CONTRA EL CREATICIDIO: PROHIBIDO NO SOÑAR.

 

 

Todo evento cultural es, en el fondo, un sueño comunitario. Por eso la importancia de los eventos (que duran muy pocas horas), no debería medirse por lo que ocurra en su período de realización, sino por las secuelas que deja en el día a día posterior de sus participantes. Un evento debería ser la semilla que fecunda la creatividad cotidiana de la comunidad donde tuvo lugar el suceso: de lo contrario, tendría más de efímera reunión familiar que de acontecimiento cultural con alguna trascendencia.

De allí que no sería aconsejable conformarnos con lo sucedido recientemente en el Tercer Encuentro sobre Cultura Audiovisual y Tecnologías Digitales, por gratificante que haya sido la presencia física de Jorge Luis Tapia Fonseca (Primer Secretario del PCC en la provincia) e Isabel González Cárdenas, Presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, en la inauguración del mismo.

O que como parte de su programa de actividades, dejásemos inaugurada la Mediateca “El Callejón de los Milagros” que, gracias a la plataforma Omeka, permite a los usuarios interactuar y compartir libros o recursos de todo tipo vía Wifi, o la cartelera electrónica diseñada por el Grupo Smart Soluciones, o los Talleres de creatividad impartidos a niños y niñas de quinto y sexto grado. Todo eso estuvo muy bien, pero la pregunta que nos desafía es: ¿cómo mantenemos ese entorno de creatividad?

A mí siempre me gusta recordar que la idea del Proyecto para el Fomento de la Cultura Audiovisual “El Callejón de los Milagros” de Camagüey, nació a raíz de lo expuesto por el hoy presidente del país Miguel Díaz-Canel en las conclusiones del VIII Congreso de la UNEAC. Y todo lo que se ha venido haciendo en estos cuatro años forma parte de aquel conjunto de propuestas que se discutieron y elevaron, incluyendo la implementación del “Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual” diseñado por el ICAIC.

De allí nuestro interés en fomentar las alianzas estratégicas con las diversas instituciones (Etecsa, Joven Club, Desoft, Universidad, Educación, etc) que podrían contribuir en la construcción de esa plataforma inclusiva que necesitamos en estos tiempos de tanta interactividad virtual. De hecho, nadie mejor que el propio Díaz-Canel ha descrito lo que necesitamos impulsar en esta área, cuando en la clausura del 1er Taller Nacional Informatización y Ciberseguridad, (2015), describiera a la informatización como,

“…un proceso complejo, retador, necesario, que tiene que ser abordado en la multi y la interdisciplinariedad, con visión de país y contando con la participación institucional y ciudadana, el cual debe abarcar transversalmente todos los escenarios y ámbitos de la vida política, económica y social del país, y constituir un imprescindible apoyo y soporte al perfeccionamiento integral de nuestra sociedad socialista, próspera y sostenible

Aún a riesgo de que se interprete como mera vanidad provinciana, hay que decir que en lo que a informatización de la gestión cultural se refiere, acá en Camagüey se han conseguido impulsar un grupo de acciones que no existen en otra parte del país. O sea, que si un lugar en Cuba hoy podría servir para dar inicio de un modo formal a esa Campaña de Ciberalfabetización que ya sabemos necesita con gran urgencia la nación, ese lugar sería Camagüey, donde están al alcance de la mano todos los recursos y herramientas necesarias para llevarlas a buen término, y donde existe una infraestructura (el Paseo Temático del Cine) que es única.

¿Cómo es posible entonces que, a pesar de eso, todavía las distintas áreas de Cultura, Educación, y Nuevas Tecnologías de la ciudad, se muestren poco creativas con lo que el Gobierno ha puesto a su disposición? ¿Cómo explicar que la comunidad académica y estudiantil (ya sea a través de la Universidad o Educación en sentido general) siga ajena a todo lo que allí existe? ¿Cómo es que, tal como se describe en el texto “Política integral para el perfeccionamiento de la informatización de la sociedad en Cuba” suscrito por el Ministerio de Comunicaciones en julio del 2017, todavía no pensemos en, “implementar modelos educativos en todos los niveles de enseñanza, que generen el capital humano con las capacidades para desarrollar, sostener y utilizar las TIC”?

Lo primero es que dentro del sistema institucional cubano todavía el concepto de Informatización asociada a las Humanidades Digitales no se aprecia. Y es lógico, porque ese concepto es algo que tendríamos que construirlo con nuestras propias manos, acorde a nuestras propias necesidades. Por otro lado, cuando en una institución cultural hablamos de informatizar la sociedad cubana pensamos solo en el uso de Internet. No digo que acabar de garantizarle a todos los cubanos el acceso a la red de redes a precios que resulten inclusivos (y no excluyentes, como los que ahora promueve Etecsa), no resulte algo que se deba priorizar, pues al igual que Ignacio Ramonet, pienso que “no tener Internet hoy es como si en una sociedad de otra época no hubiese acceso a la imprenta, por ejemplo”.

Es decir, por experiencia personal sé que la tecnología es importante, pues ahora mismo ni en Nuevo Mundo ni en la sede del Proyecto tenemos computadoras para prolongar los Talleres de creatividad que se hicieron con los niños durante el Tercer Encuentro, porque las mismas se alquilaron al Joven Club solo para los días del evento, pero más allá de esa carencia material estaría también la carencia de una estrategia formativa.

Sencillamente nos hemos conformado con colocar en los espacios un grupo de máquinas que serán utilizadas por los niños y jóvenes fundamentalmente para jugar. O seguimos ampliando los puntos públicos de red wifi, sin acompañar esas acciones imprescindibles con cursos o talleres que ayuden a impulsar la creatividad. Es decir, como no hay una Política Pública que estimule el uso creativo, pues es natural que nos quedemos en el mero consumo de contenidos.

Como resultado, las dinámicas culturales concebidas desde el sistema institucional siguen guiándose por la lógica que dicta el pensamiento analógico de antaño. El público ha cambiado la manera de consumir la cultura, pero los encargados de garantizar una Política Cultural que desde las instituciones garantice la circulación eficiente de los bienes culturales, sencillamente se divorcian de ese público ahora nómada y, en apariencia, más autónomo.

Esa brecha entre las instituciones y las formas no estatales de gestión informática, volvió a ponerse de manifiesto en la última jornada del Tercer Encuentro sobre Cultura Audiovisual, en eso que llamamos la “sopa de piedras”. Páginas como “Live Camagüey” (concebida por un grupo de amigos que aman la cultura camagüeyana), por ejemplo, nos da la medida de que la creatividad no es monopolio, efectivamente, de las instituciones, por lo que estas hoy más bien deberían funcionar como esponjas atentas a todo lo que acontece fuera de su radio de acción.

Sin embargo, cuatro años después del Congreso de la UNEAC y la exhortación pública de Miguel Díaz-Canel seguimos en el mismo lugar de antaño, con el inconveniente de que la tecnología y el nuevo consumo cultural evoluciona todos los días, y se desentiende cada vez más del viejo entramado institucional. ¿Qué hacer frente a un escenario como este?

No creo que la solución pueda llegar con orientaciones autoritarias que reproducen el viejo esquema del poder cultural, sino en todo caso de la formación de comunidades de usuarios que desde la base se inserten en las instituciones. En el viejo discurso hay una apelación a la incursión inteligente en los terrenos de la cultura, pero los públicos de ahora cuentan con el recurso del zapping para creer que se libran de la retórica que les hace sentir que son “sermoneados” o “dirigidos”.

Aquí debemos recordar lo que Anatole France observaba en su momento: “Solo se ejerce una fuerte acción sobre los individuos apelando a sus pasiones o a sus intereses, no a su inteligencia”. Hasta que los individuos (incluyendo a quienes deciden las Políticas Culturales o dirigen nuestras instituciones) no descubran de modo individual que la informatización de la gestión cultural puede beneficiar sus intereses o los que representan, no estaremos en condiciones realmente de impulsar el uso creativo de la tecnología dentro del sistema institucional.

De allí que más que un Congreso puntual, o un Encuentro sobre Cultura Audiovisual y Tecnologías Digitales que se celebra una vez al año, lo que necesitamos son plataformas permanentes de trabajo, donde se borren las falsas fronteras que muchas veces se establecen entre las instituciones y “los otros”, y predomine el espíritu inter-creativo interesado en fomentar el bien público.

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