Tomado del blog Letra Joven

Por Nemo

Esta no es precisamente la historia de dos superhéroes como puede alguien imaginar con solo leer el título. Es un breve relato sobre dos amigos que se conocieron de modo casual en un aula de la universidad. Bolek no se llamaba Bolek, era un seudónimo. Por su parte, Lolek sí se llamaba Lolek, algo muy entendible si sabemos que su padre era árabe y su madre nacida y criada en Centro Habana, ambos fans a los rusos. De los países del Medio Oriente sacó el anhelo de tener un harén -sueño que aún no ha cumplido-, y de su espíritu “repartero”, la manía de no quitarse las gafas incluso dentro de una discoteca nocturna. Pero bueno, volvamos a la historia. Así fue, como un día, gracias a las casualidades de esta vida Bolek y Lolek se hicieron amigos.

El primero vivía en la Lisa y se pasaba el día haciendo chistes y bromas. Uno de sus pasatiempos preferidos eran los “test mentales” y las adivinanzas. Un día cayó en sus manos un libro lleno de acertijos y semana tras semana comenzó la tortura psicológica para el pobre Lolek. “Mientras más hay menos se ve. ¿Qué es?”, le decía y aún cuando Lolek se rompía la cabeza sin imaginar que era la oscuridad, Bolek tardaba toda una semana para darle la respuesta. Así estuvieron por varios meses. “Si dices su nombre se rompe. ¿Qué es?” o “¿Alguien se puede casar con la hermana de su viuda?, las preguntas iban y venían, algunas con más lógica que otras. Después cuando por fin se acabaron las preguntas, Bolek recolectaba acertijos nuevos entre sus amigos del barrio.

“¿Para qué los cementerios tienen cercas, si los que están afuera no quieren entrar y los que están adentro no pueden salir?”, con esa pregunta estuvo Lolek 15 días rompiéndose la cabeza y cuando Bolek le dijo que era para diferenciar a quienes estaban adentro de los que estaban afuera, lo quiso coger por el cuello.

A veces el chico de la Lisa inventaba sus propios acertijos como cuando se dio cuenta que el nombre de un cantante de los Orichas estaba compuesto por pronombres personales: Yotuel; o cuando descubrió una acción que hacen todos los seres vivos, los objetos materiales y los planetas a las vez: envejecer.

De cada situación inventaba algún acertijo o algo que implicara la agilidad mental. Lolek le seguía el ritmo porque disfrutaba ejercitar la mente pero le molestaba no  poder seguirle el juego con la misma agilidad.

Durante un tiempo el chico árabe estuvo navegando en Internet para encontrar acertijos que valieran la pena, pero todos los esfuerzos resultaban imposibles. Encontraba preguntas muy simples y otras que eran chistes de mal gusto. Estuvo cerca de seleccionar aquel que decía: “En un cuarto hay varios gatos, en cada esquina hay un gato, cada gato ve cuatro gatos, ¿cuántos gatos hay?”; pero desistió pues sentía cierto aprecio por los gatos que le impedía usarlos en su juego.

Pero un día descubrió el acertijo rey, el que nadie podría descifrar, era una trampa de palabras en la que su amigo Bolek caería inevitablemente. En su sencillez está lo complejo, le había dicho el profe de Teoría Sociopolítica cuando lo escuchó. La próxima vez que se encontró con su amigo, Lolek hizo como siete preguntas:

-¿De qué color son las nubes?

-Blancas

-¿De qué color es el techo del aula?

-Blanco

-Mis zapatos… -Blancos  -Margarita… -Es blanca   -La flor mariposa… -Blanca

-Blanco…   -Blancos

Y cuando yo, que los observaba, pensé que aquello era una burla de Lolek, el árabe preguntó: -¿Qué toma la vaca?- Y Bolek respondió con total seguridad:

-Leche, leche.