Tomado del blog: PostCuba
Tomado del Facebook de Carlos Aristides Luque.
Y podríamos recordar a Martí: «La colonia continuaba viviendo en la república…»
Esta que comparto es una respuesta de Ernesto Estévez Rams que merece
ser compartida y conocida a las tesis que Alina B. López Hernández, en
La Joven Cuba, infama sobre lo que en Cuba existía antes del 59. Digo
infama, recordando a las concepciones que merecen aparecer en La
Historia Universal de la Infamia borgeana.
Notorio es que existe una corriente “historiográfica”, a la que suma
esta autora, que se afana por presentar una imagen meliorativa,
edulcorada y embellecida, de la república neocolonial. No es casualidad,
sino coherencia ideológica, cosmovisiva, que esa mirada, a más de ir a
contrapelo de la historia conocida, como lo demuestra Rams en su
comentario, se corresponda con la óptica reaccionaria conque en
particular esta autora, aborda múltiples aspectos de la Revolución y sus
procesos actuales. Ahora arroja luz, retrospectivamente, sobre las
concepciones que en última instancia sostienen las ideas de esta
doctora…
Aquí el comentario de Ernesto Estévez Rams..
¿Es República Burguesa el mejor nombre para la República pre-revolucionaria?
Arquetipos de repúblicas burguesas son por supuesto la francesa y la
norteamericana, también la italiana. Arquetipo de estados burgueses la
inglesa aun siendo monarquía. Para la cubana a mí se me ocurren mejores
calificativos que Alina parece considerar que se ensañan en ella. Si
empezamos por entender a la República por su realidad como Estado,
entonces con la Enmienda Platt neocolonia era y también mediatizada, así
mismo lo reconoció el interventor norteamericano que dijo que luego del
engendro legal, poco o nada quedaba de independencia. Pero no solo él,
si de poetas se trata yo recuerdo a Bonifacio.
Cinco clausulas tenía la Enmienda que conviene recordarlas para
aquilatar si éramos república burguesa o neocolonial: Los gobiernos
cubanos no podían celebrar tratado alguno con otro país si este no era
aprobado por el gobierno de los EE.UU; los gobiernos cubanos no eran
libres de contraer deudas públicas si EE.UU considera que tal deuda
rebasaba la capacidad rentística del país; EE.UU tenía derecho a
intervenir militarmente en Cuba si consideraba que se requería para
mantener un gobierno “estable” y “proteger vidas”, propiedades y
“libertad individual” todo a discreción de la potencia norteña; los
gobiernos cubanos quedaban sujetos a cumplir lo establecido en el
tratado de París, tratado en cuya negociación las fuerzas mambisas
fueron excluidas y además debían respetar todo lo decidido por el
gobierno interventor y por último, EE.UU tenía derecho a establecer
bases militares en Cuba según su consideración.
Sobre el engendro vale recordar lo que dijo Juan Gualberto, quizás
ensañándose a criterio de Alina: “Consignar en un tratado la facultad
para que los Estados Unidos intervengan en esta Isla para proteger la
vida, la propiedad individual, es lo mismo que deshonrar antes que
nazcan a todos los gobiernos cubanos”. El interventor organizó la
nefasta guardia rural a imagen de su propio país.
Necolonia nació y necolonia se mantuvo aun después de derogada la Enmienda.
El primer presidente de nuestra República fue ciudadano
norteamericano, Estrada Palma, personaje funesto, anexionista mal
disimulado en cuyo gabinete no nombró ni a un solo combatiente de la
manigua y lo lleno de autonomistas reciclados. Que no dudó en llamar al
amo interventor, cuando José Miguel Gómez le amenazo el gobierno y el
“honrado” presidente, como gustan llamarlo algunos, le dio un soborno de
300 000 pesos tomados de los fondos públicos al cónsul yanqui Steinhart
para que le apoyara. Y entonces llego Magoon, el mago que hizo endémica
la corrupción en este país. Corrupción que siguió bailando cada vez más
seguro de sí mismo con José Miguel y Menocal. A Zayas le impusieron al
general Crowder, llegado como Procónsul de la isla con Menocal y que
recorría el país de punta a cabo dando órdenes, quitando y poniendo
funcionarios y dictando como debía comportarse el gobierno de Cuba.
Crowder liquidó la banca cubana a favor de los bancos
norteamericanos. Tal era la dependencia de Zayas de lo que Crowder
decidiera, que el nada izquierdista Manuel Márquez Sterling llamaba al
gobierno del Chino, “el régimen plural”. Y Machado, ah! Machado, el que
nos endeudo hasta el tuétano a los bancos newyorkinos. El tirano que
ante la orden del Procónsul de turno Guggenheim de pagar a los bancos
norteamericanos la deuda contraída, no dudo en matar de hambre al pueblo
cubano a tal punto que nos rebelamos.
Luego de la caída de Machado y las componendas auspiciadas por Welles
dentro del revolico de donde emergiera el malnacido de Batista, vino,
el único intento tímido de una menguada burguesía nacional industrial de
encauzar un proyecto propio de una república burguesa. Fracaso
estrepitoso. Aquello termino como sabemos, bonche, corrupción y más
dependencia económica y política a los Estados Unidos.
Si de la Constitución del 40 se trata, hablemos de como fue parida a
contrapelo de los burgueses por las fuerzas más revolucionarias, en un
contexto revuelto donde pesaba la necesidad de que el patio estuviera
tranquilo cuando se luchaba contra los nazis en alianza con la URSS.
Batista y luego los auténticos, hicieron la tarea de volverla papel
mojado y mejor aún, hoy diríamos posverdad, para engatusar a los
infelices del pueblo a que se ilusionaran que tenían un texto legal que
les amparaba derechos.
Cuenta un periodista cercano a los gobernantes cubanos de la
republica neocolonial, nada comunista y que se fue de Cuba con la
Revolución, que cuando Batista le dio el golpe de Estado a Prío, lo
primero que hizo este, al enterarse que Batista había tomado Columbia
fue llamar al embajador yanqui a ver si era verdad que el general lo
había derrocado. El embajador yanqui le dijo que si y que mejor empacara
y se fuera.
Sería bueno que se leyera todo lo que Wifredo Lam dijera de esa República.
Nuestra República neocolonial no fue balance de sombras y luces sino
una realidad maltrecha de traiciones, corrupciones y entreguismo, donde
las muchas cosas que se hicieron en esa República, fue a pesar de su
gobierno y su estructura estatal. Muchos cubanos honrados y patriotas
construyeron conciencia dentro de ella, afianzaron y protegieron la idea
de una patria justa, arrebataron derechos a los gobiernos serviles,
establecieron instituciones culturales, defendieron la educación. Otros
construyeron obras arquitectónicas perdurables lidiando con los robos de
los fondos públicos. Mantuvieron la dignidad de las escuelas humildes
mientras los fondos de la educación se usaban en botellas y enriquecían a
los venales.
Pero ellos, muy a su pesar, no hicieron a la República como estado y
mucho menos la hicieron burguesa, hicieron una obra colosal muy difícil,
en un república neocolonial y mediatizada. Dentro de esa república
germino otra vez el espíritu irreductible de los mejores cubanos
empeñados en romperle el destino cruel. Y como de citar poemas se trata
quizás vale la pena citar a Ruben Martinez Villena, otro que se ensañó
en llamar a aquella Republica por su nombre: “ Hace falta una carga para
matar bribones,//para acabar la obra de las revoluciones;//para vengar
los muertos, que padecen ultraje,//para limpiar la costra tenaz del
coloniaje”. Si, leyeron bien, Rubén dijo coloniaje.
Y hablando de las libertades que les garantizó a los cubanos esa
república neocolonial, cuando no te asesinaban los sicarios de Machado, o
el bonche y el pandillismo de los auténticos, o los esbirros de
Batista, tenías el destino miserable de los campesinos que tan bien
fotografiaron los jóvenes católicos, no los comunistas. Yo tengo además
el testimonio vivo de mi padre que me cuenta como en su ciudad de
Guantánamo, siendo negro, tenía que pasear alrededor del parque en un
círculo que no se mezclara con los blancos. Y si te ponías soquete: ahí
estaba la policía para darte una paliza, negro por no saber tu lugar.
Bonita libertad garantizada. Tengo que contar otros ultrajes? Esa era la
“libertad” que heredo mi padre y la que le fue dada a los negros que
lucharon como mambises por la independencia.
Aquí no hubo república burguesa porque nuestra muenga burguesía a
medias, nunca fue independiente para crear un estado y tener gobierno
propio, siempre fue clase frustrada y mediocre obligada a servirle de
palanganera a la burguesía norteamericana.
Y sería bueno también que se leyera el poema completo de Eliseo,
demasiado largo para ponerlo aquí. Ese poema de 1949 que Alina cita.
Completo, para entenderlo.
Tampoco es cierto que la historiografía después de la Revolución maltratase a la República.
Nunca se ha estudiado tanto y a tal profundidad esa etapa de la
historia patria como después del triunfo de la Revolución. Docenas, sino
más, de libros publicados sobre la república de sombras y pocas luces.
Libros profundos, libros serios. Análisis en toda su complejidad. Libros
sobre su economía, sobre su cultura, sobre su sociedad. Libros sobre
cada una de sus décadas. Libros sobre sus personajes famosos,
históricos, no tan famosos. Libros de sus geografías, de sus pueblos,
ciudades. Libros sobre los campesinos, sobre las mujeres, sobre los
negros. Hace décadas que en Cuba se ha superado el maniqueísmo de pintar
a la republica pre-revolucionario con tintes solo negros. Y esos
estudios ya permean la manera en que se enseña en nuestras escuelas y en
la universidad. Le faltaríamos el respeto a Le Riverand, a Eusebio, a
Rolando Rodríguez a tantos otros historiadores que se han empeñado por
años en darnos un cuadro de la complejidad de nuestra república
neocolonial.
Hoy conocemos a esa república neocolonial tan bien gracias a
la obra que desde la Revolución tantos han hecho por rescatar sus
memorias, lejos de los caminos simplificadores de los apologéticos o los
denostadores.
Y luego está, como cosa menor, la tontería de decir que en Cuba se le
ha tratado mejor al estalinismo que a la república neocolonial.
Tontería porque en realidad en Cuba se ha analizado la república
anterior con una profundidad tan abismalmente mayor que lo que nuestros
historiadores, politólogos o políticos han tratado al estalinismo. En
Cuba no se ha tratado mejor al estalinismo, más bien, se le ha tratado
poco, que no es lo mismo y sin dudas es una deficiencia con necesidad de
ser subsanada. Siempre será lógico que miremos más a nuestro pasado que
al pasado de otros países. La afirmación gratuita en medio del texto,
me recuerda al que pedorrea en un lugar público: pretende crear
desasosiego con aire fétido, pero al final solo aire efímero y nunca
viento que derribe y construya.
Aquí no hay imagen injusta que rescatar, ni nostalgia que
celebrar. La república, neocolonial era y neocolonial fue hasta que la
Revolución barrió las sombras y rescató las luces.
Ah! La república! mi padre me hablaba de joven tanto de esa
república, mientras me enseñaba la medalla de la clandestinidad que se
ganó por contribuir a echarla abajo!»