¡Qué nochebuena ni la cabeza de un pavo!

 

Así me dijo Luis un 24 de diciembre, sentados a la mesa en la panadería “La Flor del Pan”, ubicada en la avenida Casanova al centro de Caracas: “¡Daniel, qué nochebuena ni la cabeza de un pavo! Al menos yo, hoy, en ésta medianoche pienso en el pobre que no tiene algo de comer, en aquel que sufre la contradicción de la vida porque le asiste lo inesperado o hasta una enfermedad terminal, y no quiero parecerte lapidario, sino todo lo contrario, tú deferencia de haber llegado hasta aquí a invitarme a cenar me ha activado el raciocinio y no son los tragos que desde mi humilde puesto de servidor público me doy, mientras acomodo el parqueo de las camionetas y hasta la vida, al estar ya jubilado”.

En La Flor del PAN

 

“¡Hoy Daniel te voy a echar esta carajera! Mientras me invitas tú a cenar, yo no puedo olvidar a los que sufren en medio de un conflicto que ni ellos mismos provocaron, tampoco olvido al desplazado que se amarga de su existencia tras una forzada migración para escapar de la hambruna y la barbarie de quienes les quieren imponer el terror como algo cotidiano”.

Y, ahí siguió Luis (….), con su arrechera y sus verdades, entre la comida y los tragos, para recordarme que él no es un sufrido, sino un agradecido, que en este compartir se lleva algo de comer a la boca, mientras no olvida al que padece y quizás agoniza o está a punto de que su alma viaje: ¡quién sabe adonde!

 

 

Luis, tiempo atrás, luego de pasar a jubilación, entregarse al alcohol y perder su familia, tropezó conmigo pidiéndome cuidar la camioneta al estacionarla un día en el mismo lugar donde lo encontré esta “nochebuena”. Me sumé a su tertulia y le hice saber que yo soy de los que echan la suerte y apostan por sacar del hambre y la pobreza extrema a todo ser que lo padezca.

Luis mirando a la ventana

 

Yo soy -le recordé- “gente de la tierra”, de los que no abandonan ningún proyecto que revolucione y cambie, porque desde bien temprano comprendí que todo este empeño por el bien habría que echarlo siempre, como mismo siempre te han de acompañar “los sorprendidos” que se toman un chocolate caliente esperando ver donde tropiezas para terminar de empujarte al abismo y emerger con el botín de la sabiduría que nunca fueron capaces de visionar y formar.

EN LA FLOR DEL PAN YO

En ese minuto dejé claro a Luis que mi lucha, nuestra lucha, es redentora, y él espetó: “Daniel, ningún oligarca burgués pedante habrá de echarse esta vaina…”. Y Luis, sin haber estado pasado de tragos tenía razón: “… ellos se creen hartos y superiores, como de otra especie diferente, ya no son gente de la tierra como dices vos, si en algún momento lo fueron, ya partieron al paraíso terrenal y solo les queda seguir despojando de las pocas riquezas que les queda a los vilipendiados de esta naturaleza. Ellos desdeñan sus orígenes, se nutren y aspiran para sí las fortunas de este mundo…”.

eN LA PANADERIA LA FLOR DEL PANY allá saltó de la mesa Luis para dar unos pacitos, asomarse a la ventana, acercarse y decir: “…al final qué, sí, qué de qué Daniel, al final qué importa si hoy es nochebuena, nochebuena de qué, buena para ti y para mí que hacemos estas reflexiones o para los ricos que se la están gozando y lo menos que hacen es pensar cómo van las cosas por este mundo. Y te reitero Daniel, yo no soy un sufrido, gracias a ti compadre que me tiraste la mano y me convenciste salirme de toda esa mierda, para seguir luchando porque “la gente de la tierra” -como tú dices- no sufra el momento que le ha tocado vivir ni deje el camino adverso para las generaciones que le han de preceder…”.

 

Invité a Luis a terminar de cenar. Y si usted ha llegado leyendo hasta aquí, pues véngase pa’cá en esta “nochebuena”, para que reciba mi abrazo y la fe inquebrantable en que algún día el bien al mal ha de vencer en este entuerto, si al final aquí los ángeles también comen judía. ¡Feliz Navidad Luis! “¡Feliz Navidad Daniel!” “¡Ja jaja jajajaaaaa!”.

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