Espátulas, tijeras

el-aquaceroSobre la prisa pones cada día un castillo de arenas blancas. Lo moldeas con minuciosa intranquilidad, pasas horas en vilo labrando uno a uno cada mínimo detalle. Sale el sol y de tus bolsillos arrancas espátula en mano y modelas y esculpes tramo a tramo las pequeñas ventanas, los fosos y murallas, las cúpulas e inmensos portones; y de un malabar de tijeras sacas milimétricos sobrantes, ínfimos granos o conchas que arrugan las paredes.

Entonces llega la tarde. Y llueve. Y desliza sobre tus pies hasta el último cristal de arena que una vez fue vitral sobre la capilla. Y respiras complacido. Y duermes hasta el otro día. Sin el sobresalto de un lejano castillo, un imperfecto castillo que la lluvia no es capaz de limpiar.

Porque solo la perfección del momento justo es manjar digno de carpintero o escultor. Lo demás es pasto de la lluvia, de las llamas, de la prisa.

De eso se trata la paciencia. Aunque nos cueste espátulas, tijeras.

(Tomado del blog Esquinas. Por Alejandro Ulloa )

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