Tag: historia

Henry Reeves “El Inglesito”, ejemplo de libertador

Tomado del blog: Cienfuegos Patrimonio

por: Sadiel Batista Díaz

Henry Reeves “El Inglesito”, fue uno de esos ejemplos de hombres que lo dieron todo por sus ideas de libertad, en este caso por la libertad de otros pueblos diferentes al norteamericano.

Un día como hoy, el 4 de Agosto 1876, cayó en desigual combate en la zona cienfueguera de Yaguaramas frente a las tropas colonialistas el brigadier del Ejército Libertador Henry Reeves, El Inglesito, internacionalista nacido en los Estados Unidos.

Este joven norteamericano a los diecinueve años dejó Brooklyn, Estados Unidos, para unirse a la causa emancipadora cubana y convertirse en general de brigada del Ejército Libertador.

Fue reconocido en Camagüey por el sobrenombre de Enrique el americano, pero en el resto de Cuba, tanto cubanos como españoles, lo conocieron como El inglesito. Se le adjudica haber participado en unas 400 acciones combativas, de las que en 10 resultó herido y se le reconoce haber participado en el rescate del General de Brigada Julio Sanguily.

Siendo joven abandonó secretamente su hogar y se involucró en la expedición del Vapor Perrit, al mando del general norteamericano Thomas Jordan, muy identificado con los anhelos de emancipación de los cubanos. Aprendió el idioma español auxiliándose de un ejemplar incompleto de “Don Quijote de la Mancha” confiscado en un asalto.

Entre los combates de 1876 donde participó se encuentran los de Aguacate, Guanal Grande, Zacatecas y río Hanábana, donde fue herido. Atacó a más de 50 ingenios. Aparecía y desaparecía para pavor de los españoles.

Cuando Reeve desplegaba una importante campaña entre los territorios de Colón y Cienfuegos en agosto de 1876, supo que en las cercanías del poblado de Yaguaramas estaba el enemigo.

Con la impetuosidad que lo distinguía el brigadier Reeve salió a su encuentro y cargó al frente de su tropa. Era 4 de agosto y en desigual combate, ordenó la retirada, y mientras cubría a su tropa recibió primero una herida en el pecho y después otra en la ingle.

Derribado del caballo, recibió otra en el hombro y cuando el enemigo mató su caballo sin el cual no podía valerse, su ayudante le ofreció otra bestia pero la rechazó ordenándole que se retirara porque lo iban a matar, y siguió defendiéndose con un machete en la mano y en la otra un revólver hasta que, agotadas las fuerzas y las municiones, se dio un tiro en la sien para no caer vivo en manos del enemigo.

Al morir contaba con 26 años de edad de los que dedicó siete de su juventud a la causa de la libertad de Cuba.

Directo a la Historia Natural de la infamia

Tomado del blog: PostCuba

Tomado del Facebook de Carlos Aristides Luque.

Y podríamos recordar a Martí: «La colonia continuaba viviendo en la república…»

Esta que comparto es una respuesta de Ernesto Estévez Rams que merece ser compartida y conocida a las tesis que Alina B. López Hernández, en La Joven Cuba, infama sobre lo que en Cuba existía antes del 59. Digo infama, recordando a las concepciones que merecen aparecer en La Historia Universal de la Infamia borgeana.

Notorio es que existe una corriente “historiográfica”, a la que suma esta autora, que se afana por presentar una imagen meliorativa, edulcorada y embellecida, de la república neocolonial. No es casualidad, sino coherencia ideológica, cosmovisiva, que esa mirada, a más de ir a contrapelo de la historia conocida, como lo demuestra Rams en su comentario, se corresponda con la óptica reaccionaria conque en particular esta autora, aborda múltiples aspectos de la Revolución y sus procesos actuales. Ahora arroja luz, retrospectivamente, sobre las concepciones que en última instancia sostienen las ideas de esta doctora…

Aquí el comentario de Ernesto Estévez Rams..

¿Es República Burguesa el mejor nombre para la República pre-revolucionaria?

Arquetipos de repúblicas burguesas son por supuesto la francesa y la norteamericana, también la italiana. Arquetipo de estados burgueses la inglesa aun siendo monarquía. Para la cubana a mí se me ocurren mejores calificativos que Alina parece considerar que se ensañan en ella. Si empezamos por entender a la República por su realidad como Estado, entonces con la Enmienda Platt neocolonia era y también mediatizada, así mismo lo reconoció el interventor norteamericano que dijo que luego del engendro legal, poco o nada quedaba de independencia. Pero no solo él, si de poetas se trata yo recuerdo a Bonifacio.

Cinco clausulas tenía la Enmienda que conviene recordarlas para aquilatar si éramos república burguesa o neocolonial: Los gobiernos cubanos no podían celebrar tratado alguno con otro país si este no era aprobado por el gobierno de los EE.UU; los gobiernos cubanos no eran libres de contraer deudas públicas si EE.UU considera que tal deuda rebasaba la capacidad rentística del país; EE.UU tenía derecho a intervenir militarmente en Cuba si consideraba que se requería para mantener un gobierno “estable” y “proteger vidas”, propiedades y “libertad individual” todo a discreción de la potencia norteña; los gobiernos cubanos quedaban sujetos a cumplir lo establecido en el tratado de París, tratado en cuya negociación las fuerzas mambisas fueron excluidas y además debían respetar todo lo decidido por el gobierno interventor y por último, EE.UU tenía derecho a establecer bases militares en Cuba según su consideración.

Sobre el engendro vale recordar lo que dijo Juan Gualberto, quizás ensañándose a criterio de Alina: “Consignar en un tratado la facultad para que los Estados Unidos intervengan en esta Isla para proteger la vida, la propiedad individual, es lo mismo que deshonrar antes que nazcan a todos los gobiernos cubanos”. El interventor organizó la nefasta guardia rural a imagen de su propio país.

Necolonia nació y necolonia se mantuvo aun después de derogada la Enmienda.

El primer presidente de nuestra República fue ciudadano norteamericano, Estrada Palma, personaje funesto, anexionista mal disimulado en cuyo gabinete no nombró ni a un solo combatiente de la manigua y lo lleno de autonomistas reciclados. Que no dudó en llamar al amo interventor, cuando José Miguel Gómez le amenazo el gobierno y el “honrado” presidente, como gustan llamarlo algunos, le dio un soborno de 300 000 pesos tomados de los fondos públicos al cónsul yanqui Steinhart para que le apoyara. Y entonces llego Magoon, el mago que hizo endémica la corrupción en este país. Corrupción que siguió bailando cada vez más seguro de sí mismo con José Miguel y Menocal. A Zayas le impusieron al general Crowder, llegado como Procónsul de la isla con Menocal y que recorría el país de punta a cabo dando órdenes, quitando y poniendo funcionarios y dictando como debía comportarse el gobierno de Cuba.

Crowder liquidó la banca cubana a favor de los bancos norteamericanos. Tal era la dependencia de Zayas de lo que Crowder decidiera, que el nada izquierdista Manuel Márquez Sterling llamaba al gobierno del Chino, “el régimen plural”. Y Machado, ah! Machado, el que nos endeudo hasta el tuétano a los bancos newyorkinos. El tirano que ante la orden del Procónsul de turno Guggenheim de pagar a los bancos norteamericanos la deuda contraída, no dudo en matar de hambre al pueblo cubano a tal punto que nos rebelamos.

Luego de la caída de Machado y las componendas auspiciadas por Welles dentro del revolico de donde emergiera el malnacido de Batista, vino, el único intento tímido de una menguada burguesía nacional industrial de encauzar un proyecto propio de una república burguesa. Fracaso estrepitoso. Aquello termino como sabemos, bonche, corrupción y más dependencia económica y política a los Estados Unidos.

Si de la Constitución del 40 se trata, hablemos de como fue parida a contrapelo de los burgueses por las fuerzas más revolucionarias, en un contexto revuelto donde pesaba la necesidad de que el patio estuviera tranquilo cuando se luchaba contra los nazis en alianza con la URSS. Batista y luego los auténticos, hicieron la tarea de volverla papel mojado y mejor aún, hoy diríamos posverdad, para engatusar a los infelices del pueblo a que se ilusionaran que tenían un texto legal que les amparaba derechos.

Cuenta un periodista cercano a los gobernantes cubanos de la republica neocolonial, nada comunista y que se fue de Cuba con la Revolución, que cuando Batista le dio el golpe de Estado a Prío, lo primero que hizo este, al enterarse que Batista había tomado Columbia fue llamar al embajador yanqui a ver si era verdad que el general lo había derrocado. El embajador yanqui le dijo que si y que mejor empacara y se fuera.

Sería bueno que se leyera todo lo que Wifredo Lam dijera de esa República.

Nuestra República neocolonial no fue balance de sombras y luces sino una realidad maltrecha de traiciones, corrupciones y entreguismo, donde las muchas cosas que se hicieron en esa República, fue a pesar de su gobierno y su estructura estatal. Muchos cubanos honrados y patriotas construyeron conciencia dentro de ella, afianzaron y protegieron la idea de una patria justa, arrebataron derechos a los gobiernos serviles, establecieron instituciones culturales, defendieron la educación. Otros construyeron obras arquitectónicas perdurables lidiando con los robos de los fondos públicos. Mantuvieron la dignidad de las escuelas humildes mientras los fondos de la educación se usaban en botellas y enriquecían a los venales.

Pero ellos, muy a su pesar, no hicieron a la República como estado y mucho menos la hicieron burguesa, hicieron una obra colosal muy difícil, en un república neocolonial y mediatizada. Dentro de esa república germino otra vez el espíritu irreductible de los mejores cubanos empeñados en romperle el destino cruel. Y como de citar poemas se trata quizás vale la pena citar a Ruben Martinez Villena, otro que se ensañó en llamar a aquella Republica por su nombre: “ Hace falta una carga para matar bribones,//para acabar la obra de las revoluciones;//para vengar los muertos, que padecen ultraje,//para limpiar la costra tenaz del coloniaje”. Si, leyeron bien, Rubén dijo coloniaje.

Y hablando de las libertades que les garantizó a los cubanos esa república neocolonial, cuando no te asesinaban los sicarios de Machado, o el bonche y el pandillismo de los auténticos, o los esbirros de Batista, tenías el destino miserable de los campesinos que tan bien fotografiaron los jóvenes católicos, no los comunistas. Yo tengo además el testimonio vivo de mi padre que me cuenta como en su ciudad de Guantánamo, siendo negro, tenía que pasear alrededor del parque en un círculo que no se mezclara con los blancos. Y si te ponías soquete: ahí estaba la policía para darte una paliza, negro por no saber tu lugar. Bonita libertad garantizada. Tengo que contar otros ultrajes? Esa era la “libertad” que heredo mi padre y la que le fue dada a los negros que lucharon como mambises por la independencia.

Aquí no hubo república burguesa porque nuestra muenga burguesía a medias, nunca fue independiente para crear un estado y tener gobierno propio, siempre fue clase frustrada y mediocre obligada a servirle de palanganera a la burguesía norteamericana.

Y sería bueno también que se leyera el poema completo de Eliseo, demasiado largo para ponerlo aquí. Ese poema de 1949 que Alina cita. Completo, para entenderlo.

Tampoco es cierto que la historiografía después de la Revolución maltratase a la República.

Nunca se ha estudiado tanto y a tal profundidad esa etapa de la historia patria como después del triunfo de la Revolución. Docenas, sino más, de libros publicados sobre la república de sombras y pocas luces. Libros profundos, libros serios. Análisis en toda su complejidad. Libros sobre su economía, sobre su cultura, sobre su sociedad. Libros sobre cada una de sus décadas. Libros sobre sus personajes famosos, históricos, no tan famosos. Libros de sus geografías, de sus pueblos, ciudades. Libros sobre los campesinos, sobre las mujeres, sobre los negros. Hace décadas que en Cuba se ha superado el maniqueísmo de pintar a la republica pre-revolucionario con tintes solo negros. Y esos estudios ya permean la manera en que se enseña en nuestras escuelas y en la universidad. Le faltaríamos el respeto a Le Riverand, a Eusebio, a Rolando Rodríguez a tantos otros historiadores que se han empeñado por años en darnos un cuadro de la complejidad de nuestra república neocolonial.

Hoy conocemos a esa república neocolonial tan bien gracias a la obra que desde la Revolución tantos han hecho por rescatar sus memorias, lejos de los caminos simplificadores de los apologéticos o los denostadores.

Y luego está, como cosa menor, la tontería de decir que en Cuba se le ha tratado mejor al estalinismo que a la república neocolonial. Tontería porque en realidad en Cuba se ha analizado la república anterior con una profundidad tan abismalmente mayor que lo que nuestros historiadores, politólogos o políticos han tratado al estalinismo. En Cuba no se ha tratado mejor al estalinismo, más bien, se le ha tratado poco, que no es lo mismo y sin dudas es una deficiencia con necesidad de ser subsanada. Siempre será lógico que miremos más a nuestro pasado que al pasado de otros países. La afirmación gratuita en medio del texto, me recuerda al que pedorrea en un lugar público: pretende crear desasosiego con aire fétido, pero al final solo aire efímero y nunca viento que derribe y construya.

Aquí no hay imagen injusta que rescatar, ni nostalgia que celebrar. La república, neocolonial era y neocolonial fue hasta que la Revolución barrió las sombras y rescató las luces.

Ah! La república! mi padre me hablaba de joven tanto de esa república, mientras me enseñaba la medalla de la clandestinidad que se ganó por contribuir a echarla abajo!»

Buscadores de huesos, indios y cowboys: la batalla por la memoria

Tomado del Blog El vuelo del Gato

Un líder del partido español Vox llamó «buscadores de huesos» a los defensores de la memoria histórica y subrayó que la llamada «transición» del régimen franquista a la «democracia» se basó en «un pacto para el olvido». Bolsonaro decretó en Brasil suspender los trabajos de otros «buscadores de huesos» que desde 2014 se dedicaban a analizar más de mil cajas con restos óseos de víctimas no identificadas de la dictadura militar, extraídos de fosas comunes del cementerio Perus de Sao Paulo.

Hay dos posiciones del neofascismo frente a la memoria: apostar por «el olvido» y promover la amnesia colectiva, de modo que la gente viva atontada, sin raíces, sin mirar atrás, o manipular el pasado.

El propio Bolsonaro provocó un escándalo cuando quiso conmemorar el golpe de Estado de 1964. Una triste página en la historia de Brasil: el ejército (con el pretexto del «peligro comunista» y el apoyo de la CIA y de EE. UU.) derrocó al presidente Goulart e instaló una dictadura que se mantuvo hasta 1985.

Sin embargo, el Ministro de Educación de Bolsonaro propuso una evaluación «matizada» de lo ocurrido. Fue «la sociedad civil» (no los golpistas) quien promovió la salida de Goulart –afirmó el Ministro– y al régimen instaurado no se le debe llamar «dictadura», sino «gobierno democrático de fuerza».

Anunció que serían modificados los libros de texto donde los niños y jóvenes aprenderán la historia de su país.

El choque entre las ideas de la emancipación y las imperiales y neofascistas se está dando en torno al presente y al futuro; pero también se da en torno al pasado.

¿Cómo serán los libros escolares en EE. UU., que tratan del origen y crecimiento del Imperio, y de qué modo fundamentan su destino mesiánico? Aparte del sistema educativo formal, EE. UU. ha contado con Hollywood y toda la poderosa industria del entretenimiento como herramientas instructivas muy eficaces para ofrecer una transcripción apropiada de la memoria.

Desde El nacimiento de una nación (1915), con sus aportes formales indudables, su descarnado racismo, su apología del Ku-Klux-Klan, hasta las películas que sirvieron para curar «el síndrome de Vietnam», el itinerario sangriento de EE. UU. ha ido encontrando en el cine, en las series, en los videojuegos, una versión idealizada y noble. La «conquista del Oeste» se presenta en términos épicos, «civilizatorios». El genocidio de la población aborigen, su desplazamiento forzoso, las masacres de comunidades completas, fueron horrores retomados por Hollywood y devueltos como enfrentamientos de indios malignos contra militares y cowboys blancos. Zarpazos imperiales, desde México hasta Irak, han recibido la bendición de la industria del entretenimiento.

Hollywood y los videojuegos convencieron a los ciudadanos de EE. UU. y de medio mundo de que los triunfadores en la 2ª Guerra Mundial fueron las tropas estadounidenses. Los soviéticos, que vencieron a Hitler a costa de millones de vidas, quedan en la sombra. Esa Verdad con mayúscula ha sido encubierta de manera indigna y malintencionada.

Hay otra cuestión sobre esta guerra que tampoco se divulga: las empresas de EE. UU. que hicieron negocios muy lucrativos con los nazis. La Coca-Cola fabricó para ellos una bebida refrescante muy popular en la Alemania hitleriana: la Fanta. IBM se ocupó de venderles las máquinas Hollerith, para censar y clasificar personas por su raza y religión, es decir, para identificar judíos y destinarlos al exterminio. La filial alemana de la General Motors, el primer productor de camiones de combate para Hitler, utilizó esclavos de los campos de concentración. Henry Ford recibió en 1938 una condecoración nazi como «extranjero distinguido».

Los cubanos no estamos ajenos a esta batalla en torno a la memoria. Uno de los temas básicos de la campaña contra la Revolución tiene que ver precisamente con promover la tendencia a un «presentismo» frívolo, que rechace el análisis histórico, y hacer circular la imagen embellecida de una Cuba prerrevolucionaria que nunca existió. Muestran el «glamour» de La Habana de los 50, su vida nocturna, sus edificios «modernos», y cierran los ojos ante los crímenes incontables de la dictadura, ante la presencia muy influyente de la Mafia, ante la cruel desigualdad, ante los indigentes, ante la niñez desamparada.

Los antídotos, como repitieron Martí y Fidel, están en la cultura. En ese público culto, no manipulable, emancipado, capaz de desechar por sí mismo las estafas y de reconocer lo auténtico y de hacerlo suyo.

El hombre que siempre acompañará a Marx

Tomado del Blog La Isla Desconocida

Enrique Ubieta Gómez 
Un hombre muy nombrado y no tan conocido, cumple años hoy. Su silueta aparece junto a la de Carlos Marx en banderas e insignias comunistas. De larga y espesa barba, saber enciclopédico, aspecto burgués (las fábricas de su padre, que regenteó, no solo le proporcionaron el sustento a la familia de Marx, además del propio, sino que le permitieron conocer a fondo al proletariado) y alma inquieta, Federico Engels (1820-1895) fue amigo, colaborador  y mecenas del gigante de Tréveris. La prensa burguesa intenta deshuesarlo y lo presenta como un «gentleman comunista», de amores herejes y vida mundana, muy diferente a la de su amigo.
Sin duda, el personaje es novelesco, y su conducta podría calificarse hoy de contracultural, pero en ella no puede ignorarse el hecho más relevante: Engels fue sobre todo un conocedor de la miseria que el capitalismo engendra, un estudioso de la sociedad de su tiempo y un revolucionario inclaudicable.
Desde su magistral y temprano estudio sobre la clase obrera de Inglaterra, la redacción a cuatro manos con Marx del Manifiesto Comunista, hasta el trabajo final de completamiento y edición de El Capital, ya fallecido su autor, los aportes de Engels no terminan en los textos que escribió o ayudó a escribir, porque su experiencia de vida, sus conocimientos y su sagacidad política, influyeron en Marx. Algunos de sus contemporáneos intentaron agregar su nombre a la doctrina marxista, pero él eludió la trampa: «Marx era un genio; los demás, a lo sumo, hombres de talento. Sin él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre».
¿Por qué lo recordamos los revolucionarios cubanos? La historia del colonialismo se entrelaza a la del capitalismo; eso que eufemísticamente llaman Modernidad, alude al proceso de formación y consolidación del nuevo sistema económico y social. Las guerras independentistas en las Américas recogen el legado de la Revolución francesa, pero José Martí comprendió desde muy temprano la contradicción implícita en ese legado. En 1871, el mismo año en que se produce el horrendo crimen contra los estudiantes de Medicina en La Habana, sentenció: «Pidieron ayer, piden hoy, la libertad más amplia para ellos, y hoy mismo aplauden la guerra incondicional para sofocar la petición de libertad de los demás». La lucha contra el colonialismo y contra el neocolonialismo, conducirían al anticapitalismo y al antimperialismo. No puede entenderse el mundo que debe ser transformado sin el conocimiento de la obra de esos dos colosos.
Cuando los marxistas doctrinales, ajenos a los graves problemas que enfrenta la humanidad, renunciaron al legado de Marx, Engels y Lenin, y se avergonzaron de haber sido sus discípulos, acaso porque la práctica que había engendrado la teoría parecía naufragar, y los ideólogos del imperialismo declaraban el fin de la Historia (y el triunfo del capitalismo), olvidaban el más elemental de sus preceptos: se es revolucionario no porque nos convenció una teoría, sino porque nos duele la injusticia, la explotación de unos seres humanos y de unos pueblos por otros, la pobreza extendida que sostiene la riqueza, el lujo y el despilfarro del 1 % de la humanidad.
Los avergonzados habían olvidado la relación primigenia y esencial del marxismo con la práctica liberadora. El marxismo es un instrumento científico, y solo la práctica puede ajustar sus desenfoques y errores de interpretación o de aplicación. En una frase de hondo sentido martiano y a la vez marxista y leninista, aclaraba Fidel en 1988: «haber interpretado de manera creadora y original el marxismo-leninismo, el no habernos dejado arrastrar por dogmas, fue lo que nos llevó a la victoria, fue lo que nos trajo hasta aquí». Y estar aquí, nos obliga también a no olvidar lo que fuimos y lo que somos.

Quizás también le interese:

Céspedes. Una figura hechizante

Tomado del Blog Turquinauta

Por su valor testimonial, Turquinauta repone la intervención del Dr. Eusebio Leal en el Salon de Mayo del Pabellón Cuba,  el 28 de agosto del 2016.

Eusebio Leal habla de Carlos Manuel de Céspedes

Yo tenía el conocimiento de Céspedes que se adquiere en los libros, en el anecdotario infinito, ya conocemos aquellos años tan importantes para Cuba. Yo visitaba a un historiador que estaba muy enfermo, al extremo de que, al lado de su escritorio, tenía un balón de oxígeno. Estaba muy mal el ancianito, entonces, él se había dedicado a las mujeres de la historia de Cuba que habían sido agraviadas o desconocidas, allí estaba trabajando en esas mujeres.
Trabajaba por ejemplo en Carmen Zayas Bazán, que ha sido muy calumniada por el solo hecho de que no se entendió con Martí. No pudo ser, cuantas veces ha ocurrido eso, sería eso necesario para exigirle que fuera ella una nueva Amalia Simoni, o una Mariana o una Manana; no es posible, cada cual tiene a veces un signo. Y esa discordia generó para la historia romántica de Cuba, toda una página que Cintio y Fina resolvieron cuando encuentran el libro de bodas -que nosotros reprodujimos- y donde aparecen lo que los amigos escribieron a partir de aquel matrimonio celebrado en México.
Claro, había un peso muy grande en esa figura, y yo cuando leo sus versos: El infeliz que la manera ignore/ de alzarse bien y caminar con brío/ que de una virgen celeste se enamore/y arda en su pecho el esplendor del mío. Es él hacía ella, con un verso que se llama “Dolor a grietas” entonces el historiador José de la Luz León que firmaba con el seudónimo de Clara del Claro Valle en el periódico El Mundo, que había escrito un libro precioso sobre Ramón Emeterio Betánces, estaba escribiendo también sobre Ana de Quezada que había sido calumniada, gravemente calumniada.
Por ese tiempo yo visitaba a Hortensia Pichardo y a Fernando Portuondo que eran los cespedianos fundamentales para mí. Tan es así que la Habana no tenía un monumento de Céspedes, y fueron ellos lo que lo colocaron en el Instituto de la Víbora, pagado con sus esfuerzos y el de las personas que lo lograron. Yo los visitaba, la pasión de ellos era Céspedes y habían escrito unos tomos maravillosos donde está en gran medida la historia de aquel gran hombre. Había leído el elogio de Martí, de Céspedes y Agramonte, en su espíritu de buscar la cohesión y vencer las cosas que separan a los individuos que tienen una determinada aspiración.
En esa pasión un día compré un libro en la plaza, en algún lugar, en una librería y dentro tenía un papelito con un manuscrito, era un papelito de Céspedes arrancado de una carta en el cual decía algo así como: “Primero triunfará la injusticia y después finalmente se abrirá paso la verdad” y yo me fui corriendo con el papel a ver a Hortensia Pichardo y le dije. Doctora mire esto. Ella veía todavía, vio el escrito y me dijo. Es él. Ellos vivían obsedidos por el diario que Céspedes escribió y que su paradero era totalmente desconocido. Solamente se había publicado una parte de ese diario y las cartas de él a Ana de Quezada su esposa.
Antes tenemos que decir Céspedes era viudo, su esposa había muerto poco antes del 68 de hechos hay una leyenda áurea de que la franja azul de la bandera de Céspedes, fue tomada del velo que cubría el retrato de Carmen. Creo que lo fueron a detener cuando ella estaba gravemente enferma. Viudo desolado e inconsolable, pasó el tiempo y vino la Revolución como una especie de tormenta y cuando llega a Camagüey, conoce a la muy bella, joven y tempestuosa Ana de Quezada, hermana de los Generales Rafael y Manuel de Quezada que venían de México, donde habían escrito una página muy bella y ahora se sumaban al esfuerzo de los camagüeyanos. Entonces cuando Céspedes la conoce surge un flechazo a pesar de que él tenía cuarenta tantos años y ella veintitantos y surge esa pasión tremenda, de la cual nacieron dos niños: Gloria de mis Dolores se llamó una y Carlos Manuel el otro.
José de la Luz león nunca me dijo que tenía el diario de Céspedes que faltaba, pero cuando él murió, su viuda Adis Dana, hija de Charles Dana el famoso amigo de Martí, me llama y me dice. Óigame venga por aquí que mi esposo dejó algo para usted. Fui a casa de ella y me da un sobre manila que dice. Estos papeles son de mi patria. Y dentro estaban los dos diarios, las dos libretas, una grande y una pequeña, pero además las cartas de Ana de Quezada en su diálogo epistolar, con los que habían adquirido el diario, de manos españolas y ahora, a pesar de que estaba dedicado a ella, con su dirección en Nueva York donde debían llevárselo, esta persona le retenía el diario diciendo que era un “trofeo de guerra”, y ella le responde colérica. ¿Cómo es posible que un cubano diga que el diario de Céspedes es un trofeo de guerra de los españoles, comprado por unos centavos en una taberna? Además vienen las cartas en que la calumnian a ella que también él las había adquirido.
¿De dónde había salido eso? Había salido del archivo de Manuel Sanguily, cuando la viuda de su hijo Sara Cuervo se fue a ir de Cuba, ella fue a ver a Raúl Roa y Roa le abrió el camino por haber sido la viuda de un oficial del ejército y de una figura de la historia, el hijo de Manuel Sanguily. Ella le dejó una serie de papeles a Roa, que en artículo mortis me entregó a mí, fui a casa de Roa, ya acostado y me entregó los papeles de Maceo que están en nuestro archivo, pero los de Céspedes ¿dónde estaban? Habían estado en ese archivo que era un archivo muy grande que tenía Sanguily.
Cuando empecé a leer el diario me quedé estupefacto porque hay cosas que se dicen ahí que hasta ahora la historia no había referido, cosas tremendas, en las cuales aparece un hombre lleno de carácter, lleno de fuerza y al mismo tiempo la víctima de un proceso político- con sus responsabilidades personales también- porque lo peor que podemos hacer es tratar de reducir la condición de un gran hombre, o una gran mujer, y tratar de separarlo de su condición humana. Él es un hombre de pasión, pongo un ejemplo: Ella lo acompaña a la Sierra y está con él allá arriba en el campamento, hasta que decide que hay que sacarla del país porque estaba embarazada. La llevan hasta un punto de la costa, en el que también está el poeta Juan Clemente Zenea, que había venido a Cuba con una misión compleja y ahora se iba. Se le atribuyó a Zenea haber sido el delator de ella, ella lo creyó también, porque cuando llegaron los españoles y capturaron a los que estaban allí, ella enseguida se identificó, mientras que él saca un pasaporte español. Es una historia de la cual un día daré una conferencia. Es tremendo eso, es casi una novela.
A ella la traen para la Habana, la encierran en la Casa de Recogidas de San Juan Nepomuceno y de ahí le toman la fotografía en la que está toda de negro, asistiendo a la entrevista con el Capitán General, Conde de Balmaceda, que era un hombre de armas tomar. Él le pide a ella que medie, para que su esposo acceda, después de haber apretado a Céspedes hasta el límite del fusilamiento de su hijo Oscar, que provocó sus célebres palabras. Ella le responde que. Es la esposa del Presidente de la República. Y el Conde se molesta y le dice. No importa, un cubano me lo entregará. Como así fue.
En el diario viene el dilema de esa estrella que es el líder del movimiento y al mismo tiempo su deposición y su entrega a la soledad de un lugar llamado San Lorenzo, donde es sorprendido.
Todo eso estaba en el diario. Eso provocó en mí un extraordinario reconocimiento, de que esta figura era la piedra angular de la historia de Cuba, y que sin esa piedra, el arco no podía de ninguna manera cumplir su papel de resistir la carga que tiene encima. De hecho cuando Martí se enfrenta a la figura de Céspedes así lo describe en su maravillosa semblanza, cuando él todavía era el hombre que fue antes: con el pelo a la moda, perfectamente arreglado, con el traje elegantísimo, con el diamante en el dedo, con el bastón de carey y oro; todo lo cual deja en el camino y al final es un peregrino en medio de los ríos crecidos, de la pobreza del monte, de las desdichas y el infortunio de la guerra y solamente se vestirá de nuevo, con lo mejor que tenía, el día de su muerte.
Quiere decir va a asistir a un matrimonio que le ha sido revelado unas noches antes, tiene un sueño premonitorio en el cual va describiendo a cada uno de sus enemigos políticos, haciendo un juicio de cada uno de ellos, pero antes, revela que había soñado que estaba en una boda y que él era el novio. Se presentaba su difunta esposa Carmen cubierta por un velo, pero de pronto él cree que está casándose con otra mujer y como lo ha creído así, cuando se revela que es ella, se abraza y llora. Todo eso está escrito en el diario. Hay una mano profana que escribió “Qué extraño que unas horas antes de su muerte Céspedes sueñe con muertos y aparecidos”
Esa figura ha sido muy hechizante para mí, es una figura para mí completa, viajero, recorrió parte del mundo de aquella época, políglota, poeta, escribió versos a la naturaleza al país, pequeño de estatura, para demostrar que no hay nada pequeño para un hombre grande, buen jinete, enamorado como tiene que ser todo cubano. Si no es muy enamorado entonces no reconoceremos en nosotros la estirpe patricia que nos llega, ahí viene todo. Mi tesis de trabajo de la universidad la hice sobre Céspedes y me recuerdo en el cementerio Santa Ifigenia cuando le llevé allí las flores de devoción a su tumba.