Tag: huracan Irma

José Martí: A salvo

Foto: Yander Zamora

tomado del blog: Santiago Arde

PUNTA ALEGRE, Ciego de Ávila.–Lo vio en el mar: una cosa redonda y de un blanco sucio, cubierta de escombros. Corrió a la casa a buscar a su madre y su madre lo ayudó a desenterrarlo. Lo alzó como un trofeo y fue corriendo de una casa a la otra. Iba gritando: ¡mira!, ¡encontré a Martí!, ¡encontré a Martí!

Martí durmió en el closet de la casa y Jorgito durmió poco, agarrotado entre su madre y su hermana y el desastre que les dejó el ciclón.

Al día siguiente cumplía seis años. Se levantó y dicen que cogió el busto y que se fue a enjuagarlo a la orilla de la playa; que lo llevó a casa de su maestro porque «Martí es el hombre que está en mi escuela, al lado de la bandera».

Aquel día, en el medio del desguace, lo vimos, abrazándolo.

Y no sabíamos, a ciencia cierta, quién protegía a quién.

He vuelto…

tomado del blog sin Oropel ni garufa

“…me reconforta con cuánta inosencia unas niñas hermosas en #Cuba, convierten la desgracia en áreas de esplendor…”. Por Daniel Guerra Domínguez.

Hoy vuelvo a las calladas noches de tu ausencia y mientras duermes en la distancia de tus sueños, yo me tejo en la nube tus recuerdos y converso tus sonrisas y tu llanto. Hoy he vuelto en la madrugada para hablar con el alma de mi alma, y contarle la de tantas cosas que me pasan, y las muchas que en la mente se agolpan.

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Hoy estoy, sencilla y llanamente, redescubriendo tus miradas e intento comprender por qué me amas; mas no puedo con lo abstracto borrar -de golpe- tanto daño que las tormentas provocan.

Daños del #HuracanIrma

Hoy la gente se levanta de la arcilla y el edor, respira hondo la nueva brisa y toma en sus manos la idea mejor para salirse pronto del entuerto que a su paso -esa que dicen se llama Irma- les dejó; mas no logro en mi alma de poeta concebir un poema en este minuto, para muchos de dolor.

20170911_110157Hoy solo me consuela ver la gente resuelta a dejar atrás lo peor, y me reconforta con cuánta inosencia unas niñas hermosas convierten la desgracia en áreas de esplendor. Hoy vuelvo a las calladas noches de tu ausencia, y mientras duermes en la distancia de tus sueños, te hago presente y llueve tu entusiasmo para sumarte así desde el recuerdo que florece, a esta etapa de recuperación y de amor.

cubanos vs irma

Dos horas de vuelo

Por Rosana Rivero Ricardo

tomado del blog: Live in Cuba

El huracán Irma me cogió “nuevecita de paquete”. Me estrené en coberturas periodísticas para casos de desastres y, para muchos lo más emocionante, me trepé en un helicóptero para evaluar los daños de Irma en la costa norte oriental.

No tenía miedo a montarme, sino a marearme. La primera medida preventiva fue almorzar ligerito. No me asusté siquiera cuando empezaron a sonar las hélices en movimiento. Aquel aparato sonaba más que un tractor y se tarandeaba más que un tren lechero de Holguín a Villa Clara, que hasta ese momento eran mis referencias.

A los novatos se nos entregaron caramelos para la descompresión de oído y un “cubalse” para otros fines no tan halagüeños. Confieso que empleé ambos, aunque mi caso no fue tan vergonzoso si tenemos en cuenta que descendimos en dos ocasiones para otras necesidades, no menos imperiosas, de tres de los pasajeros.

En las dos horas de vuelo me arrepentí de burlarme de mi primo que de pequeño se mareaba en cualquier viaje largo por tierra. Aprendí que lo mejor es no pensar en el mareo y si no tienes experiencia, no debes hacer videos. También es importante que nadie te pregunte cómo estás, porque te hace sentir peor.

Hubo un momento en que quería que Irma me llevara, pero ya estaba muy lejos. Tanto desparpajo en las nubes, con el mueve, mueve de los vientos, me afectó el buen juicio. Pero actué con más categoría, que la cuatro que traía el ciclón y al bajarme le regalé a la cámara mi mejor sonrisa. Bueno, al menos eso pienso yo.

Amén de los percances, la misión fue cumplida. Pisé tierra con mis videos y la certeza de que recibimos el menor de los males de Irma. Conocí a Antilla en Holguín y a Covarrubias y Puerto Padre en Las Tunas. Periodísticamente, le saqué bastante lasca al vuelo. Parece que al estar más cerca de las musas, ellas no tuvieron que esforzarse tanto en bajar. Aterricé con el estómago vacío, pero la mente llena de anécdotas por contar. Después de esta experiencia, Matías Pérez, a mi lado, es un niño de teta.

Muertes lamentables y evitables

Olga Thaureaux Puertas

tomado del blog A lo Cubano

Actos irresponsables tras el paso de "Irma"idad?Hay cosas que solo se saben porque se viven. Sí, no es mi intención confundirlo, solo compartir algunas ideas relacionadas con las fortalezas del sistema de la Defensa Civil de Cuba, a propósito del paso por este territorio del potente huracán Irma y la lamentable noticia de que nos dejara 10 fallecidos, de La Habana, Matanzas, Camagüey y Ciego de Ávila.

Los cubanos estamos acostumbrados, ante cualquier eventualidad, a las informaciones y orientaciones de la Defensa Civil en sus diferentes estructuras, hasta llegar al barrio.

Según su sitio web la “Ley 75 de la Defensa Nacional establece la Defensa Civil (DC) como un sistema de medidas defensivas de carácter estatal, en tiempo de paz o situaciones excepcionales, con el propósito de proteger a la población y la economía nacional contra los medios de destrucción enemigos, en casos de desastre y ante el deterioro del medio ambiente. También comprende la realización de los trabajos de salvamento y reparación urgente de averías en los focos de destrucción o contaminación.

“El Presidente del Consejo de Estado dirige la Defensa Civil mediante el Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, quien para ello cuenta con el Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil, principal órgano de dirección del sistema.

“Los presidentes de las asambleas provinciales y municipales del Poder Popular son los jefes de la Defensa Civil en el territorio correspondiente. Ellos se apoyan en los órganos de la DC, compuestos por oficiales y funcionarios subordinados a las regiones y sectores militares.

“En los órganos y organismos estatales, las entidades económicas e instituciones sociales, los máximos dirigentes responden por el cumplimiento de las medidas de la Defensa Civil. Estas son de obligatorio cumplimiento en todos los niveles y para la población”.

Los cubanos dominamos esta estructura y sabemos que, por ejemplo, en el caso de la proximidad de un fenómeno meteorológico las informaciones que emiten el Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología y la Defensa Civil, son las mejores herramientas de que disponemos; de ahí la existencia de diferentes fases, por demás archiconocidas y sobre todo qué se debe hacer en cada una.

Por eso resulta lamentable y llamativo a la vez, que entre los fallecidos existan personas que al parecer cometieron imprudencias que terminaron con su vida: Retirar una antena de TV debe hacerse antes de que comiencen las afectaciones; se ha dicho que no se debe transitar  por la calle precisamente por el peligro de la caída de postes, árboles o cables del tendido eléctrico. Y qué decir de quienes  no observaron las normas de conducta orientadas por la Defensa Civil, y se negaron  a ser evacuados.

En las imágenes publicadas tras el paso de Irma vimos a personas jugando dominó en medio de una calle llena de agua; otros, muchos, caminando en medio de esas aguas… esos por citar algunos ejemplos, porque también supimos de habitantes de San Antonio del Norte que se negaron a abandonar sus casos y vivieron horas inolvidables cuando el mar desplomó puertas y entró a sus domicilios. Estos, afortunadamente pudieron contar la historia.

Cuba está situada en una zona propensa al paso de fenómenos meteorológicos de este tipo, de ahí que siempre nos preparamos para la temporada ciclónica, del 1 de junio al 30 de noviembre. Pero prepararse es también estar debidamente informado y obedecer las orientaciones de la Defensa Civil.

De esa manera, siempre serán mínimas las pérdidas de vidas humanas, que es lo fundamental.

Un lejano, pero presente recuerdo sobre el ciclón Flora

Por: Orlando Guevara Núñez

tomado del blog: Ciudad sin cerrojos

En estos días, por la presencia del huracán Irma, mucho se ha mencionado a otro con nombre de mujer: el ciclón Flora, que azotó la parte oriental cubana a inicios de octubre de 1963. En esa ocasión, con apenas 20 años de edad, yo desempeñaba el cargo de secretario general del Comité Seccional del Partido en Cauto Embarcadero. Hace unos años, escribí sobre aquel episodio que, en el áreaque yo dirigía dejó 257 muertos, y el territorio destruido. Hoy, la evocación del Flora me motiva a seleccionar unos pocos párrafos que pueden dar aunque sea una pálida imagen del desastre vivido. Téngase en cuenta que en esa época, aún no teníamos una Defensa Civil organizada, ni presas que asimilaran grandes volúmenes de agua, ni la experiencia de hoy ante los desastres naturales.

En medio de aquella tragedia indescriptible, la tarea de los botes tuvo su fin, porque la cercanía del Cauto y su bravura, por ese  lugar, eran muchas. Nuestras esperanzas se desmoronaban. Los camiones habían sido sustituidos por tractores, éstos por botes y ahora las embarcaciones estaban obligadas a ceder su lugar a otro medio más eficaz: los helicópteros de nuestras Fuerzas Aéreas Revolucionarias.

Pocas veces habíamos visto tanto coraje, audacia y sensibilidad humana y revolucionaria como la de aquellos pilotos y sus tripulaciones, sobrevolando las aguas y buscando a los sobrevivientes. Creo que ese tipo de hombre superior, es una de las más bellas creaciones de la Revolución.

Gracias a los helicópteros, centenares de personas fueron rescatadas de lugares donde habían permanecido aisladas en pequeñas porciones de tierra firme o encima de los árboles y casas.

No es exagerado decir que durante los días que duró el Flora, perdimos casi por completo la noción del tiempo. No hubo noches ni días, sino continuas  e interminables jornadas de trabajo. Ni siquiera la fecha podíamos precisar. Fue más de una semana con la misma ropa, mojada, sucia, pestilente. Los pies, entumecidos en el interior de las botas. Los pulmones, con un frío que los calaba.

En medio de aquella tragedia, supimos la noticia de que nuestro Comandante en Jefe se encontraba en la zona del Cauto. La primera reacción fue de alegría; la segunda, de preocupación.

Siempre la presencia de Fidel infunde ánimos, nos inyecta confianza y nos hace sentir más capaces de realizar cosas mayores. Pero no era posible abstraerse de la realidad sobre el peligro que él corría. “A Fidel no puede pasarle nada”, pensábamos, quizás como un mecanismo de autodefensa ante la preocupación; pero la posibilidad de que sí le pasara, martillaba cada momento.

Es verdad que Fidel es Fidel porque siempre ha marchado a la vanguardia, lo mismo en el Moncada que en el Granma, en la Sierra Maestra, en Girón y en todos los momentos de peligro para nuestro pueblo, pero ningún revolucionario se siente tranquilo si conoce que él está corriendo riesgos. Y en aquellos momentos el peligro era grande.

Poco después, supimos del accidente del carro anfibio en el cual viajaba nuestro máximo jefe, y cómo él tuvo que abandonarlo en medio de un río crecido, el Rioja, afluente  del Cauto.

La destrucción era total y deprimente. Nada había sido infalible ante la fuerza del Flora. Para enfrentar esa realidad, hacía falta ahora más valor que el derrochado en las labores de salvamento. En medio de la tragedia, no pensábamos en el futuro, sino en lo que teníamos al lado, en quienes necesitaban ayuda. El efecto de verlo todo destruido fue un impacto indescriptible.

Cuando bajaron las aguas, quedó ante nosotros un espectáculo tétrico, desolador, tan traumático que ni aún el paso de los años ha podido borrarlo.

Casas destruidas y semi destruidas. Seres humanos muertos por doquier. Las cosechas arrasadas, exterminados todos los animales domésticos; el lodo levantado casi un metro en el interior de las viviendas en pie; todo tipo de animales muertos a cada paso, la pestilencia penetrante. Y lo más impresionante: la gente enterrando a sus muertos, en muchos casos en el mismo lugar donde se encontraban los cadáveres o buscando infructuosamente a los familiares desaparecidos.

Aquellos que encontraban los cuerpos sin vida de sus seres queridos sentían, al menos, el consuelo de darles sepultura y saber donde estaban. Otros permanecieron meses en una larga y dolorosa espera, debatiéndose entre la posibilidad de la muerte y la esperanza del milagro salvador que  no llegó nunca.

El poblado de Cauto Embarcadero ofrecía a nuestros ojos un panorama dantesco. Allí murieron ahogadas veintinueve personas. A las casas de placa existentes, sólo les quedó sin cubrir por el agua una longitud de dos o tres pies; a otras, menos y algunas fueron virtualmente tapadas. Las viviendas poco resistentes, arrasadas o averiadas.

Barrios enteros habían desaparecido junto a la mayoría de sus pobladores. En la Región del Cauto, más de novecientos muertos enlutaron a centenares de familias, mientras que más de un millar de viviendas fueron totalmente destruidas o sufrieron daños de consideración.

Cauto Embarcadero veintinueve muertos; Los Guayitos, treinta y dos; Aguas Verdes, cincuenta y seis; El Doce y Medio, cincuenta y cuatro; Guamo, cuarenta y uno. El Seis de Santa Rosa, otros pequeños bateyes radicados junto a las grúas cañeras, barriecitos agrícolas, todos destruidos; ausencia de muchos, presencia inconsolable de otros. La lista de los muertos, larga; las cifras, abrumadoras; los casos, conmovedores; la realidad, aplastante. El Seccional de Cauto Embarcadero y el Municipio de Río Cauto habían sido arrasados por el Flora.

El domingo 13  de octubre de 1963, conocimos un comunicado del Comandante en Jefe Fidel Castro, a través del cual planteaba al pueblo una tarea convertida en bandera de combate para todos los revolucionarios: Reconstruir todo lo perdido y hacer mucho más.

(…) Pero el país se levantará de este revés con más fuerza y pujanza aún. Porque ante la adversidad se crece siempre  nuestro pueblo heroico y revolucionario. Ayudaremos con todo nuestro corazón y nuestras fuerzas a nuestros hermanos en el dolor; más poderoso que los huracanes, es el sentimiento de solidaridad del hombre.

El dolor de uno es el dolor de todos. Las pérdidas de uno, es pérdida de todos.

Ninguna familia quedará sin la ayuda de la Revolución,  para que vuelva a poseer lo que ha perdido; ningún niño quedará huérfano; ningún hogar quedará sin auxilio.

Reconstruiremos todo lo destruido y haremos mucho más.

El país, trabajando, se resarcirá con creces de los daños sufridos. Hoy no trabajamos sino para nosotros mismos. El trabajo humano es el creador de  todas las riquezas. El trabajo puede más que la Naturaleza. Con nuestro trabajo saldremos  victoriosos de esta prueba.

Y lo dicho por Fidel se hizo realidad.

Resumiendo: En mi seccional, 257 muertos, en el municipio de Río Cauto, más de 700, en el país, 1 137, aunque he leído otras cifras superiores. Todavía conservo en la memoria muchas de aquellas trágicas imágenes.