Esa fuente originaria que llamamos país

Cada persona es una historia, conformada por parajes, voces, texturas…y dejar atrás alguna de esas partes implica siempre una reinvención personal…

La nostalgia es un tipo dulce de tristeza. Cuando se te aloja en medio del pecho, no puedes más que ceder a los recuerdos, a la evocación, y regresar al menos con el pensamiento a los lugares o personas que te llaman desde la lejanía.

Cada persona es una historia, conformada por parajes, voces, texturas…y dejar atrás alguna de esas partes implica siempre una reinvención personal, que no significa olvidar, sino aprender a amar de otro modo.

Cuba, con su circunstancia, ¿bendita o maldita? del agua por todas partes, ha visto llegar e irse de sus orillas a mucha gente dividida por el conflicto de empezar otra vez.

Mi bisabuela canaria nunca dejó de tomar caldos hirvientes con pan, aún en los veranos más agotadores de Guanabacoa, ni de reprocharle a esa niña cubana (mi madre) su desprecio por aquellas sopas demasiado espesas.

Porque una puede aplatanarse en tierras nuevas, pero siempre hay un gusto especial en plantar su bandera y con ella sus costumbres. Así van los cubanos por el mundo, sembrando la huella de gente buena, alegre, dadora…orgullosos de su historia,  su música, de sus playas, de su calor.

Y con ellos llevan pequeños tesoros, tangibles e intangibles, para tener presentes a toda hora esa fuente originaria que llamamos país.

He sabido de los que quieren montar en el avión un aguacate, o de los que se llevan un paquetico de café “de la bodega”, y también de los que añoran una caja de cigarros Popular.

La nostalgia es un tipo dulce de tristeza, que manejada con optimismo nos puede conducir a la alegría.

Cuando Cubahora convocó al foro ¿Si sales de Cuba qué llevarías contigo?, tal vez no esperó tantas respuestas genuinamente hermosas, ni que los seres “ácidos” estarían tan en desventaja con respecto a los que andan vestidos de amor por nuestra patria.

Ese “algo” que recuerde el hogar fue definido en los planos material y espiritual, y esas naturalezas se entrecruzan:

Las fotos y los números de teléfono de la familia, la bandera, las canciones de Silvio Rodríguez, un pulóver con la imagen de José Martí, un pasaje de regreso, una piedrecita del pueblo, un retrato de Fidel…

El olor, los principios, el decoro, la trova, la poesía, «mi pedacito de mar», el deseo de volver, la alegría, los lugares, la añoranza,  el amor por la tierra, la convicción de que la distancia no cambia nada…

Escojo cuatro fragmentos de lo escrito por los usuarios que me parecen dictados por almas claras:

“Me llevaría en una bolsa en mi corazón los días felices que disfruté, el olor del campo y la tierra mojada, el cantar de las aves, el azul del mar y el cielo, los recuerdos de mi niñez, el calor del sol, los recuerdos de Papá y el de su verde uniforme militar y por supuesto el recuerdo de Fidel”.

“Llevaría… toda la añoranza que quepa en mi maleta hasta que vuelva”.

“Un familiar muy cercano, que decidió hacer su nido fuera de Cuba, cuando vino por primera vez, soltó los zapatos, bailó ritmos cubanos y dijo que no había como sentir el suelo de tu patria, créanme, las lágrimas corrían por su rostro”.

“Si saliera de Cuba, me llevaría el recuerdo, el inolvidable recuerdo de todos los que amo, me llevaría una enorme bolsa de besos, los besos de mis hijos, de mi madre y mi amado, me llevaría el deseo, el inquebrantable deseo de volver”.

Por eso la Patria es un concepto  que rehúye de las definiciones reduccionistas, de los estereotipos; la Patria está hecha de sus hijos y en ellos va dondequiera que funden.

Yo, por mi parte, para salir de Cuba con el sentimiento pleno, solo necesito, antes de partir, el perfume de ciertos abrazos, y la certeza de que estarán ahí cuando vuelva.

(Publicado originalmente en Cubahora + Video)

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