en una lacrimosa última escena la canción del mismo músico (su padre): Recuérdame. Pixar ha logrado que llorar como se lloró en las proyecciones de Bambi sea elogiado por los que antes denunciaban el imperialismo cultural.

Pero, quizás sea la izquierda la que ha cambiado más que Disney. Curiosamente, dada su reivindicación de la memoria colectiva, Coco ha logrado borrar totalmente la polémica que desató Disney en 2013 cuando anunció que pretendía hacerse con los derechos de propiedad intelectual del mismísimo Día de los Muertos, declarado patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Disney quería el uso exclusivo para dotar a su marketing de “comidas snack y congeladas, adornos de árboles de navidad, imanes decorativos y productos de enseñanza y entrenamiento”, de cierta autenticidad y alma, según contaron sus abogados. Tras una oleada de protestas, la corporación retiró la solicitud.

Disney ya se ha dado cuenta de sus errores. Los cineastas de Pixar hablan de México y su identidad con el máximo respeto: “La película es una carta de amor a México”, ha insistido su director Lee Unkrich, oriundo de Ohio, que también dirigió Toy Story 3. “Coco no existiría sin la belleza ni la inspiración de México y su cultura, ni tampoco sus familias…”, coincide la productora de la película, Darla Anderson. Tras el terremoto que mató a medio millar de personas, entre ellas decenas de niños, Disney no tardó en enviar donativos a los damnificados del estado de Oaxaca, donde hizo gran parte de su investigación para la puesta en escena.

Nadie en México parece estar preguntándose si Coco, y la participación de Disney y otras corporaciones en la reconstrucción, contamina la movilización ciudadana con el veneno de filantropía corporativa. A fin de cuentas, como decía Carlos Monsivais tras la masiva movilización ciudadana después del seísmo de 1985 que derrocó al PRI en el DF, no se trata de ser solamente “solidarios” al organizarse en apoyo a las víctimas, sino de “tomar el poder”.

Para entender por qué no debería elogiarse una película de Pixar sobre el Día de muertos mexicano, lo primero que hay que hacer es visitar la doble exposición México, Walt Disney y El arte de Coco en la Cineteca  Nacional (Filmoteca) de la secretaría de Cultura en Coyoacán, que recorre los viajes de Disney en México y América Latina en los años de la guerra fría. El primer viaje, en 1942, fue como enviado de un programa exterior de Roosevelt para contener el fascismo en América Latina y, lo que sería mucho más importante conforme fueron pasando los años, para detener al comunismo y cualquier movimiento de reivindicación social. Hizo dos películas, el corto Saludos America y el largometraje Los tres caballeros, que, como recuerda la historiadora cultural argentina Marcela Croce en un número reciente deThe Jacobin, “establecieron un precedente por el cual la industria de cine trabajaba para justificar la intervención estadounidense en la región”.

La exposición en la Cineteca Nacional, sin embargo, no se detiene en esa historia de invasiones, golpes y masacres de pueblos indígenas. Recuerda que Disney realizaba minidocumentales para apoyar la campaña de salud pública del presidente Miguel Alemán. Relata cómo Pancho Pistolas, el personaje mexicano creado por Disney entonces, se convirtió en un personaje querido en todo el país. Explica la afición de Disney a la música mexicana y a los trajes de charro que a veces vestían durante sus visitas. “El legado de Walt Disney ha permanecido en los corazones de México (…) esas sonrisas que Disney nos ha regalado son parte de nuestra memoria”, pontifica el texto de la exposición. “México y Disney es un encuentro mágico”, resume.

No hay en la exposición ni una referencia al libro clásico sobre Disney en América Latina, Para leer al Pato Donald, editado en Santiago de Chile en 1972, una crítica demoledora hacia los estereotipos racistas de las tiras cómicas y las películas de Disney sobre América  Latina y hacia la “colonización mental” de los niños con “los sueños de una ideología competitiva de ultra individualismo”, según recuerda su coautor Ariel Dorfman, catedrático de la Universidad Duke de Carolina del Norte en el Huffington Post. Quemados miles de ejemplares del libro en Chile tras el golpe de 1973, la obra fue prohibida en EE.UU., dos años después, por las presiones de Disney. Finalmente, será publicado a finales de este mes y formará parte del catálogo de una nueva exposición sobre Disney en América Latina en el museo MAK de Los Ángeles. ¿Por qué no mencionaron nada de esto Francisco Haghgenbe y Hugo Derat, los dos comisarios de la exposición México y Walt Disney en la Cineteca Nacional? Quizás porque los dos son publicistas de la oficina mexicana de la Corporación Disney. “Nosotros solo prestamos la sala; Disney diseñó la exposición”, se limitó a decir un empleado de la secretaría de Cultura.

*Andy Robinson. Es licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Fue corresponsal de ‘La Vanguardia’ en Nueva York y hoy ejerce como enviado especial para este periódico. Su último libro es ‘Off the Road. Miedo, asco y esperanza en América’ (Editorial Ariel, 2016).

Un desafío ante la guerra cultural: educar al pueblo en una cultura audiovisual.

Por: Yusuam Palacios Ortega

Es muy raro ver a un adolescente o joven en la realidad que vivimos leer un libro impreso (e incluso digital) por el simple deseo de hacerlo, recrearse, aprender; y más difícil aún, que tenga lo que se llama hábito de lectura; y no es que no existan lectores jóvenes o que se haya olvidado la lectura; simplemente esta no es preeminente en el mundo actual, pese a ingentes esfuerzos por promoverla con iniciativas muy válidas de instituciones y promotores culturales a lo largo y ancho del país. La lectura no está en la preferencia de los jóvenes (al menos en buena parte de ellos); y esto se debe, en importante medida, a la gobernanza audiovisual que hoy existe.

No es secreto ni se ha de cubrir con un velo que el consumo audiovisual de propuestas televisivas, cinematográficas u otras de similar rango; prevalece en el gusto y preferencia de los jóvenes (y no sólo de ellos); que se ha generado una incultura audiovisual propia de la crisis humanística, de valores, ideales; que afecta al mundo y sucumbe en el empobrecimiento espiritual a millones de personas que viven bajo los efectos nocivos de la industria del entretenimiento, la cultura chatarra, la enajenación y desideologización que representa el capitalismo.

No se puede negar lo que es un hecho a la luz del siglo XXI, más que libros hay videos, más que el disfrute de excelentes aventuras y novelas (clásicos de la literatura) o la poesía liberadora de las almas, aparecen espectáculos macabros y movidos por la más burda de las farsas. La condición humana se pierde cuando poco a poco se destruye el tejido espiritual que significa la resistencia a la cultura de la banalidad audiovisual que embrutece y enclaustra el pensamiento. Dejamos de observar con ojo crítico lo que ciertamente es hegemónico hoy: la llamada industria del entretenimiento que gusta, pero esclaviza.

Y es un declarado engaño lo que allí se propone; es necesario para continuar sosteniendo un modelo cultural agresivo, dañino, criminal, desprovisto del más mínimo vestigio de dignidad (la del arte y la cultura); que la imposición de la cultura capitalista vaya de la mano de la mediocridad y el antagonismo. La mediocridad del contenido, el vacío de lo culto en sus honduras; lo antagónico responde sencillamente a la incompatibilidad (en ese modelo que destruye) de lo que causa goce, placer y gusto con lo que libera, emancipa y eleva en una propuesta audiovisual de las descritas.

Ese es el propósito del orden cultural impuesto al mundo; penetrar en los pueblos, sobre todo, en aquellos con fuerte tradición e identidad; es el mecanismo ideal para destruir la Revolución cubana, ¿cómo?, devastando nuestra cultura con cañones audiovisuales, desde el ciberespacio, con realitys show, series, novelas, películas; toda una muestra de productos colonizadores que sólo hacen posible que los valores del capitalismo se reproduzcan. ¿Y entonces cómo enfrentar semejante guerra?; donde más que confrontación de pensamiento nos enfrentamos a un enemigo que no quiere que pensemos, que su propuesta es inocular el veneno de la incultura. Quiere entretener y no educar, quiere someter con fútiles armas: las melladas del capitalismo.

Es imprescindible educar al pueblo en una cultura audiovisual; nos quieren dominar y el antídoto es la cultura. No en balde decía Martí que ser culto es el único modo de ser libre; he ahí la cultura como única posibilidad de garantía de la libertad. Hay que promover en las comunidades estudiantiles, laborales y residenciales lo autóctono, lo nuestro; llevar la cultura cubana sin olvidar la universal (lo mejor de ella): “injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el nuestras repúblicas”, a cada joven, niño o adolescente; para que conozcan los valores culturales, identitarios, históricos que tenemos.

Un sujeto crítico resulta medular en tiempos donde la crítica parece enemiga cuando en realidad es una de nuestras mejores aliadas para la formación estética y ética de los individuos. La crítica no es hablar mal de alguien, es colocar a tiempo las dos pesas de la balanza cultural, social, política, económica. Es mostrar, con altura ética y cultural, los valores de las obras, sus antivalores también; es la sinergia entre el látigo y el cascabel para educar, transformar, crear una conciencia crítica en el ciudadano que le permita discernir, porque tiene las condiciones para ello, entre lo que resulta positivo o negativo de lo que se está propagando en materia cultural, de lo que con dolor muchas veces se brinda, de la basura artística o podredumbre intelectual de los nuevos colonizadores.

Hay que insistir más en la enseñanza electiva de la cultura audiovisual de nuestro pueblo, sobre todo en las escuelas. Tenemos una tradición en la Escuela Cubana de Pensamiento que no se puede perder: elegir para integrar como método desde el padre Varela, José de la Luz, el propio Martí. Los métodos de enseñanza tienen que continuar adecuándose al momento presente; el audiovisual se impone y hay que tomarlo para sí como herramienta de formación cultural, política e ideológica en niños, adolescentes y jóvenes.

La batalla cultural ha de distinguirse por la unidad e integración de las instituciones que promueven la cultura, de los organismos cuya misión no es otra que formar y educar en valores, de los intelectuales que tienen ante sí el reto cultural más grande: salvar junto a todo el pueblo, con su orientación clara y revolucionaria, la madre del decoro y la savia de la libertad. Esa propagación de la cultura no se nos puede quedar en intentos aislados y muchas veces sin la debida coherencia por falta de previsión y articulación de cada una de las fuerzas culturales que existen en Cuba.

El prestigioso intelectual cubano y uno de nuestros líderes históricos Armando Hart Dávalos, ha hecho un llamado a trabajar con el pensamiento, a volver a la tradición filosófica, ética y jurídica cubana para la salvaguarda de la Revolución. Ha sido muy claro con la idea de que donde no está la cultura está el camino a la barbarie. Sus reflexiones constituyen un arsenal ideológico para enfrentar la guerra cultural desatada desde hace mucho tiempo, pero que en la actualidad cobra un alcance mayor; donde símbolos de la cultura capitalista, colonizadores, de los valores de esa cultura del tener que promueve el egoísmo y la exaltación por lo material; se reproducen constantemente y es medular denunciarlos desde posiciones revolucionarias; claro está promoviendo con más inteligencia y creatividad los símbolos nuestros, los de la cultura cubana, los del Socialismo; salvando nuestra historia, yendo a ella con el atractivo de los códigos actuales sin renunciar a esencias y principios.