Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Por Víctor Ángel Fernández

tomado del Blos La Pupila Insomne

Algunos pensarán que estoy loco, pero me encantan estos tiempos. Son los instantes en que a esos cubanos, siempre descritos como bullangueros, bailadores, chistosos o enamoradizos, se nos sale nuestra más maravillosa cualidad: la de solidarios.

Ahora, a los vecinos del piso de abajo, aquellos a los que a lo mejor nunca les hablamos, les ofrecemos nuestra casa para que resguarden sus cuatro cosas y no se dañen cuando suban las aguas. Y a esos dos viejitos, que se pasan la vida protestando por el alto volumen de nuestra incomprensible música, los ayudamos para que no tengan ningún problema y hasta les ofrecemos nuestros jóvenes brazos para cargarlos si fuera necesario. Así somos.

Pasado mañana regresamos a la calma. Regresamos a la música y hasta regresamos al individualismo. Digo pasado mañana, porque mañana, estaremos ayudando a que todo regrese a la normalidad. Realmente, no entendemos mucho de las arengas y los llamados, pero somos la gente fuerte y ágil para subir al techo y restaurar la antena del televisor, o cargar las ramas más pesadas que cayeron al suelo. O porque es verdad que no somos muy disciplinados y a veces hasta peligrosamente temerarios, pero así somos.

También en estos tiempos llega la solidaridad del exterior. Muchos que recibieron la nuestra, aunque no tengan nada material que ofrecer, nos mandan mensajes llenos de cariño y comprensión. Nos ofrecen su corazón, para que todo no esté perdido. También los jefes de estado, que dejan por unos momentos sus preocupaciones y deberes propios, enseguida nos hacen llegar su mensaje en forma de promesa de ayuda material, que también es necesaria.

Entonces se me ocurre una idea, muy a propósito de algunas tendencias de estos tiempos.

Últimamente se propaga cierta fiebre contagiosa, al levantar una especie de oda a los nacidos por acá, mientras hoy forman parte de la gran carpa de la MLB. Día a día nos cuentan sus millones, comparándolos con las irrisorias cantidades que recibían por nuestros predios. Nos cuentan sus hits, sus carreras, sus ponches y hasta sus accidentes, cuando un día, casi anónimos, se dan un brinquito hacia el caimán, para saludar a la familia.

La idea que formulo, es sencilla. Propongámosle a esos que un día, gracias a los que estamos en este verde caimán, se formaron aquí, dieron sus primeros batazos aquí, vistieron aquí un uniforme con las bellas cuatro letras de aquí y que también aquí, se pusieron en una vitrina para que los compraran o para venderse, por esos repetidos y loados “grandes” millones. Repito, vamos a proponerles que ofrezcan algo de esos dineritos para ayudar al país que tanto hizo por ellos, o mejor aun, que si les cuesta mucho dar un centavo de sus fortunas, acudan a la prensa -con la covocatoria que les da su celebridad- y pidan al gobierno estadounidense no implemente las sanciones que contra el país donde nacieron tiene previstas anunciar este viernes 15 de septiembre y que sin dudas añadirán más dificultades a la ya difícil situación creada por el huracán Irma. 

Roberto Clemente

No estoy pidiendo nada del otro mundo. Ni siquiera es una idea surgida por estos rojos e izquierdosos lares. Ese es el espíritu del renombrado premio Roberto Clemente, aquel pelotero que un 31 de diciembre, mientras otros fiestaban, él recolectaba ayuda para ofrecer a una Nicaragua necesitada y en ello le fue la vida.

¿Se atreverán los adoradores a pedirlo? ¿Se atreverán los adorados a aceptar el reto? ¿Lo aceptará la OFAC, el Departamento del Tesoro, la MLB y cuanta ley establece el real bloqueo? Muchos dirán que eso va contra las leyes y los peloteros qué podrán hacer. Un día en esas mismas grandes ligas, un negro luchó por un espacio. Otro día, una mujer negra, incluso arriesgando su vida, decidió no levantarse del ómnibus que le correspondía, aunque cualquier cantidad de blancos la amenazara y hasta las leyes la sancionaran.

¿Serán capaces de estos cubanos, los únicos deportistas del mundo a los cuales se le obliga por contrato, a romper con el país que los vio nacer, algo que ni siquiera se le exigió al negro Jackie Robinson, pues nunca tuvo que romper con los suyos? ¿Serán capaces de decir ya basta y yo con mi dinero hago lo que quiero? ¿Serán un día reales merecedores del Premio Roberto Clemente que se entrega por el aporte social a la comunidad que los vio crecer?

Ese dinero no resolverá los problemas a los que han perdido todo, pero si esa donación sucediera, estoy seguro que tendrían muchos más admiradores, incluso entre los que ni siquiera saben que la pelota es redonda y viene en caja cuadrada.

Mientras tanto, se comprenda o no esta solicitud, me quedo con el poeta y no obstante los palos que me de la vida, algunos en forma de huracanes con nombre de mujer, seguiré siempre, junto a otros millones, dándole a la vida sueños.

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