Category: Blog Dossier

LECCIONES DE LA PANDEMIA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE. ALGUNAS VALORACIONES EN TORNO A POSIBLES POLÍTICAS PÚBLICAS EN EL CAMPO DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA

Tomado del blog: El Vuelo del Gato

Intervención de Abel Prieto, presidente de Casa de las Américas en el Debate virtual organizado por la UNESCO “Impactos y desafíos de la pandemia de la COVID-19 en América Latina y el Caribe”

Quiero, en primer lugar, agradecer a la UNESCO la invitación para participar en este panel y la posibilidad de compartir con figuras que sigo y admiro desde hace muchos años.

El mundo entero está en shock. Lo único positivo que ha dejado hasta ahora esta tragedia es que nos ha obligado a reflexionar, a pensar críticamente, a tomar distancia del clima frívolo predominante en la llamada “normalidad”, para preguntarnos con dolor, con angustia, si la especie humana podrá salvarse, no solo de la epidemia misma, sino de la crisis climática, de la relación depredadora con la naturaleza, de la codicia de las élites, del olvido y exclusión de las mayorías, de un modelo basado en la injusticia y en el afán de lucro.

Para acercarnos a las “percepciones de los desafíos”, hay que acudir a los numerosos textos que han sido publicados por algunos de los intelectuales más lúcidos de nuestra región, a los debates virtuales que se han organizado y a llamamientos realizados por artistas y colectivos en riesgo.

La más importante lección de la pandemia podría resumirse con la idea, muy clara, de que el virus ha revelado las esencias del modelo neoliberal. La industria hegemónica informativa y cultural ha trabajado durante décadas para hacernos creer que este sistema es la única forma “natural” e imaginable de organizar la vida económica y social. Nos ha repetido cotidianamente, como Pangloss, que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Ha tenido tanto éxito que hasta las víctimas del sistema se culpan a sí mismas de sus desventuras y no son capaces de impugnarlo.

El nuevo coronavirus lo ha desnudado de súbito y ha abierto grietas muy hondas en ese espejismo cultural.

La pandemia ha provocado un verdadero estallido en el campo del pensamiento social en nuestra región y en todas partes. Hemos visto, como pocas veces antes, una avalancha de cuestionamientos muy serios y muy bien pensados sobre las causas de esta situación tan siniestra, sobre sus consecuencias y sobre el futuro postpandemia.

Muchos analistas han hablado del íntimo conflicto, dramático y doloroso, en que se ha colocado a los profesionales de la salud al tener que aplicar “mecanismos de selección” entre sus pacientes y decidir quién es “salvable” y quién no. Este conflicto, por supuesto, no llegó al mundo con el coronavirus. Llegó antes, con el carácter privado de la atención sanitaria, que excluye, incluso, a muchos que ni siquiera pueden ingresar en los hospitales.

La visión de los servicios de salud y de la industria farmacéutica como negocio lucrativo, donde no hay pacientes sino clientes, sienta las bases para la división entre los seres humanos con respecto al derecho a la vida y no puede, como se ha demostrado con cifras escalofriantes, dar respuesta a una emergencia sanitaria como la que estamos viviendo.

Las secuelas del neoliberalismo nos han dejado un paisaje dantesco en América Latina y el Caribe, sobre todo en algunos países. Entre ellas, desigualdad y pobreza extremas, desempleo, exclusión, falta de acceso a servicios básicos, desplazados a causa de inversiones del capital transnacional y por conflictos armados. El crecimiento de las tendencias fascistas es otro resultado de la crisis neoliberal.

El neoliberalismo es, además, un sistema profundamente anticultural. Su filosofía ha reducido el arte y la literatura a mera mercancía, a mero entretenimiento pueril, y los ha llevado a perder sus funciones de indagación y crítica. El mercado ha fungido como un censor implacable. Las manifestaciones artísticas que convocan al pensamiento libre son rechazadas por la gran industria y condenadas a circuitos marginales. Los monopolios de la industria del entretenimiento favorecen y multiplican la difusión de productos culturales de carácter comercial. La defensa de la diversidad cultural, que ha sido uno de los reclamos admirables de la UNESCO, es derrotada día a día por poderosos intereses corporativos.

La pandemia ha reforzado de manera dramática las desventajas del arte y de la cultura de la resistencia, de la vanguardia y de la creación popular, frente a los modelos promovidos por las corporaciones. Por una parte, las medidas restrictivas y de distanciamiento social suprimen drásticamente los proyectos comunitarios, las tradiciones y festividades asociadas al patrimonio inmaterial y despojan de todo sustento a los artistas que trabajan sin respaldo institucional. Tales efectos se suman al conocido desamparo de estas manifestaciones bajo gobiernos neoliberales, sin ningún interés por promover políticas efectivas de protección a la cultura.

Se ha producido en consecuencia una fractura en la vida cultural de las comunidades, con la consiguiente contracción de los ingresos de los creadores, la disolución de proyectos artísticos y un empobrecimiento espiritual de la población, precisamente en los momentos en que el acompañamiento del arte puede ser irreemplazable.  Si bien es cierto que se ha multiplicado la intervención de la cultura en las redes, con resultados valiosos, hay algo básico del diálogo entre creadores y público que no puede replicarse a través de las tecnologías, por no hablar de las desigualdades en términos de acceso a estas herramientas. Estas diferencias dañan en particular a los más vulnerables.

La revista de teatro latinoamericano y caribeño Conjunto de la Casa de las Américas hizo circular un mensaje donde señala:

“El movimiento de teatro independiente ha sido por décadas baluarte fundamental de la cultura de nuestra América. (…) Los grupos que lo integran (…) ya estaban en crisis cuando los alcanzó la pandemia, pues no cuentan con subvenciones ni apoyos estatales regulares, ni seguridad social ni médica. Colectivos de sostenida trayectoria (…) se han visto obligados a abandonar sus salas, adquiridas y mantenidas con mucho esfuerzo, por la imposibilidad de costear sus gastos, y hay muchas más al borde del cierre… Como reclaman en las redes Patricia Ariza, desde la Corporación Colombiana de Teatro, y Ana Correa, del grupo Yuyachkani (…), es necesario que los Estados declaren en emergencia el sector cultura y en particular el teatro.”

Entretanto, los monopolios de la industria del entretenimiento y de las plataformas de Internet han multiplicado sus ganancias en tiempos de pandemia. De este modo, mientras el arte no comercial se asfixia, las producciones rentables, muchas veces mediocres, se hacen más visibles. Esto ocurre en un momento en que la crisis global de la cultura, en términos cualitativos, venía alcanzando expresiones cada vez más inquietantes.

Mención especial merece la situación de extremo peligro a que están sometidos los pueblos originarios y, con ellos, sus lenguas y culturas. Se requiere promover acciones inaplazables de protección y apoyo para frenar lo que puede ser ya un etnocidio.

A pesar de que, como ya dije, se ha venido agrietando el espejismo cultural que legitima el neoliberalismo, los medios hegemónicos han seguido haciendo lo imposible por maquillar el modelo y distraer a sus críticos. De hecho, no han informado de manera adecuada a la opinión pública en un momento de tanta incertidumbre, cuando conocer objetivamente lo que está pasando es más imperioso que nunca. Por el contrario, les han dado la espalda a los criterios científicos para tratar la pandemia con ligereza, irresponsabilidad y falta de ética.

Patricia Villegas, presidenta de Telesur, en un panel de la serie “Voces múltiples en red”, de la Red “En defensa de la humanidad”, aseguró que el discurso mediático durante la pandemia se había caracterizado por tres tendencias: ocultamiento, fragmentación y espectacularización de las noticias, es decir, omitir aquellos -aspectos de la realidad inconvenientes para el sistema, evitar una visión integral de los procesos a través de imágenes fraccionadas, inconexas, aisladas, y contaminar toda noticia del lenguaje propio de la farándula, del mundo del espectáculo, de un anecdotario sin valor alguno. En ese mismo panel, el sociólogo Marcos Roitman se refirió al manejo que han hecho los medios de la incertidumbre y del miedo. El “control de las emociones” es un instrumento del poder para mantener a la gente aturdida, manejable, bajo su dominio.

Todas estas manipulaciones se producen en un entorno intoxicado por el uso político y específicamente electoral del tema.

Cuba ha sido un blanco protagónico en este panorama mediático. Hemos sufrido campañas constantes de los grandes medios que ocultan los esfuerzos que se han venido haciendo para frenar la epidemia en el territorio nacional y para colaborar con otros países en esta batalla.

Estados Unidos ha recrudecido en estos meses el bloqueo contra Cuba. Ha desatado al propio tiempo una campaña de descrédito contra nuestros médicos y contra su labor en unos cuarenta países para ayudar en el enfrentamiento a la pandemia. Washington ha llegado a presionar directamente a algunos gobiernos de la región a fin de evitar la colaboración de personal sanitario cubano. Estas acciones vergonzosas desconocen los llamados que han hecho la Organización Mundial de la Salud y numerosas personalidades del mundo en el sentido de que solo la cooperación entre naciones nos permitirá vencer al nuevo coronavirus.

¿Qué pasará después de la pandemia? Muchas opiniones atendibles coinciden en que regresar a la antigua “normalidad”, después de vencido el azote epidémico, no puede aceptarse desde ningún punto de vista.

El propio António Guterres, Secretario General de la ONU, ha sentenciado:

“Simplemente no podemos regresar a donde estábamos antes de que golpeara el COVID-19, con sociedades innecesariamente vulnerables a la crisis. La pandemia nos ha recordado, de la manera más dura posible, el precio que pagamos por las debilidades en los sistemas de salud, las protecciones sociales y los servicios públicos. La pandemia ha subrayado y exacerbado las desigualdades, sobre todo la desigualdad de género. Ha puesto de relieve los desafíos actuales en materia de derechos humanos, incluidos el estigma y la violencia contra las mujeres.  Ahora es el momento de redoblar nuestros esfuerzos para construir economías y sociedades más inclusivas y sostenibles, que sean más resistentes frente a las pandemias, el cambio climático y otros desafíos globales.”

¿Cómo construir economías y sociedades más inclusivas y sostenibles, más solidarias, más justas?

Más Estado y menos mercado, ha resumido el politólogo Atilio Borón al imaginar la sociedad postpandémica. Un Estado comprometido con la erradicación de la pobreza, con garantizar el acceso de todos a los servicios básicos, capaz de impedir que siga aumentando la brecha colosal entre la élite privilegiada y las masas hambreadas y desposeídas. Son obscenas las cifras de las fortunas de un pequeño grupo de supermillonarios. Una ínfima parte de ellas bastaría para contribuir decisivamente al enfrentamiento al cambio climático y garantizar la subsistencia digna de millones de personas.

Podría seguir enumerando problemas muy graves que el mundo tendrá que enfrentar y solucionar en todos los campos para escapar de este callejón sin salida y lograr que la especie humana sobreviva. Prefiero, sin embargo, concentrarme en los temas educativos, culturales y de la comunicación y proponer algunas ideas para la conformación de posibles políticas públicas en estas áreas.

Hay un problema gravísimo con respecto a la formación de las nuevas generaciones que por lo general no se tiene en cuenta: me refiero al “aparato educativo paralelo”, al margen del sistema escolar, que significan la industria hegemónica del entretenimiento y la publicidad comercial. Ningún Ministerio de Educación tiene autoridad sobre el influjo que ejercen estas grandes corporaciones sobre los modelos de vida y las conductas de niñas, niños y jóvenes.

Con respecto a este asunto específico, en el Foro “Cultura y Desarrollo Sostenible” organizado en 2018 por la Asamblea General de la ONU, expuse lo siguiente:

“Valores como los necesarios para construir una sociedad sustentable, el altruismo, la cooperación, la solidaridad y la sensibilidad hacia los más necesitados, no son temas tenidos en cuenta por esta industria del entretenimiento. Puede incluso la educación institucional fomentar en niños, niñas y jóvenes una sensibilidad ecológica y formarlos dentro de un concepto de desarrollo humano sostenible, pero, si al lado de esta formación están recibiendo la influencia de estos productos con modos de vida totalmente ajenos y hasta contrarios a los recibidos en la escuela, el valor de la formación institucional se minimiza. (…) Es imprescindible evaluar y debatir con rigor qué puede hacerse para contrarrestar la influencia de esta industria del entretenimiento, concentrada hoy en cuatro o cinco empresas transnacionales. Son quienes diseñan el imaginario infantil y juvenil de casi todo el planeta y están ajenas a todo compromiso cultural, ético o de responsabilidad social.”

Por otra parte, si en otros tiempos los Objetivos de Desarrollo Sostenible se planteaban metas muy ambiciosas, ahora, con la pandemia y la pavorosa crisis económica que ya estamos viviendo, habrá que trabajar mucho más arduamente y en condiciones más difíciles para aproximarse a aquella Agenda 2030 aprobada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015.

Volviendo al tema del debate que nos ocupa hoy, creo que deberíamos empeñarnos, en primer lugar, para extender la conciencia sobre la necesidad ineludible de hacer cambios profundos. Múltiples actores, entre ellos, la sociedad civil de nuestros países, podrían desempeñar un papel en el diseño e impulso de una plataforma conceptual muy amplia, nada dogmática ni sectaria, a la que pudieran adherirse personas de buena voluntad de cualquier signo político, conscientes de que la “normalidad” anterior a la pandemia llevaba en su propia lógica el horror de enfermedad y muerte que se haría visible con el virus.

Si vamos a proponer políticas públicas que abran el camino hacia ese mundo superior de la postpandemia, habría que empezar por preguntarse si la humanidad no debería aspirar a que el acceso a las instituciones educativas, en todos los niveles, sea universal y gratuito y beneficie a todos los ciudadanos sin excepción, independientemente de que procedan de familias con escasos recursos económicos.

Reforzar decididamente el respaldo estatal a la educación se hace más urgente teniendo en cuenta el peso de los medios, de la publicidad, de la industria del entretenimiento, de toda la telaraña de mensajes que mantienen secuestrada la subjetividad de los ciudadanos en el planeta.

Hay un informe de la Relatora Especial sobre Derechos Culturales de la ONU Farida Shaheed, de 2014, donde se manifiesta preocupación “sobre la presencia sobredimensionada de los mensajes publicitarios y de comercialización en los espacios públicos” y “el uso de técnicas destinadas a impedir que las personas tomen decisiones de forma racional”. El informe analiza cómo la publicidad juega con los deseos subconscientes de la gente, y no hay normas legales que regulen el llamado neuromarketing. “Los Estados [añade] deben proteger a las personas frente a unos niveles excesivos de publicidad comercial (…) y al mismo tiempo aumentar el espacio a expresiones sin fines de lucro.”

Habría que releer este importante informe para comprender hasta qué punto hemos estado conviviendo con procesos muy riesgosos que colocan las utilidades en el centro de todo e influyen en la conducta de los seres humanos, en su forma de entender la vida, precisamente en un sentido contrario a lo que requerimos en las circunstancias actuales y futuras.

El propio concepto de felicidad que se va instalando en las nuevas generaciones, más allá de lo que pueda hacer la escuela, refuerza el individualismo, el culto a la riqueza y a la fama. Desde series hasta videojuegos, se inculca la división entre triunfadores y fracasados, entre razas, entre clases sociales, junto al machismo más brutal, la ley del más fuerte y el uso de la violencia.

Nuestra visión de futuro tiene que incluir la responsabilidad de los Estados en proteger a niñas, niños y adolescentes de toda esa industria, inspirada hoy en un espíritu puramente mercantil. Estamos hablando de salud moral y espiritual, de formar seres humanos capaces de convivir en paz y de ayudarse mutuamente. Es tóxica y dañina gran parte de la producción destinada a “entretener” a toda costa y a vender.

Desde Estados más fuertes, habría que legislar para poner límites a la carrera publicitaria desenfrenada que a partir de edades muy tempranas promueve el consumismo e impone modelos y estereotipos que atentan contra las identidades nacionales y locales y contra la propia diversidad cultural. Este sería un paso de carácter estratégico, con efectos a largo plazo.

Junto a la educación formal, que puede estar trazada por políticas estatales correctas, no puede ignorarse la enorme influencia en niñas, niños y adolescentes de otro aparato “educativo” paralelo: el conformado por la industria hegemónica del entretenimiento y la publicidad comercial. Los Estados no pueden subestimar el peso creciente de esta realidad y deben legislar sobre el asunto.

Sería importante que educadoras y educadores promovieran entre sus estudiantes un debate permanente sobre los mensajes de ese aparato “educativo” paralelo para tratar de crear una distancia crítica entre jóvenes consumidores de esos productos y la carga de violencia y estupidez que por lo general contienen. ¿Los Ministerios de Educación no podrían encargar producciones audiovisuales, videojuegos, documentales, etc., que sirvan como material auxiliar a maestras y maestros en su esfuerzo por crear un “consumidor crítico” de la cultura chatarra entre sus alumnas y alumnos? ¿Las emisoras estatales de radio y televisión no pueden contribuir a este tipo de empeño?

Del mismo modo, habría que colocar en la agenda de los Estados los temas vinculados a las TICs.

En un debate organizado por Internet Ciudadana para abordar la situación de la comunicación y la legislación en contextos digitales en América Latina y el Caribe (“Aportes sobre comunicación, acceso a Internet y economía de plataformas”), se destaca que

“…si no se modifican las reglas de uso de datos personales, si se mantiene (…) la ausencia total de transparencia sobre el desempeño de las plataformas privadas y no se produce un amplio debate sobre la gobernanza de los algoritmos, la tendencia será a la profundización del poder de estas plataformas, que ya es mayor que la de los Estados nacionales. Esta tendencia será la de una sociedad marcada por el control de la vigilancia, donde las personas pierden por completo la autonomía sobre sus vidas.”

Se subraya asimismo que

“Políticas públicas orientadas a la regulación de estos servicios son determinantes (…). De no ser así, esto mantendría una cobertura restringida, como la actual, a lugares en los que por nivel de población resultase rentable hacerlo. (…) Nuestra región necesita de Estados con políticas públicas que promuevan un modelo de desarrollo soberano con integración regional, para la operación de las infraestructuras de telecomunicaciones.”

Las valoraciones citadas representan una alerta de la mayor importancia en la construcción de un futuro postpandemia que apueste por la emancipación, la equidad, la justicia social y el derecho universal a la cultura. Encontramos aquí preocupaciones similares a las expresadas en el informe sobre los Derechos Culturales: la conducción de las opiniones de los individuos por intereses corporativos y políticos y el dinero como algo central en la vida de la gente, como la llave que abre todas las puertas.

Más allá de las diferencias que señala el debate citado en la conectividad entre países, poblaciones y clases sociales dentro de América Latina y el Caribe, uno de los participantes habló del “rol que el uso malintencionado de las redes sociales y la difusión de la desinformación tuvieron en los recientes procesos electorales” de la región. Tenemos que soñar el mundo postpandemia libre de esta grosera desnaturalización del ejercicio democrático, basada en la manipulación de las emociones, en la mentira y en la tergiversación de la realidad.

También hay que salvaguardar desde el punto de vista normativo a todo el patrimonio y en particular a individuos y grupos portadores del patrimonio inmaterial.

Los Estados deben prestar especial atención a las manifestaciones culturales que tienen que ser subvencionadas para sobrevivir. El papel funesto que ha tenido y tiene el mercado en la promoción de la cultura es difícil de calcular. Los Estados tienen que defender la idea de que la cultura, aunque puede moverse a través de circuitos mercantiles, no es una simple mercancía. Encierra valores de incalculable trascendencia.

Los Estados deben promover un amplio movimiento de personas de todas las edades aficionadas al arte, una intensa vida cultural en las comunidades y la formación de públicos para todas las manifestaciones artísticas, incluso las más complejas. Deben proponerse llegar a amplios sectores de población con el mensaje auténtico del arte, sin acompañar jamás estas acciones de concesiones estéticas. Una de las trampas de la llamada “cultura de masas” se fundamenta en difundir un arte mutilado, infantilizado, concebido como entretenimiento vacío.

Todas las políticas públicas en el campo de la educación, la cultura y la comunicación deben dirigirse a crear las condiciones para la emancipación plena del ser humano.

Quiero añadir, por último, algunos comentarios sobre el tema desde el punto de vista de la Casa de las Américas. Fundada en marzo de 1959, muy poco tiempo después del triunfo revolucionario del primero de enero, la misión de la Casa ha sido desde entonces contribuir a la integración cultural latinoamericana y caribeña y al diálogo entre intelectuales y artistas de la región.

Entre los efectos negativos que ha sufrido la cultura a causa de la pandemia, hay que incluir la paralización brusca de los intercambios entre países en ese campo. La Casa ha mantenido eventos internacionales de mucho prestigio, como su Premio Literario, en primer lugar, además de los eventos organizados por las direcciones de Teatro, Musicología y Artes Plásticas y los Programas de Estudios de la Mujer, de Culturas Originarias, de Afroamérica, del Caribe y de Latinos en Estados Unidos. Hemos tenido que posponer muchos de estos encuentros y llevar adelante otros por la modalidad virtual.

En estos meses de pandemia, se han reforzado los vínculos de la Casa de las Américas a través de las redes con CLACSO, con la Fundación Rosa Luxemburgo, con el Ministerio de Cultura de la República Argentina, con las Fundaciones Mario Benedetti y León Ferrari, entre otras muchas instituciones de promoción cultural. Hemos presentado juntos revistas y libros digitales y exposiciones virtuales; y hemos organizado discusiones, encuentros, reuniones. Especialistas de la Casa han intervenido en paneles internacionales virtuales, como portadores de la vocación latinoamericanista y caribeña que ha caracterizado a nuestra labor y del generoso concepto martiano de Nuestra América. Somos todos parte de una misma familia espiritual y compartimos cultura, tradiciones, historia y enemigos.

Estamos convencidos de que la única salvación para nuestros pueblos, en ese mundo postpandémico que soñamos, está en la unidad. Los que quieren dominarnos aspiran a mantenernos divididos. Nuestra respuesta, más allá de cualquier coyuntura y del signo de uno u otro gobierno, debe ser continuar trabajando por establecer lazos de comunicación y acercamiento. Los vínculos culturales entre nosotros han demostrado la fuerza de sus raíces y su capacidad de resistencia.

Es momento de educar sobre la medicina intensiva y la dignidad humana


Tomado del blog: Segunda Cita
Por el Dr. Anselmo A. Abdo Cuza  Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas
Las unidades de cuidados intensivos surgen para la vigilancia y tratamiento de pacientes con elevada probabilidad de muerte, pero con razonable probabilidad de recuperación. Son áreas de trabajo que cuentan con personal de alta calificación, gran concentración de equipos y tecnología de avanzada para lograr sus objetivos.

Existe el consenso de que los pacientes estables (referido a funciones vitales) no se benefician de sus servicios ni tampoco los pacientes con deterioro avanzado de funciones orgánicas en los que la muerte es inminente. En ocasiones decidir sobre un paciente del último grupo se hace complejo. Ante la duda se recomienda ingresar al paciente y en 48 – 72 horas intentar definir la posibilidad real de recuperación.

El avance tecnológico en la especialidad nos brinda la posibilidad de sustitución transitoria de funciones vitales a través de soportes extracorpóreos, pero requiere de discusiones colectivas objetivas que permitan definir los beneficios de mantener la vida con calidad sin prolongar la agonía al paciente y familiares, término definido como distanasia (sinonimia: mal morir, encarnizamiento terapéutico).

Establecer un pronóstico con objetividad y en discusión colectiva, garantiza adecuar el esfuerzo terapéutico. Conductas como aliviar, consolar, hidratar, entre otras siempre estarán presentes en respeto a la dignidad humana. En contraste, por ejemplo, realizar maniobras de reanimación cardio-pulmonar cerebral a un paciente sin probabilidad de recuperación es una conducta en contra de la dignidad humana.

Ni la edad ni el diagnóstico de enfermedad neoplásica como criterios aislados, son predictores absolutos de no recuperación. Datos del Proyecto Multicéntrico Nacional Disminución de la Infección Nosocomial en Unidades de Cuidados Intensivos (DINUCI) muestran que, en nuestras unidades de cuidados intensivos de adultos, 43,5 % de los pacientes ingresados son adultos mayores y más de 10 % tienen diagnóstico de enfermedad neoplásica. De ellos 80 % egresan vivos, con tasa estandarizada de mortalidad en correspondencia al riesgo de muerte al ingreso.

Lograr los beneficios de la medicina intensiva e impedir la distanasia no es tarea fácil en algunos pacientes. Países desarrollados han logrado implementar la adecuación del esfuerzo terapéutico amparados en bases legales, pero sobre todo con educación tanto del personal sanitario como de la población.

La actual pandemia por SARS-CoV-2, situación sanitaria compleja y mediática, donde los pacientes ingresados en cuidados intensivos, las actuaciones sobre ellos y las situaciones al final de la vida son seguidos en tiempo real, puede ser momento y espacio para educar sobre el tema.

Con todo respeto, es mi opinión que de igual forma en que la población es instruida sobre novedosos proyectos de fármacos en investigación y sus efectos sobre inmunidad y citoquinas, debe también conocer las bondades terapeúticas reales de la medicina intensiva y el límite de actuación que evite cruzar hacia la distanasia. Utilicemos el momento.

El coronavirus y la mentira final de Andrés Oppenheimer

tomado del Blog Cambios en Cuba

Por M. H. Lagarde

En un fallido intento por salvar la honra del mal manejo que el gobierno de Ecuador ha hecho para contener la pandemia del coronavirus, algunos funcionarios de ese país han acudido a los medios de EEUU, para desmentir la veracidad de varios vídeos que circulan en las redes donde se muestran la presunta quema de cadáveres víctimas de la Covid-19 en las calles. Pero como los mentirosos, al igual que el ladrón, piensa que todo el mundo es de su condición, para ello han apelado a un control de daños basado en la misma estrategia que critican: el uso de la fake news como arma de subversión política. En un artículo publicado recientemente en El Nuevo Herald, el periodista de origen argentino radicado en Miami, Andrés Oppenheimer, se pregunta: ¿Hay granjas de noticias falsas en Venezuela, México y Cuba que están tratando de desestabilizar a varios países latinoamericanos, explotando la crisis del coronavirus para crear una ola de indignación contra gobiernos democráticamente electos?  Oppenheimer además cita a la ministra del Interior de Ecuador, María Paula Romo: “las granjas de noticias falsas se han aprovechado de la crisis de Guayaquil “para tratar de desestabilizar” al país. “Buscan generar miedo, vender la idea de que hay caos en el país, que el gobierno no está a cargo y que hay una necesidad urgente de un cambio de gobierno”. La verdad es que para demostrar que el gobierno de ese país no está a cargo y que en la ciudad de Guayaquil existe un caos total no hacen falta ni videos falsos ni ninguna granja de trolls operando en secreto en ninguna parte. El mundo sabe que: “A las miles de imágenes de ciudades vacías y hospitales colapsados impresas alrededor del mundo por la pandemia de coronavirus, en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil se sumaron en la última semana videos y testimonios sobre personas muriendo en las calles y cuerpos esperando días para ser recogidos en los hogares” y que “No retiran a los muertos de sus casas. Los dejan en las veredas, caen frente a hospitales. Nadie los quiere ir a recoger. ¿Qué pasa con nuestros enfermos? Las familias deambulan por toda la ciudad tocando puertas para que los reciba un hospital público, donde ya no hay camas”. Las citas de arriba no están tomadas de ninguna página digital de Cuba, México, Venezuela. Que se sepa hasta ahora, a no ser que Oppenheimer  descubra pronto lo contrario, la BBC no anda confabulada con algunos de esos gobiernos ni se encuentra al servicio del expresidente de ese país Rafael Correa.  La verdad es que el gobierno de Ecuador no tiene moral alguna para hablar de fake news. Fake News, en el campo de la justicia, es el proceso de lawfare que, por orientaciones de su nuevo aliado, el gobierno de Estados Unidos, ha desatado contra el expresidente Correa y la campaña de mentiras, también Made in USA, con que justificó la salida de la brigada médica cubana en ese país, cuya experiencia y solidaridad, por cierto, muy buena falta le hubiera hecho al pueblo ecuatoriano en este triste momento. Menos moral tiene esa antigua granja de fabricación de mentiras que es El Nuevo Herald, cuya política editorial consiste en desatar campañas de mentiras contra los gobierno de Venezuela y Cuba. A diferencia de Oppenheimer ni descubro ni especulo nada. Desde hace décadas esa publicación forma parte del aparato propagandístico usado por Estados Unidos en su guerra subversiva contra Cuba. Ni revelo ni supongo tampoco cuando recuerdo que, desde inicios de los años ochenta, el gobierno estadounidense sufraga una emisora de radio con ese mismo fin o que en febrero de 2018 hizo publica la existencia de un grupo de Tarea en Internet (Task Force) para “apoyar” a toda una decena de medios “independientes” que, incluso en tiempos de pandemia, se dedican a manipular la información con el objetivo de sembrar el caos y el pánico entre la población cubana. No invento nada si digo que las últimas mentiras de Oppeheimer parecen sacadas del recién comunicado hecho público el pasado viernes por el alto funcionario del Departamento de Estado, Michael G. Kozak, que en referencia a Cuba dice: “El régimen también está difundiendo desinformación peligrosa sobre el virus en todo el mundo con el objetivo de dividir a la comunidad internacional”. Por último, qué decir del artículista de El Nuevo Herald, conocido autor de una de las más grandes Fake News del pasado siglo. El ahora crítico de las noticias falsas publicó, en 1993, cuando parecía que Cuba se desplomaría por el efecto dominó provocado por el durrumbe del campo socialista, el libro “La hora Final de Fidel Castro”.  Hora, que está demás decir, no acaba de llegar. Para su pesar y descrédito, Fidel perdura en la continuidad de la revolución y en la humana obra de las brigadas de médicos cubanos que hoy salvan miles de vidas en el mundo.

Marque con una cruz

tomado del blog Segunda Cita

Creo que este excelente dibujo de Ernesto Padrón recoge el sentir de muchos. Buena parte del mundo lo viene expresando desde hace semanas… Por lo que se me ocurre preguntar: ¿Qué sería mejor?
1.- ¿Que este señor usara correctamente el nasobuco?
2.- ¿Que, en aras de la sacrosanta democracia, lo use como él quiera?
3.- ¿Que el planeta no tenga que pagar las consecuencias de los caprichos de un Emperador?
Marque con una cruz.

Este domingo se corre desde casa

Tomado del blog El joven Cubano

Por: Lilian Cid Escalona

Si de algo no se nos podrá acusar, cuando todo esto pase, es de haber pecado por falta de creatividad. Y es que quedarnos en casa ha puesto a prueba la imaginación humana, empujándonos a cumplir todo tipo de retos y hacer hasta malabares para amenizar los días de confinamiento que nos ha obligado a asumir la pandemia de coronavirus que azota al planeta.

Una de las iniciativas que toma fuerza en Cuba por estos días es la I Carrera desde Casa, convocada por la Federación Cubana de Atletismo y el Comité Organizador de la Media Maratón de Varadero en saludo al 59 de la victoria de Playa Girón.

Esta redactora conversó en exclusiva con Aaron de la Cuadra, CEO de la empresa española Evedeport, y uno de los artífices de esta idea quien refirió que lo importante es lograr que la gente entienda la necesidad de mantenerse en casa y que experiencias como esta valen para amenizar el confinamiento.

“Queremos que la gente se muestre. Al final es un evento cuya virtud es la oportunidad de reunir a cientos de personas haciendo deporte por una causa”.

De la Cuadra significó que le ha motivado enormemente el poder ver cómo se reúnen en un mismo sitio atletas de élite y aficionados.

“Ha sido una experiencia única el poder haber visto participar tanto a atletas de élite como a personas que no hacen deporte nunca. Los pelos de punta”, sentenció.

Apenas la pasada semana, Aaron y su equipo llevaron adelante una iniciativa idéntica en España cuyo impacto superó sus expectativas al conseguir la participación de más de 2000 corredores que se dieron cita en Facebook.

En Cuba, la noticia se ha expandido, contando con el apoyo incondicional de glorias deportivas como Javier Sotomayor, Yipsi Moreno, Alberto Juantorena, Ana Fidelia Quirot, Dayron Robles y María Caridad Colón, quienes han exhortado a la comunidad amante o no de la actividad física periódica a sumarse.

Al cierre de esta información, se reportaban 1130 inscritos desde diversas partes del planeta como México, España, Colombia, Estados Unidos, Venezuela, Italia y Alemania, además de todas las provincias de la Isla.

¿CÓMO SER PARTE?

Pues basta con inscribirse en el grupo de Facebook creado para la ocasión I Carrera en Casa en saludo al 59 aniversario de la victoria Playa Girón. Hay opciones de personalizar tu dorsal partiendo de un diseño macro que presentan los organizadores. Lo demás es obra del ingenio propio de cada cual.

El próximo 19 de abril a las 10.00 a.m. (hora de Cuba) se dará la salida en directo desde el grupo de Facebook y cada participante puede correr un kilómetro, tres kilómetros o los que estime conveniente.

Según dice la convocatoria: “Puedes realizar la distancia corriendo, trotando, caminando, saltando, en cinta de correr… como prefieras. No es competitiva, se trata de participar y disfrutar”.