¿Funcionarios o parricidas del arte?

2002_650-640x480Mientras escribo estas letras escucho a Silvio Rodríguez y me vienen muchas cosas a la mente: Haydeé Santamaría extendiendo sus emplumadas manos, como gallina protectora, para resguardar a unos vilipendiados jóvenes con guitarras; Domingo del Monte gestionando con los burócratas de La Habana la presentación de la obra de un desconocido: su ahijado Milanés.

¿Qué sería de la Cuba de hoy y la Nueva Trova sin las alas protectoras de Teté? ¿Qué sería de Matanzas, y la Isla toda, sin las tertulias y la actitud Del Monte? Ambos resultaron excelentes funcionarios del arte.

Pero quiso la vida que esa palabra, funcionario, se arropara de lo peor de ese extenso y empinado camino que significa el necesario Socialismo: la abulia de los burócratas.

¿Desconocen acaso que la esencia misma del término resulta revolucionaria por excelencia? Un funcionario debería ser gestor de lo imposible: ¡lograr que las cosas funcionen!, a pesar de los bloqueos (el de afuera y los de adentro), la escasez de recursos, el visto bueno de arriba, etc, etc, etc…

Me alcanzarán escasos párrafos para demostrar que la palabra funcionario también significa rémora, lastre, bloque que hunde, que ahoga.

Hace pocos meses el emblemático grupo de rock cardenense Malas Noticias festejó su aniversario. Al convite asistieron varias agrupaciones de la cabecera provincial, entre ellas la banda Blood Heresy, y por supuesto, un que otro entusiasta periodista.

No hay que trabajar en un medio de prensa para entender que la noticia buena era Malas Noticias, sin embargo, a los periodistas y al resto de quienes viajaron desde la Ciudad de Matanzas, les fue imposible apreciar el arte de los agasajados, porque simplemente la funcionaria de cultura designada para el viaje decidió partir antes de tiempo, “y quien no estaba en la guagua se quedó”.

Vale destacar que en ese instante el ómnibus solo estaba ocupado por dos profesionales de la prensa, gracias a estos, los restantes, es decir, los músicos protagonistas de la actividad, contaron con transporte de regreso.

Y la vida transcurre, y caen los días como gotas en el hombro, y Rey Montalvo, el trovador y sufridor de una gran peña, ya no sabe qué hacer porque los funcionarios del arte existen… y acechan…

Antes de caer en el relato anterior debo hacer un aparte, porque la garganta me pica y le lanza impulsos nerviosos a mis dedos, que alzan la voz contra el teclado, deseosos de contar otra historia en tercera persona: el día que Fernando- uno de los Cinco Héroes- salía de prisión, un grupo de jóvenes matanceros nos vimos obligados atrasar la alegría pactada en el Parque de la Libertad, porque una funcionaria decidió dormir un poco más, adormeciendo los tambores de un conjunto de rumba decidido a sumarse al convite que siempre procura toda liberación.

Los batá de Rumberos de Matanzas velaron por el sueño de “alguien”, y hasta que ese “alguien” no apareció con la llave para liberarlos del encierro en la casa de Cultura Bonifacio Byrne, de La Ciudad de Matanzas, no repiquetearon los cueros por Los Cincos.

Lástima que el sueño se extiende, y la mencionada institución de la calzada de Tirry se empeña en hacer bostezar a una comarca, porque otro funcionario decidió que la Peña de Rey Montalvo debe durar una hora y media, ni un minuto más.

Aunque la noche cuente con un invitado de lujo como Vicente Feliú, y traiga una retahíla de canciones en su mochila con muchas ganas de cantarlas; aunque Feliú tenga cosas que decirnos de su hermano muerto que vivirá eternamente: ¡el espacio cuenta con hora media! Pero los funcionarios seguramente no conocen a Bárbara o Créeme, y muchos menos a Aurora, la esposa de Vicente. Una hora y media es lo estipulado: ¿por quién?

Matanzas a veces da la impresión que languidece en un bostezo. Desgraciadamente los intentos de despabilamiento no solo deben combatir contra la soñolencia de una ciudad, también han de enfrentarse a la conjura de los burócratas.

Ignorantes al fin, olvidan que pueden darle “clip” a una noche mágica, mas la posteridad les juzgará, y siempre habrá ojos, oídos y dedos que cuestionen sin son funcionarios o parricidas del arte. (Por: Arnaldo Mirabal. Tomado del blog Revolución)

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