FLOJERA IDENTITARIA

El primer contacto – que yo recuerde – con la transculturación, fue cuando estudiaba en la secundaria y descubrí un cartelito que decía: SE HECHA AIR colgado frente a la casa de Silvano el Ponchero, a pesar de que todos lo conocían por ASFIXIA debido a que muchas veces carecía justamente de AIR en su timbiriche cuando más lo necesitaban los ciclistas del barrio. Ese término (transculturación) que engloba –según el diccionario – “ la adopción por parte de un pueblo o grupo social de formas culturales de otro pueblo que sustituyen completa o parcialmente las formas propias” después fue dando síntomas más serios en diferentes espacios del terruño.

Mi abuelo decía: son unos pamplinosos, cada vez que afloraba una “flojera identitaria” de diversa naturaleza. El viejo se puso farruco, y con razón, cuando Yurkilendis la amiguita de su nieta, llegó a la casa con la banderita norteamericana dibujada en sus uñitas de cada mano, alegando que Mireya la manicura la había convencido para que se las dejara colocar asegurándole que esa era la moda del momento, mi abuela para apaciguar un poco el enfado propuso a la niña quitarlas con acetona y luego que se pusiera otras cosas, pero el abuelo lo único que agregó fue: A LA TAL MANICURA ESA, ES A QUIEN DEBIAN PASARLE UNA BUENA ESPONJA CON ACETONA POR EL CEREBRO.

Después vinieron otras anécdotas bastante notables en la barriada, de casos y cosas donde se percibía ese afán de ponderar lo extranjero a toda costa. Chuchito el hijo de Andrés se convirtió en un fan desenfrenado a los tatuajes, pero con un mal gusto de leyenda, lo mismo se colocaba una frase de un sabio Indio que la lista de los ganadores en los Grammy Latinos, pero el texto debía ser de otras latitudes. El colmo fue que le exigió a “Pedro LA AGUJA” el tatuador, algo en letras chinas, justamente encima de sus partes viriles que era ya el único espacio libre en su epidermis, el pobre pedrito de ese idioma no conocía un pelo, le pidió que le trajera su propio texto en una hojita y Chuchito desesperado por concretar su deseo lo único que encontró así de pronto fue el estuche de una jeringuilla proveniente del país asiático, recortó el cartoncito y allá va eso, ahora el muchacho anda muy orondo con sus caracteres chinos y ojala nunca se quite el pantalón frente a alguna conocedora de ese idioma, porque no está bien eso de andar anunciado que esa parte del cuerpo es DESECHABLE.

Otros se rindieron ante lo ajeno de forma más peligrosa, renunciando incluso a reconocer lo positivo en cualquier producto u obra de factura nacional, si la cosa no era “de afuera” entonces poco valía, aun cuando la practica demostrara lo contrario. Tuvimos años (por suerte creo que superados) donde hasta los nombres dejaron de ser criollos, lo cual no significa que aquellos muchachos , los hermanos González a quienes les afincaron los nombrecitos de ONEDOLLAR y USNAVY , no tengan que vivir apenados por semejante aberración.

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